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Capítulo 28: El demonio y el monstruo.

Cierra los ojos,

respira.

No es real si no lo crees.

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Una luna carmesí reinaba sobre el oscuro cielo. Hojas marchitas revoloteaban con el viento para luego descender al suelo. Un aire pesado llenaba las calles, mientras dos adolescentes estaban teniendo una discusión sin sentido en medio de una peligrosa situación.

—Vamos sube. —le ordeno el muchacho por cuarta vez esa noche.

—¡No me subiré a esa cosa! —grito despavorida la fémina.

El muchacho estaba irritado de lo ridícula que era la situación. Ni siquiera entendía porque tenía tanto miedo de subirse a su motocicleta, no era tan descuidado como para tener un accidente o que ella saliera herida.

—No te caerás. —suspiro rendido.

—Aun así, no subiré.

Natsuo se negaba a subirse, claramente no confiaba en las habilidades de conducción del muchacho. Hecho por el cual no habían avanzado en su trabajo desde que salieron del edificio de la mafia.

Llevaban casi una hora en esa situación. Claro no solo por la ridícula discusión, más bien, se vieron envueltos en un tiroteo y tuvieron que encargarse de limpiar la basura.

—Hagamos una apuesta. —dijo Natsuo sonriendo.

—¿Qué? —pregunto confundido Chuuya.

—Si yo gano, te daré lo que quieras. Si me ganas, tendrás que regalarme algo. —exclamo como si fuera la mejor idea que había tenido ese día.

Chuuya estaba terriblemente confundido; acaso no es el perdedor el que tiene que dar algo al ganador, no entendía por qué ella lo había dicho al contrario. Realmente no había caso en tratar de entenderla así que solo se limitó a aceptar aquella ridícula apuesta.

—El que llegue primero a Dazai gana. Tomare el metro. —dijo la muchacha deteniendo su andar y, se volteo al muchacho que ya estaba por partir. —Quiero que me regales rosas, si pierdo. —exclamo sin dejar de sonreír.

—¿Rosas? —cuestiono el muchacho, la petición que ella le hizo.

—Me gustan. —murmuro desviando su mirada.

El rostro de Chuuya se tiño de un leve rojo y, avergonzado paso su mano por el cabello, despeinándolo en el acto, soltó una leve maldición, para luego apuntarla y decirle que le regalaría todas las rosas que quisiera.

La muchacha solo se rio levemente asintiendo, para hacerle prometer que no lo olvidara.

Y luego partieron en caminos diferentes.

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Sus pasos eran lentos y firmes. Frente a ella había un edificio en ruinas, las polillas revoloteaban por todo el lugar, la luz de la luna se filtraba por las ventanas rotas. Observo como las polillas trazaban en su recorrido rutas desconocidas. Intrincadas. Los colores le precedían en el ir y venir de sus alas.

Se detuvo en medio de lo que dedujo era una sala de recepciones y, su mirada subió al candelabro que colgaba peligrosamente sobre ella. El edificio tenía alrededor de diez pisos y, al no haber energía eléctrica tendría que caminar hasta el último piso para encontrar los documentos que Mori pidió.

Maison des tragédies   |BSD|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora