Las luces del fuego

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La musa navegaba apacible por el amplio mar de fuego. El olor del mar se movía alrededor del lugar y con la llegada del atardecer, le resultaba imposible no ver la razón de su nombre. Evy y Naheim sentían en ese mísero minuto de silencio un poco de tranquilidad ante el ajetreo de antes. Verse perseguidos por un par de sombras con forma humana no era algo que Evy creyera fuera a suceder; de hecho no creía empezar a caminar por el mundo que Naheim le quería mostrar.

Pero le gustaba.

El mundo Inverso tenía tanto que dar, tantos paisajes que ofrecer, el mismo mar empezaba a demostrar el color azul intenso y luminoso. Un tono propio de las cantidades de especies que habitaban en él. Aquella luminiscencia recorría todo el mar, el espectáculo para muchos pues empezando el anochecer varios se unieron a ellos en la proa para observar la magia de las aguas.

-Deberíamos aprovechar e ingresar a los camarotes -escuchó Evy.

Detrás de ella una emoqui de piel aceituna y gran sombrero rosa con plumas le hablaba a Naheim con una confidencialidad que le había causado extrañeza.

-Eso pienso -exclamó Naheim, miró a Evy y tomó de su mano-. Es mejor aprovechar este instante. La mayoría estará aquí y podremos tomar uno bastante amplio.

-Pero...

-No te preocupes, niña. El espectáculo luce mejor a media noche, cuando las farolas atraen a las levitadoras y aún falta para que lo veas -murmuró-. ¡Vamos! Debemos irnos ya.

Corriendo como si fueran un par de ladrones, el trío se internó en un pasillo donde varias puertas se visualizaban, de tonos crema, cada una de ellas estaba sellada con un teclado numérico a su lado. Evy corría por ese lugar sin dejar de mirarlas, esperando a que los otros se detuvieran en alguno de ellos, pero no lo hicieron. En cambio ambos doblaron a su derecha donde otra serie de puertas se observaban y llegaron al final.

Naheim le dio el pase a la mujer para que esta abriera. Una amplia sala dio paso a más puerta al punto en que empezaba a parecer ridículo para Evy. Se quedó consternada junto a Naheim quien de brazos cruzados solo la observaba ir de puerta en puerta como si alguna de ellas tuviera algo mejor que la anterior. Evy no podría saberlo, seguían siendo blancas, selladas, sin ni siquiera una ventana circular para ver el interior.

-¿Qué hace? -preguntó

-Escoge la mejor -susurró.

-Pero si todas se parecen, puede escoger una y listo -comentó.

-Claro que no, querida -espetó ella desde su ángulo podía escuchar muy bien lo que aquellos susurros decían-. Escoger es un arte, y yo tengo ese arte -dijo al tiempo que abría una de ellas.

La habitación era tan amplia que no parecía estar en un barco de esa magnitud. Con puertas en madera contrachapada con imágenes de seres sin piernas, se abrían a dos habitaciones, una frente a la otra. En el medio, se disponía un par de muebles y una mesa a juego. Tan solo faltaba una ventana amplia para que Evy creyera que han llegado a La espiga y no que están viajando y atravesando el mar.

Las lunas de EvyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora