Capítulo 15 - Boat party

17K 1K 644
                                    

Lo prometido es deuda, feliz lunes

15 | Boat party

Viernes, 12 de junio

Olivia Audevard

Paso la tarde con Ansel después de salir del bar. Paseamos por Champs-Elysée, compramos hamburguesas, y nos quedamos sentados en unos bancos frente al Arco del Triunfo a cenar. Ansel se ve más animado a cada minuto que pasa, pero, aun así, se nota en su mirada esa dejadez de antes. Las emociones no pisan sus palabras ni rozan su mirada.

Volvemos al piso con el tiempo justo para prepararnos e ir a la fiesta que él quería. Hemos reservado las entradas desde el móvil y, al entrar al piso, nos encontramos con Yvonne a medio preparar. Ella nos recibe con un vestido de brillantes rojo, descalza, y con el pelo recogido en un alto moño de donde caen sueltos algunos mechones alisados.

—Yvonne viene con nosotros —me avisa Ansel.

Ella dice algo en francés hacia Ansel, lo que hace que él ruede los ojos, quejándose en el mismo idioma mientras ella le empuja hacia su habitación. Yvonne espera a que Ansel abra su puerta y le da un último empujón dentro antes de cerrar. Una vez hecho, me mira, ladea un poco la cabeza, y hace un gesto que me avisa de lo que quiere decir: Maquillaje.

Entendiéndolo porque no es la primera vez, voy a por mi maquillaje y la sigo al baño que ella comparte. La veo terminar de plancharse el pelo a través del espejo mientras yo me maquillo. Al corrector, rimel y pintalabios rosado o cacao que uso durante el día, les añado una base, sombras e incluso un rápido delineado. Es Yvonne quien me presta un pintalabios sin tener que preguntar, uno rojo oscuro que va más acorde con la noche. Después, mueve las planchas del pelo hacia mí y, sin tener que entendernos con palabras, dejo que las pase por mi pelo. Ya lo hizo la última vez y, como entonces, se queda mirando mi pelo unos segundos como si le gustara.

El tinte ha destrozado mi pelo. Ahora se mueve sin vida, liso en la parte de arriba y ondulado a medida que cae, como si las puntas estuvieran tan secas y rotas que no pudieran mantener su brillo ni forma por más tiempo. Lo noto, áspero contra mis dedos. Da igual cuánto lo hidrate, siempre se ve como si hubiera pasado los últimos dos meses viviendo en una isla donde el calor y la sequedad han destrozado lo que quedaba de mi pelo. El color, según mi madre, es bonito. He tenido años para ir aclarándolo hasta que todo lo que me queda por hacer es repasar, pero, por muy bonito que pueda llegar a quedar recién lavado, tratado, peinado y planchado, sigue roto. Es el más claro reflejo de cómo me siento.

—Et voilà—dice con suavidad al terminar. En vez de alisarlo, ha marcado los tirabuzones, peinándolo antes para dejar que se vean más sanos y brillantes. No sé qué dice después, pero lo interpreto por algo como "Ha quedado bien".

—Merci. Voy a cambiarme —aviso y tiro del tirante de mi camiseta básica para hacerme entender.

Una vez en mi habitación, meto el taser en un bolso de mano rojo, justo entre mi cartera -sin la tarjeta de crédito-, y el móvil. Cambio mi ropa por un body de encaje negro, el más revelador de los que tengo y que más me gusta cómo queda con los pantalones de tejido negro tan brillante como la seda que me pongo. Las sandalias de tacón que me pongo no son mías, una conocida me las prestó antes de tener que irme corriendo meses atrás y no tuve tiempo de devolvérselas. Ahora, como el bolso rojo, da un toque de color con su estampado animal a tanto color oscuro.

Saco, también, un colgante dorado largo que guardo en mi mano hasta que salgo a mi habitación. Ansel e Yvonne están en el pasillo cuando llego, ella con altos tacones puestos y atando la camisa de él mientras hablan.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora