CAPITULO 7

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—¿Que es eso Serena?— le pregunté nuevamente, y es que a decir verdad, cualquier tipo de situación que ella refiriera estaba un poco lejos de causar una lesión de ese tipo y específicamente en esa zona.

—¿Que no escuchaste que fue un accidente?— Seiya hacia su aparición detrás de nosotros —¿Que demonios estás haciendo aquí? ¡Te dije que no quería que salieras de la habitación mientras este sujeto estuviera aquí!— Seiya se dirigía a Serena con un poco de furia tanto en su mirada como en sus expresiones.

—Seiya... Yo... Solo vine por agua... No era mi intención salir de la habitación— ¿Que rayos era todo esto? Aquí había algo mal. No me di el tiempo suficiente para conocer del todo a Serena, pero por lo poco que pude ver en nuestra época de adolescentes, ella era una chica alegre, despreocupada y sin miedos, y ahora estaba aquí, delante de mí  hermano,  completamente atemorizada y sumisa. Definitivamente no era nada parecida a la Serena que yo conocí.

—¡Espera Serena!— le hablé para detener su andar ante las palabras de Seiya —respóndeme algo ¿Esas marcas en tu brazo te las hizo mucho hermano?— tal vez tenía poca experiencia como médico, pero aún así, en mi corta carrera había presenciado algunas situaciones en las que algunas mujeres llegaban con un pequeño golpe y tiempo después regresaban casi al borde de la muerte con lesiones graves provocadas por sus propias parejas. Solo esperaba que este no fuera uno de esos casos.

—Darien ¿Por qué no te ocupas de tu novia y dejas en paz a la mía?— Seiya nuevamente habló para evitar que Serena respondiera algo.

—¡Serena! ¡No tengas miedo! ¡Puedes confiar en mí! Cualquiera que sea tu respuesta yo puedo ayudarte— nuevamente le hablé, con un suave y tierno tono de voz, esperando alguna reacción en ella, pero efectivamente, ella me rechazó.

—Todo está bien Darien. No pasa nada, solo choque contra la esquina del librero, eso es todo— ella se había expresado de forma tranquila, así que quizás estaba diciendo la verdad.

—¿Estás contento ahora?— Seiya me preguntaba con un tono burlesco, como si estuviera seguro de haberse salido con la suya.

—Sí, lo estoy— le respondí con la misma seguridad fingida que el empleaba, aunque la verdad es que la duda invadiría mi mente hasta no tener la certeza de que efectivamente todo estaba bien entre ellos, y más que por Seiya, por Serena.

Después de lo acontecido regresé a mi habitación en donde Michiru me esperaba impaciente por mi tardanza.

—¿Que pasó? ¿Está todo bien Darien? ¿Le sucedió algo a tu mamá?

—No Michiru, no le ha pasado nada, de hecho ni siquiera fue ella la que hizo ese ruido.

—¿Entonces?— me preguntaba confundida.

—Era Serena— le respondí.

—¿Serena? ¿Que está haciendo Serena aquí? Lo digo por la hora ¡Es casi media noche!— su semblante de confusión había cambiado por uno de sorpresa.

—Pues resulta que ella vive aquí.

—Eso no puede ser posible Darien, llevamos algunos días aquí y nunca la hemos visto.

—Al parecer Seiya le pidió, bueno, más bien le exigió que no saliera de la habitación mientras yo siguiera en la casa.

—¿Acaso tu hermano está mal de la cabeza? ¿Cómo puede prohibirle una cosa como esa? Es una verdadera lástima que ella sea tan débil como para dejarse manipular por un sujeto así.

—¡Eso no es lo peor!— con mi expresión, Michiru había quedado aún más sorprendida de lo que ya estaba.

—¿Hay algo peor?— me cuestionó mientras yo solo asentí con la cabeza.

—No podía ver bien por la oscuridad, pero podría jurar que tenía unas marcas en su brazo izquierdo.

—¿Marcas? ¿Que clase de marcas?

—Pensarás que estoy loco, pero creí que eran moretones.

—¿Piensas que tú hermano le este haciendo algo a Serena?

—No lo sé, pero creo que por ahora lo mejor será no volver a Londres— le dije sin pensar en lo que ella opinaría. Siempre tomábamos nuestras desiciones en pareja, consultando lo que él otro pudiera desear y llegábamos a acuerdos, pero esta vez yo estaba eligiendo por ambos. A pesar de eso, Michiru era una mujer muy comprensiva y segura de nuestro amor, por lo que no tuvo ningún problema en apoyarme con esto.

—No se que pretendes Darien Chiba, pero sabes que estoy contigo en todo.

—Michiru, no quiero que pienses que esta desición es solo por Serena, sino también por mi madre. No quiero irme sabiendo que le dejaré un montón de problemas y preocupaciones. Su edad, su salud y sobre todo, su estado de ánimo no están como para estar resolviendo los conflictos de pareja de mi hermano y su novia. Te prometo que en cuanto resolvamos este asunto volveremos a casa.

—Sabes que siempre te apoyaré en cualquier desición que tomes, y también se que tú familia es muy importante para ti, así que si esto te hace feliz, por mi no hay ningún problema— ella se acercó, me rodeo con un tierno abrazo y colocó un beso en mi frente para reafirmar su aprobación ante mi petición.

Después de toda nuestra charla, ambos nos acostamos para descansar, aunque con tantas cosas en mi mente ni siquiera pude conciliar el sueño. Estaba divagando entre tantos pensamientos que no me di cuenta de la hora y ya había amanecido.

—¡Buenos días mi amor!— Michiru giraba su cuerpo y me besaba la mejilla —¿Cómo amaneciste?— era la pregunta que siempre nos hacíamos al ver qué teníamos un día más frente a nosotros. Sin excepción, la respuesta siempre era positiva, aunque este día fue distinta.

—¡No pude dormir!

—¿Sigues pensando en Serena y tú hermano?

—Michiru, yo... No quiero incomodarte, es solo que me preocupa que la esté pasando mal— le respondí tratando de parecer lo más natural posible, y es que en el fondo estaba muy confundido. Tenía a mi lado, compartiendo mi vida a la mujer más hermosa con la que hubiera podido soñar, aquella que todo mundo admiraba y deseaba tener, y yo que era dueño de todo su ser me encontraba pensando en alguien más.

—No te preocupes Darien, ya te dije que yo confío plenamente en ti. Sé muy bien que Serena fue tu gran amor de juventud, pero dicen por ahí "lo que no fue en tu año no fue en tu daño", así que si estás conmigo es por algo ¿No? Deja de darme explicaciones que no necesito ni te he pedido. A menos que tú me des un motivo real y maduro para desconfiar nunca lo voy a hacer ¿Entendiste?— lo dicho, Michiru era una mujer excepcional.

Tan pronto como me duché, salí rumbo al hospital de la localidad. Debía arreglar todo el papeleo para que las plazas que ocupábamos Michiru y yo en Londres fueran transferidas a la plantilla de trabajadores de Tokio y tuviéramos una actividad en qué ocuparnos
mientras se resolvía todo este embrollo, el cual, por cierto estaba a punto de hacerse más grande, ya que en vez de ayudar solo empeoraría las cosas.

La novia de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora