Serinthya y Amilava

23 6 2
                                    

Pocas veces alguien como Serinthya viajaba tan alto; su lugar era más oscuro, sombrío, allá donde la tierra parece ahogarte, que estuviera en Mireza debía ser la razón del ajetreo en la ciudad misma por lo que el caotor le guiaba hasta las escaler...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pocas veces alguien como Serinthya viajaba tan alto; su lugar era más oscuro, sombrío, allá donde la tierra parece ahogarte, que estuviera en Mireza debía ser la razón del ajetreo en la ciudad misma por lo que el caotor le guiaba hasta las escaleras del templo para luego desaparecer.

Un golfan, se inclinó ante él y le señaló un pasillo; caminó junto a él hasta que abrió un par de puertas que daban lugar a una amplia habitación de empapelado floral. Dejó a Evy en la cama, la abrigó y aguardó porque su sueño fuese tan conciliador como parecía.

—Su alteza espera en el invernadero —dijo con un tono rimbombante como esa palabra.

—¿La cuidarás, Galo? 

El hombre abrió un ojo y observó a Evy; estiró su chaleco y volvió la vista a Naheim.

—Dentro de mis posibilidades, señor.

—Gracias —murmuró.

La entrada al invernadero era custodiada por dos hombres de gran altura equipados con lanzas y cascos de metal que a duras penas lograban mostrar los blancos ojos de aquellos hombres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La entrada al invernadero era custodiada por dos hombres de gran altura equipados con lanzas y cascos de metal que a duras penas lograban mostrar los blancos ojos de aquellos hombres. Dentro, la flora parecía tomar posesión de cada rincón, con la luz de los altos ventanales llegando desde el exterior, las hadas se mostraban por todo el lugar y viajaban alrededor de él también.

Al final, como una imagen imposible de ver, tanto Serinthya como Amilava tomaban el té y entablaban una conversación que parecía divertida a juzgar por las risas mudas. La presencia de Naheim fue advertida por ambas, momento en el que se elaboró una silla frente a ellas que lo invitaban a tomar asiento.

—Alteza, Gerena —musitó con una leve reverencia para luego tomar su lugar.

—Imaginé no verte hasta dentro de mucho tiempo, Naheim. Luego de que huyeras de aquí como si te hubiera encerrado —comentó irónica Amilava.

Su cabellera azabache recorría su rostro moreno, y caían sobre sus hombros como lagos del color de la noche. Tomaba de la taza con gentileza, con la vista en él. Esperando lo que pudiera salir de la boca traviesa de Naheim Ecknar.

—Amilava tiene una costumbre tormentosa, porque te hace recordar momentos muy malos —lanzó Serinthya.

—Solo he recalcado un suceso bastante antiguo —dijo en defensa

Las lunas de EvyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora