(Narra Serena)
No recuerdo cuando fue la última vez que tomé una desición por mi misma. Desde niña siempre estuve reprimida.
—No corras, no grites, no hables si no te lo autorizan, no opines, no te opongas, no desobedezcas— eran solo pocas de las cosas que mi madre me inculcó durante el poco tiempo que la tuve en mi vida.
No, no ,no, siempre no. Una palabra que marcó mi vida desde que era muy pequeña.
Durante mi vida en Estados Unidos fui educada desde la comodidad de mi casa. Nunca pude asistir a una escuela Pública, no tuve amigos, no disfruté de lo que hace una niña normal. Salir a jugar en el parque público, correr bajo la lluvia o saltar en los charcos de lodo fue algo que nunca tuve la oportunidad hacer.
Si ya de por sí llevaba una crianza estricta, esta se enfatizó cuando mi madre perdió la vida y me quedé al cuidado de mi padre, quien además de reprimirme me mantenía aislada del mundo.
Siempre se la pasaba atrapado en el trabajo y me dejaba sola en casa, bajo llave, según sus propias palabras, para evitar que algo o alguien pudieran hacerme daño.
Al principio no entendía mucho a qué se refería, pero tiempo después me envió con mi tía a Japón sin decirle nada a nadie y en el más completo anonimato.
Fue entonces cuando se me reveló la verdad tras esta vida deprimente que siempre llevé.
En mi país de origen, mi padre era un reconocido economista, llevaba las finanzas de una empresa muy importante, pero cuando su ambición lo llevó a cometer un millonario fraude con la gente equivocada, se expuso él y me expuso a mi, por lo que en su deseo de protegerme me alejó.
Desde ese día no supe más de su vida, borró su número telefónico, y todo rastro que me llevara a tener algún tipo de contacto con él.
Al llegar a Japón, ya como toda una adolescente, comencé a llevar una vida normal. La hermana de mi difunta madre me trataba muy bien, y por primera vez supe lo que era tener libertad, conocer personas y tener amistades, fue así como llegué al colegio Mugen, una exitosa escuela de nivel preparatoria en la que logré obtener una beca gracias a mis buenas notas.
Fue ahi donde los conocí, dos hermanos tan distintos uno del otro que me cambiarían la vida para siempre. Por un lado estaba el chico rebelde, popular, deportista y divertido, el vanidoso Seiya Kou. Del otro lado, estaba el muchacho tímido, serio, callado e intelectual, Darien Chiba.
Estaba apenas aventurándome a descubrir el mundo, era inexperta e inmadura, por lo que no era capaz de ver más allá de lo que las personas mostraban, y fue así como terminé creyendo que Darien era un sujeto al que le gustaba utilizar a las chicas para su propio beneficio en juegos y apuestas y terminé enfrascándome en una relación conflictiva con el chico incorrecto, mientras que quien había sido acusado injustamente partió con rumbo a Londres para realizar su mayor sueño, especializarse en ciencias médicas.
Al principio de nuestro noviazgo, Seiya era un poco atento, pero al cabo de unos días empezó el tormento. Poco a poco comenzaba a elevarme la voz, hasta el punto en que dejó de importarle si lo hacía en privado o en público. Toda la libertad que había conseguido al llegar a esta ciudad se esfumó en un abrir y cerrar de ojos cuando comenzó a prohibirme el hablar con mis amigos, incluso el solo hecho de tenerlos era una falta grave.
Afortunadamente él no podía hacer mucho sobre mí, pues estaba de por medio mi tía, a quien desde luego, él siempre le daba una cara muy distinta a la que a mí me mostraba todos los días.
Estaba harta de ese comportamiento que Seiya tenía hacia mí. Si bien es cierto que el era mi primer novio y no tenía experiencia alguna en el amor, estaba consciente de que una relación no debía ser así, así que me armé de valor y le dije todo lo que pensaba para finalmente dar por terminado nuestro noviazgo.
Un desafortunado día, la hermana de mi madre fue diagnosticada con una extraña enfermedad que gradualmente la fue consumiendo hasta que llegó el trágico momento en que falleció, dejándome completamente sola.
Estaba destrozada, necesitaba de alguien que me apoyara y me diera consuelo, fue entonces cuando él volvió a aparecer en mi vida. Seiya me había buscado diciéndome que estaba avergonzado por todo lo sucedido entre nosotros y me pidió una segunda oportunidad a la que en un principio me negué, pero era tanta su insistencia y sus atenciones que en realidad parecía arrepentido, así que después de un tiempo de hacerme la difícil acepté retomar la relación.
La ausencia de mi tía en la casa era muy difícil de superar, había días muy malos en los que la tristeza me consumía por completo, así que decidí aceptar una propuesta que el recién cambiado Seiya me propuso, acepté mudarme a su casa para no sentirme sola.
Aún recuerdo la primera noche que pasé en esa casa. Llegué, y afortunadamente fui muy bien recibida por su padres quien no tuvieron objeción alguna en qué Seiya y yo compartiéramos su habitación, eran unas personas muy abiertas, y confiaban en que ambos seríamos bastante responsables.
Para ese entonces, Seiya había logrado un pequeño contrato para a cantar en un prestigioso establecimiento los fines de semana, lugar al que yo lo acompañaba. Me sentía como en un cuento de hadas, tenía un novio que además de divertido y atractivo se estaba convirtiendo en el cantante de moda, así que realmente estaba orgullosa de que la gente me viera a su lado, pero toda mi felicidad se fue esfumando poco a poco, pues Seiya se estaba convirtiendo nuevamente en el payan engreído que siempre había sido.
Hoy sé que la desición de seguir a su lado fue un error. Paulatinamente él me volvió a aislar por completo, me cortó todo tipo de comunicación con mis amistades y conocidos, me prohibió salir de la casa, y con el regreso de Darien para el desafortunado funeral de su padre, recientemente se me ordenó mantenerme en mi habitación. Ya ni siquiera tenía la oportunidad de respirar el aire de los pasillos y rincones de la casa.
Creo, sin temor a equivocarme que Seiya está celoso de su hermano, y que muy en el fondo sospecha de mis verdaderos sentimientos hacia él, aunque sí lo pienso bien, él se pone celoso de cualquiera que se atreva a dirigirme la mirada.
No puedo salir de la casa, y cuando lo hago es solo con su compañía cuando tiene algún evento. "Soy la cara bonita que le muestra al mundo" así es como siempre me dice, tal y como si yo fuera un trofeo que mostrarle a todas las personas, y obviamente yo ya estoy más que aleccionada para esas ocasiones; "sonríe, saluda, trata de no hacer amistades y aparenta que somos la pareja más feliz" son solo algunas de mis obligaciones ante el círculo social de Seiya.
En fin, estoy condenada a esta vida. No hay nadie a quien pueda recurrir para pedir ayuda, aún si lo hubiera, no podría pedirla. Seiya me mantiene completamente atada para actuar en su contra o para abandonarlo.
Si tan solo hubiera pensado las cosas antes de hacerlas.
Si tan solo pudiera regresar el tiempo a esa fatídica noche en qué todo cambió, a ese momento en el que tontamente accedí a demostrarle mi amor sin saber que eso solo me denigraría como persona y me arruinaría la vida para siempre.
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La novia de mi hermano
Fanfiction¿Triunfará la lealtad entre hermanos o el amor verdadero? Acompáñenme a averiguarlo...