Capítulo 36 - Cosas de hermanos

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¿Reconocéis quién está en multimedia? : )

36 | Cosas de hermanos

Asher Bremen

Jueves, 9 de julio

Harvey y Daphne están sentados en la mesa del fondo cuando llego. Aparezco a tiempo de ver cómo ella estira la mano intentando deslizar el cristal que cubre la exposición de botellas. Lo hace con cuidado mientras Harvey alterna la mirada entre ella y el resto del local. No sé qué le dice, pero no parece estar desanimándola.

Las botellas, expuestas contra el espejo del rincón y protegidas tras un cristal, llevan aquí desde siempre. Probablemente estén llenas de agua y sea solo por decoración, pero admito que, como Daphne ahora, me he sentido tentado muchas veces a hacer lo que ella y llevarme una aunque sea como recuerdo. Claro que André, amigo de Harvey de la universidad y quien nos reserva la mesa redonda cada martes y jueves a las siete y media, se daría cuenta de inmediato de qué grupo ha podido ser el que se la ha llevado.

Lanzo mi chaqueta sobre el sofá en forma de "u" cerrada que envuelve la mesa del rincón.

—¿Entretenida? —pregunto en francés al sentarme.

Daphne deja la mano caer y sus tirabuzones pelirrojos cubren gran parte de su rostro cuando vuelve la cabeza sobresaltada. Harvey rompe a reír al verlo, lo hace justo antes de empujar un vaso de cerveza hacia mí. Antes, cuando yo era menor, Harvey y Lucien solían pedir en algunos bares y restaurantes algo de beber con alcohol para mí, ahora Harvey sigue haciéndolo algunas veces porque le parece divertido marcar que es mayor que yo.

—Me has asustado —se queja Daphne en el mismo idioma.

Siendo francés el idioma que tenemos en común, es el que hablamos siempre entre nosotros. Además, quitando Harvey, el resto apenas conoce dos o tres frases. Jamás olvidaré a Lucien diciendo "Yo soy veinte años" a toda persona que conocía en una fiesta internacional a la que fuimos.

Fue el verano pasado y ni Harvey ni yo le corregimos en toda la noche.

—Estabas intentando robar una de esas. —Hago un gesto hacia las botellas y, con el pie, empujo la silla de madera que hay entre ambos extremos del sofá para que quede más lejos de mí y no me moleste. Siempre me siento en el rincón, es más fácil irme cuando alguien me harta—. De nada por ser un buen ciudadano e impedirlo.

—Lo dices como si tú no te hubieras llevado una docena del vasos de este mismo lugar —me recuerda Harvey. Se termina su vaso y pasa un brazo sobre los hombros de Daphne—. Nunca creí que te vería llegando pronto sin que sea porque estás con un humor de perros y quieres estar sin nosotros un rato.

—Llego pronto porque el imbécil que tengo por amigo no estaba ahí para hacerme perder el tiempo.

Al igual que Harvey solía venir directo de la Sorbonne cuando todavía había clases, Sammuel y yo solemos pasar las horas entre nuestras clases y estas salidas fuera. Lo que quiere decir que, más de una vez, estamos en el otro extremo de la ciudad cuando es hora de venir y, como la puntualidad nunca ha sido mi prioridad, es seguro decir que rara vez hemos llegado a la hora.

Harvey mueve el vaso frente a él.

—¿Sabes si viene? No ha contestado en el grupo —dice.

—Lo dudo.

Daphne pasa los dedos por la planta de plástico que hay junto a las botellas.

Harvey parece a punto de decirle que pare, probablemente recordando la vez en la que nos distrajimos y ella tiró por accidente la planta. La maceta, dura y blanca, golpeó a una de sus amigas en la espalda. No recuerdo el nombre de ella, pero no la he vuelto a ver sentada en el sofá desde entonces, ahora suele elegir la silla de madera cuando se pasa. Nadie la culpa. Daphne suele tener la mala suerte de romper casi todo lo que toca, algo de lo que Harvey está curado porque ya ni siquiera se sorprende cuando ocurre algo así. La última vez que salimos y que ella rompió una barra de una barandilla (nadie sabe cómo) ni siquiera preguntó.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora