Amores Primerizos

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VARIOS DÍAS ATRÁS...

EMILIO

Golpeteo los dedos contra el teclado de mi laptop sonriente.

Niego varias veces, largo carcajadas y, levanto la mirada, deteniéndola en la ventana. La enorme ventana que decora mi habitación.

Poco a poco el atardecer se adueña del cielo italiano. La temperatura es agradable, no hace ni calor ni frío y, me fascina.

El clima templado, es mi favorito.

Roma, o mejor dicho, donde sea que esté Joaquín, será mi lugar favorito en el mundo.

— ¡Gitano desgraciado! —Digo entre risadas, al vacío del dormitorio—. Terminaré internado en un centro psiquiátrico por tu culpa.

Relamo los labios e inhalando profundo retiro la silla giratoria en que me encuentro sentado.

Son apenas las cinco y media de la tarde y, el naranja ha comenzado a pintar el cielo. Algo extraño para ésta época del año, que empiece a oscurecer tan temprano.

Me encojo de hombros y levantándome del asiento mullido, que tiene mi espalda destrozada pese a la comodidad de los cojines y posiciones regulables, me dirijo a paso cansado hacia la cocina.

Necesito prepararme otro expreso bien cargado. Es la décima taza que bebo en el correr de la noche, la mañana y la tarde.

No he podido pegar el ojo.

Estoy tapado de trabajo; hasta la coronilla.

Las vacaciones improvisadas que me tomé la semana pasada en las Bahamas ahora me cobran la factura.

El haber perseguido a Joaquín al Caribe me regaló días inolvidables y relajantes, pero también una pila de impostergable trabajo al llegar.

Reprimo otra sonrisa idiota y, lavo el pocillo con abundante jabón. Enciendo la cafetera Dolce y rebusco en el cajón de las infusiones una cápsula más, de café expreso.

Lleno de agua el dispensador y colocando mi elección, espero dos o tres minutos mientras la sobre dosis de cafeína se elabora.

Me recargo contra la mesada de granito que adorna la cocina y la mueca embobada que intento contener se ensancha en mi rostro.

Sin mentir, aún en las sombras y siendo invisible a ojos de ese hombre, fui feliz.

Lo vi reír, comer y beber. Sí, bebió muchísimo, incluso el doble de lo que suele consumir en los antros, pero la diferencia es que en ningún momento lloró.

Disfrutó de largas horas en la playa tomando el sol junto al chillón insoportable de Nikolas, y en resumidas cuentas, se quitó ese estrés que trae su mente un poco embotada.

El dios Afrodisiaco. Así vislumbré a Joaquín en esa estadía paradisíaca.

Un hombre completamente distinto al que me acostumbré a acosar. Uno alegre, que no se preocupó de nada más que el mismo.

Y es indescriptible la sensación que me embargó de pies a cabeza; porque no sólo gocé el estar ahí, acompañándolo sin que lo supiera, sino que lo disfruté de verdad.

Por primera vez, disfruté de mi faceta perturbada y enfermiza.

Me vi como otro integrante más de ese viaje y comprendí que si Joaquín es feliz; yo soy feliz.

Aunque tristemente no pueda ser el motivo de su dicha; si después de demasiados sinsabores visualizo a mi luz en la oscuridad llena de confusión, entonces vale la pena ésta soledad de mierda en la que estoy metido.

Al Mejor Postor || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora