Evy vive rodeada de personas pero está sola, su burbuja está llena de metas auto impuestas que podrían terminar con sus pruebas teóricas en un chasquido. Entre días de copas en el bar donde trabaja y textos complejos, Evy conoce al misterio en perso...
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Recuerdo levantar la mirada al cielo o lo que parecía un cielo. Mi cuerpo dolía de formas en que no imaginé que algún día lo haría. La cama, por otro lado, era tan suave con el pelaje de una oveja. Se sentía la seda bajo mi espalda y recubriendo mi cuerpo. En la posición en la que me encontraba pude ver los puntos luminiscentes extenderse hasta crear una estrella fugaz que me alertó. Me levanté en cuanto puse mis sentidos en acción.
La habitación era iluminada por varios faros que guindaban de las paredes. Al lado de la cama se encontraba una mesita con una bandeja con comida y agua. Del otro lado una puerta y un vestier. Fijé la mirada en el frente donde un par de muebles de color azul se mostraban rozagantes con hilos dorados y una tela afelpada cubriéndolos.
Quise mirar de cerca la panorámica pues no había visto un cielo tan gris. En Verena no era común a menos que esté en invierno a pesar de que nunca nevara. El suelo frío hizo que me diera escalofríos. Arrugué los dedos al contacto. Me dispuse a intentarlo una vez más y caminé hasta estar frente a la ventana. Un camino solido que se perdia en mi lateral derecho era lo primero que notaba, el resto era tan claro y oscuro a la vez que no podía entender. Preferí buscar en el sitio algo que me dijera dónde me encontraba. No podía ser La Torre, muchos menos Verena.
El lugar donde nos apostamos era distinto a este así que todo se volvía turbio.
Di un paso hacia atrás y noté al caotor observarme. Estven estaba ahí apostado con su rostro de pocas ganas. Fue cuando lo entendí.
Ya no era el mundo Inverso ni Verena. Estaba en el lugar donde habitaba una diosa y a juzgar por la presencia de Estven debía ser Serinthya. El caotor se movió hasta el vestier abriéndolo de par en par. Salto sobre un par de sillas hasta señalar un traje apostado de forma cuidadosa aun envuelto.
La manía de vestir a las personas aun no lo entendía.
Por lo menos agradecía que no fuera un vestido o algo como lo que Nebul hizo que usara la primera vez que lo vi.
Se trataba de un traje de nebula. Lo reconocí. Era parecido a uno que mamá guardaba con recelo en su guardaropa.
El encaje en las mangas, la forma circular en los hombros. Las cadenas de oro extendiéndose en uno de ellos y el largo del sobretodo me conmovían. Mamá decía que solo podían usarlo en días de presentación o fiesta.
¿Cuál era la fiesta en esa ocasión?
Me vestí con el traje y se lo mostré a Estven como si me fuera a dar una respuesta. El caotor en cambio se movilizó hacia la entrada luego de darme una mirada austera. Vaya que tenía personalidad.
Lo seguí por un pasillo angosto donde las luces de las farolas mostraban el tono anaranjado de sus paredes y el cielo abovedado dejaba entrever luces cual puntos en un cielo dormido. Bajamos por una escalera que se abrió a un vestíbulo y de ahí lo seguí hasta la entrada a un salón donde el ambiente ameno se mostraba entre las sonrisas, el tintineo de las copas y el rostro afable de Serinthya.