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Mi boca se abre tanto que creo llegará hasta el piso, y mis ojos; de seguro que mis ojos habrán de enseñar la inmensa confusión que me embarga.

Confusión y una guerra interior de voluntades.
Una, irremediablemente feliz y muriéndose por abrazarlo; mientras que la otra; la que acabó poseyéndome por completo cuándo decidí salir, se golpean fuerte.
Es como si ambas estuviesen en un ring y se destrozaran a puño cerrado para determinar una ganadora.

¿Acaso tuvo el descaro de llamarme "pequeño"?
¿De saltar como un novio celoso a marcar territorio frente a otro chico?
¿En verdad estoy viendo a Emilio, o será que me drogué con el aroma a marihuana en la pista y divago?

Trago saliva como puedo y observo al espejismo que tengo delante. ¡De seguro es eso! Aspiré el olor a marihuana y ahora viajo, deliro, invento a una persona que amo y detesto.

¡Parece tan real que juraría, tiene mi trago entre las manos!

Giro la cabeza a dónde se encuentra el barman y de nuevo inhalo hondo. Automáticamente descarto la teoría de drogas. El chico tiene su rostro completamente desencajado. Sus pupilas están dilatadas y su piel de ser trigueña pasó a pálida en cuestión de segundos.

Está asustado y lo entiendo, hasta yo me sobresalté con esa voz siniestra y posesiva. El autoritarismo y la advertencia lo espantó lo suficiente como para dejar a mi disposición la botella de tequila "Golden", dar la vuelta y alejarse lo más que pueda.

—¿Te comieron la lengua los ratones... Cariño? —ataca, con su característica soberbia y arrogancia —. Porqué no me cuentas —dice elevando el vaso a la altura de sus ojos—. ¿Cinco meses desperdiciándolo en esto? ¿De verdad?

Enarco una ceja y es entonces que mi lucha de voluntades se define: por knock out, la vencedora es mi yo interior furioso.

¡Qué increíble! Tiene la desfachatez de pararse a mi lado y comportarse como si nada ocurriera, como si el tiempo no hubiese transcurrido, como si no existiera un abismo gigantesco separándonos y encima, con el plus de sermonearme.

¡Me reta con ese sarcasmo teñido de petulancia, que se mantiene impregnado en cada partícula de su cuerpo! Con su típico matiz burlón y pedante que odio, y que también me gusta.

¡Pero que en éste preciso minuto, odio!

Resoplo y la indignación cede lugar a la histeria. A que carcajadas histéricas se apoderen de mis cuerdas vocales y ría como si me hubiese contado el chiste más divertido del mundo.

Pillándole desprevenido mi actitud, frunce el ceño. Me limpio una falsa lágrima del rostro y hago un ademán desinteresado en su dirección.

—Si me comieron la lengua los ratones, o desperdicio el tiempo en lo que se me de la reventada gana es tema mío. No te incumbe.

—¡Sí que me incumbe! —masculla achinando la mirada.

Sorbo por la nariz y cuándo consigo tranquilizarme, me encojo de hombros.

<<¡Hoy le toca pagar y no se me podía haber dado mejor, la oportunidad!>>

Inclino la cabeza a un costado y con el fin de provocarlo estiro mi mano al mostrador, agarro la botella de tequila y levantándola, a su salud y su relación que se puede meter en el trasero, cerrando mis ojos, tomo.

Contengo la respiración para no vomitar y trago bastante del tequila, hasta que un gruñido inunda mis tímpanos y sus dedos me sacan de un jalón la botella.

Toso varias veces en tanto deslizo mi índice por la comisura de los labios y me aplaudo en el subconsciente.

¡Lo hice! ¡Rompí la promesa y justo en su propia cara!

Al Mejor Postor || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora