Capítulo 13 - Golpe de realidad

17.5K 1K 414
                                    

13 | Golpe de realidad

Viernes, 12 de junio

Olivia Audevard

Parto otro trozo del pastelito. Me habría gustado algo con más chocolate, pero la fila ha avanzado tan rápido que, para cuando ha sido mi turno, apenas he podido leer más de dos nombres de los pastelitos que había al otro lado del cristal. He terminado pidiendo el pastelito cuyo nombre más fácil me era de pronunciar: "Paris-New York". No está nada mal, aunque había visto unos pasteles completamente de chocolate que me han dejado con ganas.

    Apoyo la cabeza contra la pared. El respaldo de la silla es bajo y yo he rechazado la mesa frente a la ventana porque no quería dar la espalda al resto del local. He visto la mesa cuando tenía el pastelito y el vaso de agua en mis manos, podía vislumbrar la pirámide grande del Louvre tan clara a través del cristal que he parado para poder apreciarlo mejor. No he sido capaz de sentarme ahí, no podría haberme quedado tranquila de hacerlo. En vez de ir hacia ahí, he ido a una mesa en el rincón. Todavía alcanzo a ver la ventana, pero apenas puedo ver la cima de la pirámide.

    Miro al móvil cuando mi madre me responde el mensaje. Siempre aviso antes de llamar para no preocuparla y, una vez tengo su respuesta, marco su número. Oír su voz al otro lado es tranquilizador.

    —Hola, cariño —saluda con voz suave.

¿Cómo expresar la forma en la que esas palabras parecen acunarme? Hablar con ella es extraño, me gusta y lo odio al mismo tiempo. Me relaja pero me hace recordar. Es como agarrar una cuerda que desgarra tus manos pero que es lo único que te separa de caer al vacío. La misma dulce angustia que me provoca recordar.

    —¿Qué tal estás por allí? —pregunta—. ¿Qué has hecho hoy?

    —No mucho, estoy en el Louvre.

    —¿En el Louvre? —Para—. Hazme una videollamada y así lo veo también, la última vez que estuve allí...

    —Fue con papá en vuestro viaje de bodas, lo sé.

    Me siento algo mal ante su silencio, no quería interrumpirla, pero oírla hablar de mi padre de la forma tan fría en la que suele hacerlo me da escalofríos. Ella parece haberse separado de la versión de sí misma que existía cuando mi padre estaba vivo, como si lo que pasó hubiera sido tan doloroso que hubiera provocado una disociación.

    Parto un trozo más del pastelito y lo meto en mi boca. Es pequeño, circular y, por lo que he estado viendo por París estos días, barato para ser una tetería de lujo. Lo que me recuerda que no le he dicho exactamente dónde estoy.

    Me aclaro la garganta para relajar la tensión.

    —No estoy exactamente en la parte del museo —aclaro—, estaba buscando la siguiente sala de la zona egipcia, me he perdido, he terminado en los aposentos de Napoleón y ahora estoy en Angelina comiendo mientras pienso en cómo encontrar la salida. —Casi sonrío al terminar—. Aunque, con lo difícil que es orientarse por aquí, ¿quién sabe? Quizás tengo que hacer noche junto a la momia. Claro que para eso antes tendría que encontrarla, ¿puedes creer que hay una momia real aquí?

    Eso era justamente lo que estaba tratando de encontrar al perderme.

    —No bromees con eso, perderse no es gracioso —dice con cierta dureza.

    Casi olvido que esos comentarios no son algo bien recibido por su parte.

    Paro un momento para poder asentarme, para olvidar que la forma en la que me he aislado aquí no es algo a lo que debo acostumbrarme. Hablo con poca gente, me muevo sola por la ciudad y apenas converso más de lo necesario. He encontrado tal tranquilidad en poder tener tiempo donde ser yo que había olvidado que no es lo que debo hacer y, ahora, con mi madre, he dejado ir mi carácter como un desliz.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora