Evy vive rodeada de personas pero está sola, su burbuja está llena de metas auto impuestas que podrían terminar con sus pruebas teóricas en un chasquido. Entre días de copas en el bar donde trabaja y textos complejos, Evy conoce al misterio en perso...
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El vehiculo iba a toda marcha bordeando caminos de tierra y arboles. A Evy se le saldría el corazón por la boca por la forma de manejar de Gathas. Era un aventurero, se notaba, y el vehiculo tenía toda la potencia y destreza para abalanzarse a cuanto obstáculo hubiera en el camino y pasarlos sin mayor complicación. Quien no lo llevaba tan bien era Folg a quien el ajetreo empezaba a marearlo.
—¡¿Puedes decirme quién te enseñó a conducir?! —gritó Folg desesperado.
Gathas en cambio solo se echó a reir.
—Pronto estaremos en La Varada, es un lugar de paso y puedes vomitar si gustas —exclamó jocoso acto que Evy siguió.
—Estarás bien, Folg. Aguanta un poco —murmuró la nebula a Folg.
El lorne asintió desganado y obstinado de la condescendencia, aun así le agradaba saber que Evy la estaba pasando bien con alguien de su misma especie. Quizás porque extrañaba a Corina o sus días en la posada con varios lornes a su alrededor, entendía esa sencación que seguro Evy tenía en ese instante: pertenecer a algún lugar.
—Allí está —exclamó Gathas.
La Varada era un sitio pequeño con un gran árbol mayor a la media asu lado. La edificación, basada en tablas de roble, estaba desgastada por el tiempo. Era una posada de paso en el que salía gente dispuesta a seguir su camino luego de algunos tragos. El aroma no era el mejor, una mezcla de especias y alcohol destilado se apoderaba del sitio motivo por el que Evy hubiera preferido quedarse afuera o dentro del auto. Sin embargo una vez dentro ya no podía retractarse. Gathas alzó la mano para saludar al cantinero en la lejanía. Este le respondió con un abrazo en la distancia, al estar cerca su voz gruesa y altiva sacudió a Evy.
—¡Gathas, mi amigo! ¿Escapando de Isadora? —preguntó burlón.
El nebula negó sonriente, lo había hecho en otras oportunidades, pero siempre volvía. Siempre debía volver.
—¡No! Llevo a unos conocidos a la ciudad más cerca, pero uno de ellos no se ha sentido muy bien —exclamó señalando a Folg.
El lorne tenía el rostro verde, hizo una mueca para salir disparado del lugar.
El cantinero se rio.
—¡No dudo que sea toda culpa tuya! —exclamó.
Gathas solo se encogió de hombros.
—¿Y tu quién eres? —inquirió él al poner sus ojos sobre Evy.
—Evy —respondió simple y llano.
—Una nebula. —afirmó—. Mi nombre es Spen. Un placer, hacía mucho que no veía a otra nebula, aparte de este esperpento —dijo y señaló a Gathas.
—Es verdad —exclamó.
—Me preocupa, Folg. Es primera vez que lo veo así, lo buscaré —murmuró al oído de Gathas, este asintió con la cabeza.