Minutos han pasado desde que ellos abandonaron el dormitorio.
Tal vez cinco, o diez, o quince, no lo sé. Sólo sé que fueron varios.
Unas cuántas vueltas de reloj y de silencio. De abrumador silencio y el resonante tic tac de las manecillas que poco a poco empiezan a desesperarme; porque éste tipo de mutismo en particular no me gusta.
De alguna forma la angustia que envuelve y, oprime todo mi cuerpo me inquieta.
Las palabras de Emilio tuvieron el efecto menos esperado en mí.
No necesitó de un castigo físico, ni de abusos para lastimarme. La dura realidad que nunca quise ver, saliendo de su boca consiguió hacerme estragos.
Un hombre que me conoce más de lo que me conozco a mí mismo. Uno que se encargó de hablarme con sinceridad, frontalidad y la verdad impregnada en la voz. Un sujeto al que aseguro odiar, despreciar, aborrecer, por el simple hecho de decirme lo que nunca nadie se atrevió a decir: lo que realmente soy.
¿Y qué soy?
¡Pues un gran egoísta; un hipócrita; un tonto!
Más lágrimas ruedan por mis mejillas y tragándome el dolor, el enorme dolor muscular, levanto mis rodillas y me acomodo hecha un ovillo en la cama; en su cama.
¡Me siento tan triste!
Y pese a que Emilio tiene razón, no es victimización, sino el sentimiento de soledad que me acompaña desde niño.
Desde que mamá dejó de abrazarme y papá de llamarme príncipe.
Desde que llegaba a casa y nadie me esperaba para preguntarme quién era la niña que me jalaba el cabello en clases, o felicitarme por mi calificación alta.
Calificaciones que bajaron como la temperatura en invierno y de las que ninguno se preocupó.
Adicciones que empezaron no sé cuándo y que ni a Elizabeth o Uberto les interesó.
Besos de buenas noches que se acabaron; conversaciones que simplemente dejaron de ser y años que comenzaron a pasar.
Años de indiferencia, de cambios, de una nueva familia que nunca sentí como mía.
Interminables años en los que el amor que necesitaba no llegó.
Más lágrimas caen a borbotones y hasta respirar se me dificulta.
¡Los odio tanto!
Los odio por haberme convertido en esto; en un témpano de hielo, lleno de miedo y miseria.
Los odio por no haberme querido, por no haberme cuidado y, por no haberme castigado cuándo me urgió el sermón.
Aborrezco a Melany, porque buscando cariño fraternal me afiancé a ella y así me pagó: acostándose con mi novio.
Es demasiado el rencor que les profeso y por mucho que digan, que nosotros somos los responsables de nuestras propias decisiones, yo los necesité y, no estuvieron para mí.
Caminé por la cuerda floja buscando captar su atención y, ¿qué obtuve? ¡Caos!
Una vida caótica donde Niko; mi hermoso Niko, (tres años mayor que yo y, con un pasado de familia ausente similar al mío) me ayudó a salir del pozo y hundirme junto a él, en otro más divertido.
Uno que me hizo olvidar el dolor, la ira, el desdén y bajo litros de tequila percibir la felicidad.
A un año de cumplir la mayoría edad y conseguir el permiso de ingresar a cualquier antro, el experimentado amante de las discotecas, me abrió las puertas a una dimensión fabulosa; a los salones amplios, lleno de luces psicodélicas, incontables tragos y música a reventar los tímpanos.
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Al Mejor Postor || Emiliaco
FanfictionAdaptación. -¡Calidad certificada, belleza exorbitante, y virgen queridos compradores! La puja comienza ahora, con un extranjero de veinte años; la exclusiva pieza del día de hoy. -¡Cien mil dólares!- gritan con alevosía desde el estrado -¡Medio mi...