Interludio.

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Interludio: La inocencia de los que se quieren

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Interludio: La inocencia de los que se quieren.

El sufrimiento es una noche de sumisión, una mañana de resignación. ¿Este mundo es el empeño de la resignación? ¿Es el coraje de la soledad?

Así, mi juventud es carcomida por los insectos día a día.

El indigno espera la llegada de alguien, o más bien de algo que no sea humano. El odia a los humanos, aunque quizás simplemente les tiene miedo.

Cada vez que me encontraba con ella, me sentía la persona más falsa del mundo. Aunque en realidad no lo fuera, porque la existencia de aquella niña era lo más falso que había observado.

Cada vez que estoy cara a cara con alguien terminamos diciendo cosas como "¿Qué tal, como estas?", o "¡Estoy bien!", saludando solo para cumplir, y eso me pone tan terriblemente mal que deseo morirme.

Y las personas con las que hablas se ponen a la defensiva sin razón, haciendo cumplidos vagos y vacíos, comentando sentenciosamente impresiones que no tienen nada de real.

Su cautela mezquina hace que te sientas triste.

Y entonces el mundo cada vez es más repugnante y no puedo soportarlo.

La gente intercambia tensos saludos desconfiando unos de otros hasta cansarse, y así pasa la vida.

Y aunque no te gustara encontrarte con la gente, en ese tiempo parecías un pequeño muñeco que llevaría a todas partes, siguiendo mi voluntad.

Pero al final, hiciste estallar la guerra y el ambiente se puso tenso, tanto que empecé a sentirme culpable por quedarme todo el día sin hacer nada. Me sentí angustiado y no podía relajarme en absoluto, hice planes de como matarte en más de una ocasión, y sabiendo que me odiarías, contribuí directamente en tu muerte.

Trabaje tan duro por tenerte entre mis redes, para que al final escaparas sin mirar atrás. Tal vez tu tan añorada venganza fue tu participación en la muerte de mi amigo.

Entonces como poder cumplir la petición de Odasaku de salvarte cuando fui el autor de tu muerte. Simplemente no logre comprender tu propósito, quería creer que no eras humanas, pero entonces sangrabas y llorabas, y luego hablabas como aquel ser que esperaba sentado mientras veía a la multitud pasar.

Parecías haber perdido toda la fe en la vida que habías llevado hasta ese momento.

—Dazai Osamu.
A Natsuo Kirino.

A Natsuo Kirino

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