Capítulo cinco

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Después de hacer el ridículo en la audición que definiría si debía seguir intentándolo o no con la música, la gente de producción no hizo más que pedirme mis datos y dejarme ir

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Después de hacer el ridículo en la audición que definiría si debía seguir intentándolo o no con la música, la gente de producción no hizo más que pedirme mis datos y dejarme ir. Así, sin más. Sin siquiera darme una pista de si llegaba a la segunda etapa del concurso.

Extraño, pero al parecer así funcionaban las cosas en Operación Estrella. Otra persona del canal se acercó a informarme que si pasaba a la otra fase me contactarían dentro de un par de semanas, pues el programa no saldría al aire hasta dentro de un mes y medio.

Pero estaba tan claro como el agua que yo no pasaría esa audición. Tal vez el jurado —o quien quiera que evaluara las audiciones— me tomarían por una niñita que aún vivía en el mundo mágico de Disney.

¿Por qué tuvo que ocurrírseme cantar aquella canción?

Solté un largo suspiro y me encamine a la parada de autobuses más cercana al canal. Tenía que volver a casa y mi pie lesionado no ayudaba mucho para seguir más rápido el trayecto.

Sentía una presión en el pecho que me había ido molestando cada vez más desde que todos se quedaron estupefactos ante mi elección de canción. O lo que suponía que los había dejado así. Nadie hizo nada, ni aplaudieron como con la chica de Somewhere over the rainbow o asintieron ante la performance del chico que iba antes que yo en la fila.

¿Tan mal lo había hecho?

Mis ojos picaban y un nudo en la garganta iba haciéndose cada vez más y más molesto. No quería llorar delante de nadie, así que me tragué mis lágrimas hasta sentirme lo más lejos posible de aquel estudio.

Las pequeñas gotas saladas no tardaron en acumularse en mis ojos y hacer su respectivo recorrido por mis mejillas. Con la manga de mi suéter intenté limpiar un poco el rastro de estas.

Mi pie dolía, los ojos me ardían y no podía evitar los pequeños hipidos que daba al intentar respirar pausadamente.

¿Qué más podía pasarme?

Como si el destino quisiera responderme un «esto puede pasarte», un auto paso a toda velocidad sobre un charco —pues al parecer había estado lloviendo mientras yo hacia el ridículo— y salpicó mi pantalón con agua sucia.

Genial. Simplemente genial.

Inflé mis mejillas con una gran bocanada de aire y lo solté casi al instante. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando seguí caminando. Froté mis brazos, intentando entrar en calor y sin llegar a lograrlo por completo.

—¿Necesitas ayuda, nena?

Escuché a una voz ronca a mis espaldas que solo hizo que un miedo —tal vez irracional— recorriera mi cuerpo entero. Ya era de noche y había escuchado mil y una historias sobre lo que podría pasarme si caminaba sola por las calles a esa hora.

Vi por el rabillo del ojo al sujeto que me habló. Parecía no pasar los cuarenta, pero su mirada no me inspiraba confianza. Sin detenerme a responderle, salí casi corriendo hacia una tienda cercana rogando porque mi mal día no incluyera algún altercado con ese hombre.

Estrellas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora