"Te odio" Boschlow

Capítulo 18

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Capítulo 18:
"Eres mía"

[...]

Estaba en la habitación de Willow. Boscha se encontraba recostada en la cama de la brujita de las plantas. No toleraba verse tan mal. Tenía que preparar más de aquella poción. Lamentablemente carecía de los ingredientes y los elementos de laboratorio.

Mientras tanto, Willow se hallaba en el baño. Quería peinarse y lavarse los dientes. No pudo hacerlo en el departamento de Glandus.

Willow salió del baño con el cepillo en mano. Se estaba peinando. Para Boscha era tan linda y tan inocente. Tan pura y tan corrompible...

Se puso de pie con la intención de irse.

— ¿Adónde vas? – preguntó.

— Necesito ir por unos ingredientes a mi casa.

— No! – se lanzó hacía la puerta de su cuarto. La cerró y se interpuso entre Boscha y ella. – Sobre mi cadáver. – sentenció.

Boscha la miró desde arriba. Sin comprender el comportamiento de su nerd.

— Mi padre no va a estar si eso es lo que te preocupa. Trabaja hasta tarde.

— Iré contigo.

— Jajaja... – rió con sarcasmo. – No.

— No te estoy preguntando nada.

Boscha avanzó los pocos metros que las separaban en menos de un segundo. Sujetó las muñecas de su nerd y le colocó una a cada lado de su cabeza. Willow forcejeó, pero Boscha tenía más fuerza.

— No eres tan valiente ahora, ¿Verdad?

Willow le patió la pierna. Podría haberle dolido, pero estaba acostumbrada a golpes peores. La heredera ni siquiera lo sintió. Aunque si se sorprendió por el atrevimiento de la brujita con tiernos lentes.

— Creo qué olvidas quién manda. – susurró con malicia, apretando aún más sus muñecas.

— Oh cállate. No quiero jugar a tus estúpidos juegos perversos.

— Mmm... Debiste pensarlo antes de aceptar el trato. Eres mía Willow, tienes que obedecer todo lo que yo te diga.

— Oh sí, seguro, cómo si realmente pudieras obligarme.

— Besa mi pié. – ordenó.

— Púdrete.

Su cuerpo entero se tensó. Su rodilla se hincó en el suelo a contra de su voluntad. Intentó oponerse, pero su cuerpo no la obedecía. Se agachó, su cabeza comenzó a descender. Frunció el ceño, no podía detenerse. Sus labios se posaron sobre la zapatilla de Boscha, quién esbozó una sonrisa de lado.
Una vez la besó, cumpliendo con la orden de su dueña, retomó el control de su cuerpo. Se sentó en el piso, exhausta por la lucha interna que había librado en vano.

— No puedes escapar de los pactos mágicos. – abrió la puerta.

— Basta Boscha. – sujetó su tobillo, jadeando por el cansancio, intentando detenerla. – No quiero que vayas. Es enserio.

Boscha se agachó para sujetarla por el cuello, la obligó a ponerse de pié.

— Puedes venir conmigo. – propuso. – Si es que eso te hace sentir mejor.

— Gracias. – suspiró aliviada.

— Con una condición. – agregó. – 24 horas más.

— ¡Tienes que estar bromeando! – protestó.