Capítulo 37 - Mix club [Parte 1]

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37 | Mix Club [Parte 1]

Olivia Audevard

Viernes, 10 de julio

Salir esta noche no ha sido mi mejor idea, y no me ha hecho falta terminar sola en un rincón de la discoteca para darme cuenta de ello. Sin embargo, así es como he terminado antes de la una de la mañana. Sola, apoyada en la pared más lejana al DJ para que mi cabeza no estalle, y con una de tantas consumiciones que le he arrebatado a Ansel en la mano.

De no ser porque ha pedido ron, estaría bebiendo.

Las primeras horas han ido bien. Ansel y yo hemos pasado temprano por casa de Isaac para beber, cenar y jugar a "Cartas contra la humanidad" con su grupo. Esa parte ha sido divertida, sobre todo cuando Ansel ha decidido echarse una siesta tras su tercer vaso de ginebra y sus amigos han empezado a llenarle de chucherías para perros que Nando, el Russell Terrier de Isaac, ha estado mirando con envidia durante largos minutos.

En un momento dado, el perro ha llegado a subirse al sofá, harto de esperar a que Ansel se moviera y más golosinas cayeran al suelo, y yo he apretado tan fuerte el brazo de Ansel al verlo que él se ha despertado solo para quejarse. Ese movimiento unido a un "Nando, ¡no!" de Isaac ha hecho que Nando volviera a su cuna a morder un juguete naranja con forma de estrella, cosa que he agradecido con fuerza desde entonces. Los perros no son mi fuerte, especialmente los pequeños.

Cuando hemos salido de allí para ir a la discoteca, la cosa ha cambiado.

El frío, más propio de un noviembre en Minnesota que de julio, ha empujado contra la fina tela de mi gabardina y ha atravesado mis pantalones y camiseta nada más hemos pisado la calle. Sé que ese no es la clase de "instinto" del que dice Ramírez que he de fiarme, pero eso no cambia que mi primer pensamiento al salir y sentir el frío haya sido: "No va a ser una buena noche".

Claro que, más que por el frío, ha sido por haber visto a Ansel ya tan ebrio sabiendo que acostumbra a desaparecer cuando llega a ese punto. Justamente lo que ha hecho.

Mientras estábamos en la fila, Ansel se ha apoyado en la pared del local y, al darse cuenta de que se había olvidado su mechero, le ha parecido más lógico preguntar a un grupo de desconocidos que a sus propios amigos. No ha llegado a tener tiempo suficiente para fumar porque han abierto las puertas de la discoteca, pero eso no quita que haya tenido tiempo de entablar una dinámica conversación con una de las chicas del grupo de desconocidos.

Curiosa, he estado observándoles. He sonreído al ver que parecían cómodos con el otro porque, desde que Ansel me habló de Colette, todo lo que quiero es que consiga que ella se vaya de su cabeza. Quiero verle feliz, con alguien que le valore como él necesita, o, al menos, alguien que le ayude a pasar página.

Ansel ha entrado conmigo al local para no dejarme sola, pero, tras media hora dentro, se ha ido a por una consumición y no ha vuelto a quedarse con nosotros. Aunque le hemos visto en cada una de sus idas y venidas.

Ha sido preocupante, a decir verdad, verle aparecer con pasos cada vez más torpes y con distintas consumiciones en su mano todas las veces. Llegado a un punto, he empezado a quitarle los vasos por precaución. He aprovechado que él me dejaba probar todas las veces para dárselo de forma disimulada a otro de sus amigos y distraerle respondiendo al "¿Todo bien?" que me preguntaba cada vez que se acercaba.

Ansel venía con una consumición, me la dejaba, se distraía, besaba mi mejilla, y se iba sin ella.

El tercer vaso que le he quitado, sigue en mi mano. Los hielos se han derretido casi por completo y presiono el cristal contra mis labios para ahogar un suspiro.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora