Epilogo

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Epilogo: Un sueño.

Dos años podían marcar una diferencia muy grande en la vida de las personas y, Jane era la prueba de ello. Paso de ser una simple psicóloga, a trabajar como agente del gobierno.

Sabía perfectamente que había sido por su relación con Lewis Carroll, no se sentía completamente bien con aquello, porque sentía que había sido engañada. Hace dos años escucho de aquel hombre sobre la muerte de su hija y, se notaba devastado, pero aun asi le entrego a una niña, de aproximadamente quince años, en mal estado de salud, mientras le recomendaba que la entregara a los agentes del gobierno.

Si no hubiera sentido compasión, su posición no sería tan complicada.

Aquella niña, no era más que una hija ilegítima de una familia adinera, familia que en realidad no quería tener nada que ver con ella y, que para privarla de sus derechos la despojaron de su apellido.

Una niña que no tenía nada, pero lo perdió todo.

Y aun así, el que esa niña viviera, era el acto de amor más grande que había presenciado.

Hace dos años conoció a Alicia (Natsuo, o como sea que se llamase en realidad), una chica que adorada por un padre del que estaba huyendo, una niña extraña que le causaba escalofríos es simple hecho de tenerla cerca, no obstante, había sacrificado su vida por la niña castaña que tenía frente a ella.

―Jane-san, si no tiene nada que decir puedo retirarme. ―hablo, con un poco de hostilidad, pero, ¿Quién se sentirá cómodo con alguien que estaba relaciona con el hombre que la mantuvo recluida por once años?

Había sido entregada como si solo fuera una moneda que podía intercambiar por cualquier cosa, al inicio espero ser aceptada por la familia de su padre, pero en cambio fue arrojada a la calle, mientras negaban su existencia. Así que no tuvo más remedio que tomar el apellido de la familia de la mujer que la abandono al nacer.

― ¿Cuántos años tendrás este año? ―cuestiono la mujer de ojos azules.

―diecisiete. ―titubeo la menor, no comprendía el repentino interés de la mujer.

―Ya tienes la edad suficiente. ―Jane, hizo un ademan para que la chica se acercara. ―Si quieres repuestas de tu existencia, deberías de ir a ver a Sakaguchi-san. ―dijo la mujer, entregándole una carta.

Eran cartas que llegaban cada tres meses, no tenían un remitente, pero todas estaban destinadas a ser abiertas por la chica de nombre Hayami.

Aunque, solo fueran unas pocas palabras escritas en forma de cuentos, poemas o rimas inconexas, Hayami sabía que las cartas venían de su hermana, y bajo aquella ilusión en la que la mantenía la joven psicóloga, ella creía que esa persona volvería.

Pero que equivocada estaba.

La última carta no fue más que un cuento, un cuento inacabado sobre la existencia de un monstruo, o eso quería creer ella, porque el final del cuento era la muerte, y fue entonces, antes de que ella interrogara a la mujer frente a ella, la escucho decirle algo. ―Tu existencia es el acto de amor más grande de un humano. ―murmuro Jane, invitándola a retirarse.

Aquellas palabras, fueron un balde de agua fría, un golpe a la realidad.

No sabia en que momento había corrido, o en qué momento había llegado a la oficina de su jefe, simplemente, actuó por instinto, mientras le gritaba una explicación al hombre que era su jefe, y quien había conocido a su hermana.

―Satō, aunque hagas un escándalo esa persona no volverá. ―las palabras de Sakaguchi, solamente hizo que la menor se alterara más. ―El jefe te acepto en la división porque ella así lo pidió, las cartas que te fueron entregadas, ella las escribió antes de morir.

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