Donde las luces terminan

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Dos globos luminiscentes flotaban a un par de metros, iluminaban un camino amplio de madera añeja casi vencida por donde todos los viajantes iban

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Dos globos luminiscentes flotaban a un par de metros, iluminaban un camino amplio de madera añeja casi vencida por donde todos los viajantes iban. El aroma de la sal era extraño, Evy creía haber perdido de vista el mar, pero su aroma seguía presente. Cuando fue su turno de pasar al otro lado dio un salto. El espacio entre la locomotora y el camino era amplio ¿Cómo esperaban que alguien cruzara sin caerse? Y, de hecho, ¿qué había en el fondo? Ella no lo podía ver, los globos apenas reflejaban el camino y la puerta de salida así como en el resto, a su lateral. Observó a Naheim cruzar sin mayores contratiempos, con un pie en la nada y la otra en la madera.

Debía estar mintiendo o el limbo donde decía encontrarse estaba muy cerca de la clase alta. Se quedó pasmada pensándolo, pero el resto de las personas no dejarían que lo pensara bien, uno a uno fue cruzando hasta volverse un mar de gente con ella en el medio. Ecknar la sostuvo de la mano y la haló junto con él. Caminaba despacio, pero certero, con la vista al frente sin preocuparse por la mirada de terror en ella o la cantidad de pensamientos que en ese instante estaban cruzando su mente.

Al final el camino se abría a un callejón amplio donde los globos flotaban sobre sus cabezas. Donde las edificaciones apenas llegaban a tener dos pisos y se iluminaban así mismas con pequeños globos de varios tonos. Personas, butaquis, ecorles —seres con dos cabezas y ojos grandes con un cuerpo que en su parte baja terminaba en un fino triangulo—, genteras y lornes y otros más que había visto por primera vez.

—¿Qué es...? —preguntó con asombro.

—No lo mires y no dejes que te mire —le dijo con el dedo índice al alza y una mirada paternal—. Sigamos.

Naheim tenía momentos extraños, no por nada todo en él parecía curioso para Evy. Él podía hablar con tanta sencillez y acercarse con una forma tan amena que ella olvidaba el resto, pero también podía ser nostálgico, tener momentos donde se mostrara una clara tristeza y en casos como aquel ser enfático. Era una caja de sentimientos y acciones que la inquietaban.

—¿A dónde vamos?

—¿Es la segunda vez que lo preguntas? —inquirió.

Evy abrió los ojos.

—¡Sí! No me respondiste.

—Creí haberlo hecho —contestó.

—Puedes hacerlo ahora.

—Vayamos a ese lugar, no podemos andar de noche por aquí —dijo y señaló un edificio al que las paredes les habían pintado con toda clase de inscripciones. Una puerta abierta y otra de tonos negros cerrada con una gran línea blanca cruzándole. De hecho toda la estructura había sido cruzada por ella.

—Eso parece más peligroso que el resto del lugar.

—No lo es. —comentó.

—Lo parece.

Naheim fijó la mirada en el sitio, ladeó la cabeza y acto seguido tomó a Evy de la mano. No lo era, no para él así que bien debía mostrárselo a ella. en el camino Evy vio a un par de globos de tonos rosa y verde juntarse, como quien desea fusionarse a esa parte que le hace falta; vio a un par de butaquis entrar en un edificio gris sin ventanas; una gentera de largo plumaje y colores vibrantes salir de otra edificación con un lorne atado a su ala. Los lornes no se mezclaban con las genteras, no en Verena ¿Qué pasaba ahí? Donde las especies convivían como si fuesen uno más, y el resto parte de un gran cuadro. A penas había visto a un ser humano, y ni hablar de magos. También le parecía raro ver que nadie se percataba de ellos. Si eran los únicos alguien debía verlos. Deberían ver que hay dos personas allí.

Las lunas de EvyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora