Capítulo 1 - Nuevo comienzo

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1 | Nuevo comienzo

Olivia Audevard

Nunca me han gustado los viajes largos.

Estoy segura de que se debe a que nunca un viaje largo ha sido precedido por algo bueno en mi vida. Quizás, cuando era muy pequeña, hice alguno con mis padres, pero si fue así no lo recuerdo. A día de hoy sólo soy capaz de unir un viaje largo con traslados. Eso nunca es agradable.

Esto se siente como otro aunque, por una vez, es algo voluntario.

Desbloqueo mi móvil para comprobar en Google Maps que el taxi está yendo hacia la dirección que le he dado antes de volverme hacia la ventanilla. Apoyo la barbilla sobre mi mano, encontrándome edificios de tonos arenosos con grandes ventanales y cuidados balcones al otro lado. El ruido de los coches y pitidos se oye a través de los cristales cerrados. El tráfico es lento, pero ya no queda mucho. En unos minutos, estaré en mi nuevo piso.

Piso compartido, pero mi piso después de todo.

Vuelvo a mirar mi móvil, esta vez para decirle a mi madre que estoy cerca y que la llamaré en cuanto me instale. En Minnesota todavía debe de ser de madrugada, pero ella está despierta igualmente, dudo que haya pegado ojo en toda la noche. La entiendo. Esta es la primera vez en la que ella y yo nos separaremos desde que mi padre murió y sabemos lo que puede significar. Esa es la razón por la que la abracé con tanta fuerza antes de irme, aferrándome a ella en ese aeropuerto rogando que nos volvamos a ver.

Irme ha sido una de las cosas más duras que he hecho. Al mismo tiempo, es una de las decisiones de la que más segura he estado. Llevo más de diez años trasladándome tanto que no estoy segura de haber sentido alguna vez que tengo un hogar. He cambiado tantas veces de nombre o apellido que encuentro confuso entender quién soy. Estas diez semanas, este programa de verano, es algo que en cierta forma necesito. Quiero estar sola mientras todavía puedo, saborear la "libertad" por una vez. Eso es lo que le he dicho a mi madre aunque, si soy sincera, la razón por la que quería esto es porque estoy cansada.

No sabría decir si estoy emocionada o aterrada cuando el taxi para. Mando un rápido "Estoy abajo, en la puerta azul" mientras el hombre saca mis maletas y, luego, todo lo que puedo hacer es esperar mientras veo el taxi marchar.

Con cuidado de no dejar mis cosas desatendidas, me asomo bajo el toldo de Le Petit Palais para poder ver un poco del restaurante junto al que está mi piso. El olor que llega me tienta a entrar, sobre todo tras tantas horas de vuelo con comida que a duras penas he llegado a tocar.

Casi lo hago.

Es cuando estoy dando un paso en esa dirección que se abre la puerta del edificio. Del portal sale un chico alto y delgado, con el pelo oscuro desordenado sobre su frente y una camisa de flores a medio cerrar.

Le reconozco por su foto de perfil de Facebook.

—Tú debes de ser Ansel —digo.

Pasa una mano por sus ojos, como si la luz del sol le molestara. Quizás se acaba de despertar. Teniendo en cuenta que ha bajado con una chancla diferente en cada pie, me lo creo. Aunque son las diez de la mañana todavía, es comprensible.

—¿Olivia? —pregunta.

—Sí.

Tarda dos segundos en aceptarlo, en reconocerme, y no me extraña. No tengo foto de perfil en Facebook, lo que sé que dificultó todo el tema de unirme al piso de estudiantes compartido que tenían. Tuve que mandarles el dinero por adelantado para que me dejaran firmar el contrato porque no parecían confiar demasiado en mi perfil. Entre eso y algunas llamadas telefónicas, conseguí unirme. Esto es mucho más barato que las residencias, sobre todo porque apenas dos residencias aceptaban tenerme menos de seis meses y las dos me pedían más de mil euros mensuales por ese "favor".

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora