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Capítulo 6: La partida de un juego.

—Hace frío, la ventilación mejora y hace tres veces más frío... Quiero pasar el resto de mi vida como una larva de polilla: enterrada en el suelo.

—Rando-san, si te conviertes en polilla eventualmente saldrás de tu capullo y, si no te mueres de frío, vas a morir por tus depredadores. La polilla no es un animal muy genial para pasar tu ciclo de reencarnación.

En el segundo piso de la mansión, Rando, el casi ejecutivo, temblaba. El lugar estaba destrozado: en el techo había un gran agujero, las vigas estaban quemadas y los escombros esparcidos por todos lados. Cerca de la chimenea, el hombre -cubierto por una manta de color rojo y tiritando por un frío inexistente- tiraba una pila de libros al fuego. Con cuidado, tomó el cuadro de una niña que no parecía superar los quince años.

Era un mafioso relativamente viejo. Había trabajado durante los tiempos del anterior jefe, sirviendo con un poder de élite que, sin mucho esfuerzo podía colocarlo en un puesto de vanguardia. Por desgracia, no fue bien tratado y no tuvo más que un simple trabajo en la esquina. Sin embargo, al comenzar la era de Mori, decidió participar en su régimen y fue nombrado casi ejecutivo, siendo tratado como un igual.

Pero Rando siempre tuvo cuidado.

Memorizó las posibles soluciones y consecuencias que podía traerle unirse a una rebelión, los errores fatales y las vías de escape que podrían mantenerlo seguro y libre de sospecha. Porque mientras más satisfactoria sea la oferta, más peligroso será el pago.

Por eso recuerda la llegada de aquel médico. Un hombre despeinado de voz tonta y poseedor de una confianza estúpida. Hablaba con todos como si fueran compañeros de vida y Rando suponía que ni siquiera tenía donde caerse muerto. En ese momento, él pensó que no duraría ni un mes dentro del negocio; que terminaría en una fosa cualquiera, pudriéndose entre barro y basura como un médico de pacotilla que tuvo la mala suerte de involucrarse con la mafia.

Se equivocó.

Grande fue su sorpresa cuando entendió que se había equivocado

Ahora ese médico barato, que no tenía ni el dinero para comprar una bata decente, que iba a una pobre oficina con sandalias de cuero viejo: se había convertido en el actual jefe.

Al día de hoy, siente que tomó una mala decisión.

Y esa mala decisión se presentaba ahora con una terrible sonrisa, arrodillada a su lado, viendo cómo se quemaba el cuadro —titulado "Saturno devorando a su hijo"— que hace unos minutos él mismo miraba.

Por un breve periodo de tiempo, observó como la boca de la niña se estiraba y sus dientes parecían más afilados.

Igual que un gato sonriente.

—Por casualidad... ¿Cuál era tu nombre?

Ella no se giró a mirarlo, pero Rando podía admirar su perfil brillante iluminado por las llamas de la chimenea. Por un segundo creyó que sus pupilas moradas habían cambiado a un color rojizo... O quizá solo era la luz del fuego.

—Algunos me dicen Natsuo, aunque no te recomiendo que me llames así. Otros me llaman rata... Oh, no pongas esa cara; te juro que es muy normal. Otras veces soy el demonio de la mafia y una parte —juntó sus dedos índice y pulgar hasta que solo milímetros de distancia los separaban—, una muy pequeña parte me dice Mariko.

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