Capítulo 2 "Dos Lados"

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Era una mañana soleada, los rayos del sol apenas se colaban por las cortinas de la gran ventana, se despertó confundido de no reconocer esa habitación, a su lado vio a las dos rubias de la noche anterior completamente desnudas, de inmediato recordó su estricta regla de no meter a ninguna mujer a su habitación, debían estar en el cuarto de huéspedes, se levantó, se puso su ropa deportiva y se dispuso a ejercitarse en el gimnasio que convenientemente tenía en su lujoso departamento, el último del edificio y el cuál le regalaba las vistas más hermosas de la ciudad; una rubia desnuda apareció en el umbral de su puerta.

-Te extrañamos en la cama rockstar- dijo recargada en el marco de la puerta acariciando uno de sus senos.

-No es mi costumbre estar a esta hora en una cama- respondió fríamente, concentrado en su rutina de pesas.

Apareció la otra rubia cubierta por la camisa que traía la noche anterior, no pudo evitar mostrar en su rostro el disgusto total ante esa escena.

-¿Exactamente qué haces con mi camisa puesta?- preguntó con voz firme e intimidante haciendo que la rubia se ruborizara.

-Pensé que te parecería sexy- dijo nerviosa.

-¡Quítatela!- amenazó el hombre.

La rubia se la quitó de inmediato dejándola en el pomo de la puerta.

-Bien- dijo él-. Si gustan pueden darse una ducha, en la nevera hay comida, fue un gusto Señoritas, ahora si me disculpan- se puso sus audífonos y continuó con su rutina.

Las rubias se vieron confusas, se vistieron y se fueron recordándose una a la otra que así era Santiago Casillas, hombre de una sola noche, sin ataduras ni compromisos con nadie que no sea él mismo y su renuencia a las relaciones amorosas.

Su fin de semana se basó en música y la visita de otra chica a su departamento, pero, a pesar de saborear con locura la piel de esta hermosa mujer de ojos verdes no había dejado de pensar en aquellos ojos chocolate que lo tenían cautivado, en esos labios que lo incitaban a tocarlos con los suyos y, ¿Por qué no? que tocaran otra parte de su cuerpo antes de hacerla gritar su nombre pidiendo más.

El lunes llegó, una intensa rutina de ejercicio y una ducha con agua fría para bajar los estragos del sueño que tuvo con aquella mujer que vio en el bar, se enfundó en un fino traje color negro y se dirigió a bordo de su flamante Aston Martin DB9 Meteorite Silver a lo que sería un día ajetreado según la agenda que revisó por la mañana, iba quince minutos tarde cuando al fin pudo ver el gran edificio donde había logrado conseguir todo lo que tenía ahora, entró a su oficina y se dispuso a cumplir con las actividades agendadas para ese día. Su vida tenía dos lados, en el día un hombre de oficina, entregado a sus responsabilidades laborales y exitoso en su área, de noche un músico rebelde, rockero hasta el alma, la música era su pasión desde niño y desde entonces la ha practicado, su manera de liberar el estrés que le abordaba cada día y de olvidarse por un momento del pasado que lo atormentaba, dejaba el alma en el escenario y era la puerta de entrada a cuanta mujer quería; había aprendido a vivir con ambas facetas a la perfección, consciente de que las dos le dejaban grandes gratificaciones emocionales y económicas.

Todo transcurrió de maravilla, clientes satisfechos, juntas productivas, varios mensajes de mujeres para pasar una noche alocada, "Ya habrá tiempo para ellas" se dijo.

La última junta estaba programada a las seis de la tarde con una nueva compañera de trabajo, la última gerente de esa área era un poco amargada, de mediana edad, se notaba que a su cama le faltaba acción ya que ninguna otra cosa podría justificar su carácter de mil demonios, pensó en alguien con el mismo perfil para ese puesto, estaba bastante estresado para lidiar con el tipo de gente que lo dejaba hablando solo y terminaba aceptando lo que él decía, en la cama eso le fascinaba, tener el control, pero en el trabajo era algo que simplemente odiaba, esa área estaba un poco descuidada y era donde en el pasado se centraban pérdidas por desperdicio de materia prima; absorto en sus pensamientos volteó a ver su reloj cuando entraron por su puerta, marcaban las seis en punto, "Qué puntual" se dijo, él, volteado hacia el gran ventanal detrás de su escritorio escuchó una voz angelical con un toque inocente de sensualidad que lo sacó de sus pensamientos.

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