Capítulo 7 - Las Catacumbas de París | P1

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7 | Las Catacumbas de París | P1

Sábado, 6 de junio

Olivia Audevard

Vuelvo al piso con pasos lentos y pesados por culpa del cansancio. Tengo el pelo suelto para que pueda secarse un poco con la cálida mañana y la americana cuelga de mi brazo desde que bajé del Uber cerca de la estación. No me averguenza decir que, salvo si es necesario como fue al venir con maletas, no voy a dar mi dirección exacta. El Uber me ha dejado en Gare des Invalides y, de ahí, doy un corto paseo hasta el piso.

Debería haber desayunado con Thomas. Él ha preparado algo mientras yo me duchaba, pero tenía tantas ganas de llegar a mi piso y dormir que me he despedido rápido. Ahora mi estómago se queja de vuelta.

La puerta de madera azul del edificio cruje un poco cuando la abro y mis pies duelen en exceso al empezar a subir las escaleras. Antes de quitarme los tacones, me decido por meterme en el ascensor haciendo caso omiso de las advertencia de Ansel porque, ¿cuál es la probabilidad de que el ascensor se pare justo ahora? Baja, muy baja.

Pulso el botón de mi piso, pero, según la pantalla, el ascensor para en el segundo piso en su lugar. Me echo a un lado para que quien sea entre y mis pensamientos empiezan a mezclarse cuando las puertas no se abren. Le doy al botón de abrir puertas, luego de cerrarlas, pulso el dos esperando a que, aunque sea, me deje salir aquí y, cuando no consigo nada, presiono mi piso de nuevo.

No se mueve.

—Esto no está pasando —murmuro.

Presiono el botón mi piso con fuerza de forma contínua como si eso fuera a arreglar algo. Claro que no lo hace. Luego empiezo a darle a todos los botones con rabia y, rendida, pulso la alarma. No me hace ninguna gracia que no suene. Nunca antes se había parado un ascensor en el que yo iba así que no sé si la alarma debe sonar para advertir a los vecinos o si, en cambio, activa algo en las pantallas de personas de la empresa que lo haya instalado. Sea como sea, sonar, no suena.

Así que la presiono un par de veces más por si acaso.

¿Qué dijo Ansel? ¿Que se arreglaba solo? Paso una mano por mi rostro, con ganas de meterme entre mis mantas antes de que sea demasiado tarde como para poder dormirme de nuevo.

Generalmente y si no hay detonante, si es un día normal, podría dormir cuando quisiera donde quisiera si se dan las condiciones: silencio y oscuridad. No necesito siquiera algo cómodo, incluso podría dormir en el suelo durante largas horas, pero necesito esas dos cosas. En cuanto oigo voces o pasos las alarmas saltan en mi cabeza y me despejo de golpe, tal y como me despierto si alguien se acerca a mí mientras duermo, es como un sexto sentido que los años han afilado. Por eso, esta mañana, tras solo una hora de sueño, me he levantado de la cama de Thomas, me he duchado porque no llevo bien sentirme sudada y he vuelto con la intención de estar en mi cama antes de las diez y, con suerte, dormirme antes de que el resto empezase a despertarse y hacer ruido.

La del jueves ha sido mi primera noche durmiendo al fin y ahora necesito más de eso. En cuanto el estrés de los primeros días en un nuevo lugar desaparece, el sueño empieza a golpearme de forma normal. Ahora, por ejemplo, estoy agotada aunque, por desgracia, eso desaparecerá como mis pensamientos se agiten demasiado.

Por ahora estiro mi americana sobre el suelo y me siento ahí. Dejo mis tacones a un lado para poder apoyar los pies sobre la tela oscura. Poner los pies de nuevo en terreno plano es peor que mantener los tacones puestos.

Ansel dijo que se arreglaría solo, así que lo que me queda es esperar.

Por desgracia no tengo ni batería para pedir ayuda o entretenerme, usé lo poco que quedaba para asegurarme de que el Uber no se desviara del camino. Tampoco puedo decir que me arrepienta de eso.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora