Capítulo 32 - Acercamientos

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Capítulo dedicado a todas las personas que me saludáis al inicio de los capítulos, os amo mucho

32 | Acercamientos

Olivia Audevard

Miércoles, 8 de julio

Como más de una noche, salgo de mi habitación porque me cuesta sentirme cómoda ahí dentro. Han pasado horas desde que vi las dos fotografías que me han devuelto una imagen clara de la sonrisa de mi padre y todavía no sé ni cómo me siento al respecto. Mis pensamientos están más nublados que mi reflejo en el espejo cuando he salido de la ducha.

Esperaba que las imágenes me envolvieran con un dulce cariño, o que me golpearan con el frío dolor de la pérdida, pero no han cambiado nada. No puedo sentir nada hacia ellas y esa es la peor parte, porque mis emociones apenas salen a flote unas horas cuando la intensidad me supera. Luego se hunden, dejándome vacía de nuevo.

Espero sentir cosas que nunca llegan y esa falta de agitación me deja con una profunda necesidad de estar bien que no sé cómo saciar. Una que nunca he podido terminar de llenar y que se mece con el idílico futuro de un apartamento en el centro de una gran ciudad.

Estoy andando por la cocina, con mi cabeza en otra parte, cuando oigo la puerta principal. Teniendo en cuenta que he visto a casi todos mis compañeros de piso en el tiempo que he estado aquí, sé que solo puede ser Asher.

Aun así, la puerta me sobresalta como lo hace cualquier pequeño sonido. Para eso, mis emociones siguen ahí, pinchándome y asustándome con sobresaltos en momentos puntuales vez de envolverme con su velo de forma constante.

La voz se traba en mi garganta antes de saludar, se pierde como me he perdido en el interior de mi cabeza durante gran parte del día. Me hace preguntarme si esa es la razón por la que me quedé sin habla por tantos meses. ¿Fue porque tenía miedo de contar algo como he creído hasta hoy? ¿O fue que el miedo me tenía tan agarrada que me cortaba la voz en cuanto intentaba hablar?

Tomo aire, conteniéndolo hasta que mis pulmones duelen al ver a Asher pasar distraído por el pasillo. Tiene el pelo empapado y una sudadera oscura colgada de su hombro. Trae la mochila de clases colgando de su mano y mueve las llaves con tanta brusquedad que esos golpes de sonidos están repercutiendo en las reacciones de mi cuerpo.

Sé que suena bajo, pero se siente demasiado estridente para mí ahora mismo.

Dejo el aire ir, cierro la mano contra el borde de la isla de la cocina en busca de un punto por el que descargar el malestar y hablo antes de que Asher termine de abrir su puerta.

Me vendría bien una charla ahora mismo, una distracción.

—Sabes que hay duchas en el piso, ¿no? —pregunto.

Asher deja la llave metida en la cerradura de su puerta, pero no llega a girarla.

Sus hombros caen junto a la mochila que deja en el suelo cuando vuelve la mirada hacia la cocina. Sus pasos son lentos hacia aquí y noto que está más empapado de lo que había pensado cuando se acerca.

Llevo oyendo la lluvia golpear el cristal desde hace un buen rato, pero no pensaba que podría mojar tanto a alguien cuando el único tramo que tiene hasta el piso desde cualquiera de las dos estaciones más cercanas es inferior a cinco minutos. Se quedaría en uno o dos de haber corrido.

—No sé si te habrás dado cuenta, pero no hace falta que uses el agua de la lluvia cuando quieras ducharte —añado.

Deja su sudadera sobre la mesa y noto el peso del agua en el golpe.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora