Capítulo 4

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Capítulo 4:
"Visita a la mansión del monstruo"


La jornada escolar terminó. Estaba agotada y encima le faltaba afrontar la peor parte del día. Que además de ser aterradora resultaba ser emocionante, ir a la casa de Boscha. Rezaba para que el padre de esa chica trabajara hasta tarde. Porque Willow no tenía deseos de verlo. 

Tuvo tiempo únicamente para pasar por su casa y cambiarse el uniforme. Se puso una remera verde y unos pantalones grises con unas botas marrones. Se apresuró para llegar puntual. Guardó los libros en su mochila y salió de su casa. No quería que Boscha cumpliera su amenaza y la agrediera por llegar tarde.

La mansión de su familia era eso, una mansión. Enorme, de piedra, con grandes torres y ventanas. Parecía un castillo, con rejas altas y personal de seguridad. El jardín rodeaba la mansión y estaba sumamente bien mantenido. El césped podado, las más lindas flores, fuentes de agua y estatuas. Willow amaría tener un jardín así de grande, tendría muchísimas plantas allí.

Se paró en la entrada, uno de los guardias la miró de reojo.

— Em, hola, soy amiga de Boscha. Bueno, en realidad no somos amigas. Pero vengo a hacer un trabajo con ella. - el guardia la miró como si fuera una molestia por hablar tanto.

— La señorita Boscha dijo que una chica de tus características vendría. 

A Willow le pareció un comentario muy despectivo, sobre todo por el tono de voz que empleó.

— Déjenla pasar. - le gritó el guardia a los mayordomos de trajes elegantes. Ambos asintieron y abrieron la enorme y detallada puerta de madera de par en par. Willow entró completamente asombrada. Todo era demasiado perfecto, demasiado caro. Columnas, alfombras, adornos de plata, cuadros de la familia enmarcados en oro, candelabros de cristal.

Le indicaron que esperase en la recepción del tamaño de su casa. Sobre una chimenea, entonces apagada, había un cuadro enorme. Un retrato de la familia. Su padre, intimidante como siempre y su madre, de quién aparentemente había heredado ese llamativo color de cabello rosado. En el medio, con la inmensa mano de su padre sobre el hombro, estaba una pequeña Boscha con un rostro vacuo.

— Willow. 

Se volteó ante la mención de su nombre. Boscha la esperaba sobre la estancia, subiendo unas anchas escaleras de mármol blanco. Vestía unos pantalones ajustados caqui y unos zapatos y camisa blanca. A Willow le pareció un atuendo sumamente elegante y sexy. No, es decir, no sexy, simplemente encantador. Boscha no le parecía sexy. Menos si pensaba en lo que había debajo de la camisa.

Se abofeteó mentalmente y se obligó a decir algo.
— Hola.

— Sube. - le ordenó cortante.

Santo titán, ¿Por qué tenía que ser tan fría y seca? A esa planta sí que le faltaba mucha agua.

Subió los escalones y por un segundo, las piernas le flaquearon. Recordó como casi cae por las escaleras esa mañana. Y como por suerte Boscha estuvo ahí para sujetarla. Tuvo que aferrarse a la barandilla. Boscha le dedicó una mirada cargada de incomprensión. Sin entender porque Willow se comportaba tan frágil, más de lo usual.

— ¿Te sientes bien? - preguntó cortésmente, un hábito de manual para un miembro de una familia de élite.

Willow salió de su trance.

— Si. - afirmó.

La brujita de los lentes despejó su mente y se dispuso a seguir a su anfitriona.

Llegaron al cuarto de Boscha, una cama gigante para una habitación enorme llena de trofeos y medallas.

— Wouw. - dijo contemplando los premios. - Sabía que eras buena, pero no imaginé que tanto.

"Te odio" Boschlow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora