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Capítulo 4: Un maniático suicida, un enano histérico y una niña.

—Bienvenido a la mafia, Nakahara Chuuya-kun

—Es un honor que me invitaran.

Mori habló desde el escritorio. Estaban en su oficina, ubicada en el último piso del edificio de la mafia: una gran sala oscura, donde solo un punto era iluminado por una tenue luz. Era uno de los lugares de la ciudad donde era más difícil entrar. Solo era posible obteniendo permiso o en forma de regalo de consolación. Mires por donde lo mires, el lugar era impenetrable; reforzado con paredes de un increíble grosor que era capaz de resistir el golpe de un misil.

—Me siento muy honrado de haber sido invitado.

Nakahara Chuuya —líder de esa pequeña organización de niños armados en los barrios bajos— estaba sonriendo sin preocupación. Sus manos estaban atadas con acero, ambos brazos fueron clavados a la silla con cadenas para remolcar grandes barcos y sus tobillos fueron atados al piso con alambres de construcción de material pesado. La vista de alguien que tendría la fuerza de un hombre invencible.

Que asombrosamente fue vencido.

Además de eso estaba siendo retenido por la habilidad de uno de miembros de alto rango.

—Escuché que estuviste presente en el suceso de ayer, fuiste muy valiente al enfrentar a nuestros subordinados. —Mori sonrió desde su escritorio.

—No por mucho tiempo considerando que alguien se metió en mi camino. Desafortunadamente. Estoy seguro que me trajiste considerando el incidente de ese momento.

Chuuya sonrió con una expresión amable.

En ese momento la puerta de la entrada se abrió.

— No te preocupes por eso. —Mori observó a la persona que entró.

—Lamento molestarte... Oye...

Fue Dazai quien había entrado y su cara se distorsionó en una mueca al ver a la persona sentada en la silla.

—Hola. Te estaba esperando, Dazai-kun.

—¡Ah! ¡Eres el mocoso de la otra vez! ¿Cómo te atreves a mostrarte? ¿Quieres que te rompa los huesos?

—Sí, sí, estoy muy honrado de volverte a ver.

—Bien suficiente.

Mori intervino, con un aplauso, levemente preocupado por el desastre que podían provocar esos dos chicos. Dazai, quien nunca podía cerrar la boca, y Chuuya, que parecía querer matarlo. Y todavía faltaba el dolor de cabeza más grande. Esperaba tener la suerte suficiente para que los tres llegaran vivos.

—Podrías dejarnos solos, Randou-kun

El hombre tenía el cabello largo y ondulado.

—No lo recomiendo jefe, este chico es peligroso.

—No te preocupes, tengo a Dazai. Además de tener a cierto conejo viniendo a nosotros.

Las cejas del hombre se elevaron al escuchar la palabra "conejo", después Mori le pregunto a su subordinado si se encontraba bien, mientras que Chuuya se burlaba de que esas no eran ropas para la estación. Randou pidió permiso para retirarse, el cual se le fue concedido.

—Aunque no lo parezca es una persona fundamental en la mafia.

—¿Por qué no empezamos con el trabajo ya? -Dazai habló, ya exasperado.

— Ah...Solo espera un poco más, estoy esperando a alguien.

Mori estiró sus mejillas, mirando a la puerta. El rostro de Chuuya se contrajo y maldijo a Mori por hacerlo esperar.

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