[𝑳𝒂 𝒃𝒂𝒎𝒃𝒊𝒏𝒂]

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Visualizó la ventana, su vista era borrosa y pensó en subir hasta esa tentativa escapatoria, la silla tambaleó y no se percató de que estaba mal recargada.

Resbaló y cayó en suelo. Se mordió la lengua a cambio de no maldecir.

Qué patética eres Hee... -se dijo y  volvió a la silla-.

Esta vez acomodó las cajas de cartón, una sobre una y trepó una vez más, al escalar con éxito no perdió el tiempo para asomar su cabeza por el pequeño cuadrado. La brisa fresca le hizo cosquillas en el rostro causándole un par de risitas.

El viento pegó contra sus húmedas mejillas y a su nariz llegó el aroma de una vida. Bien podía intentar bajar la ventana y volver a perderse en el bosque, porque al menos ahora era de día.

Pero tal y como él se lo había prometido, no tendría que sufrir más, pues vendría por ella en menos de cuatro días y la regresaría con sus tíos. Por más que los insultos del señor Jeon le dolieran, y por muy espantoso que fuese el sótano ella tendría que aguantarlo un par de días más.

Porque ella lo había prometido y confiaba en él.

—Jin... -le habló a viento-. Por favor no tardes... E-es difícil soportarlo... -jugó con los deditos de sus manos las cuales colgaban-.

Por la mente de Hee pasaban mil y un pensamientos, el césped le recordaba a su alma de siete años jugando con una de las hijas de los vendedores de verdura, los señores tenían a una hija de la misma edad que Hee.

Un día mientras su tía estaba centrada en el mercado, la descuidó por unos momentos, pero ella ni siquiera se percató de que dejó de jalar la punta de su falda.

Y mientras la señora Park se paseaba de puesto en puesto tratando de conseguir una ganga en la comida, Hee estaba escondida bajo el puesto de verdura, mirando como la multitud se movía de un lado a otro, observó diferentes tipos de zapatos, diferentes diseños de faldas y delantales. Ninguno se parecía al de su tía.

Estaba asustada y entonces una carita se asomó.

—¡Hola! -el entusiasmo con el que la saludó la espantó-. ¿Quién eres?, ¿Por qué estás aquí? -no le respondió-. ¿Te perdiste?... -intentó acercarse a ella-. ¿Puedes oírme?

Era la primera vez que Hee conversaba con alguien que no fuesen sus tíos, no era porque quisiera, era porque no podía, aparte de que era muy tímida con cualquiera, a sus siete años ella apenas si sabía hablar, la pequeña fue formando su vocabulario gracias a las palabras que oía en el mercado y para colmo no las entendía, ella no tenía educación.

—¿Y tu mamá? -¿mamá?, se preguntó que significaba esa palabra-. ¿Estás robando comida?, ¿Cómo te llamas? -insistió-. ¿No sabes hablar?

—H-Hee... -la detuvo cuando estaba a punto de irse-.

—¿Qué?

—Hee... -se señaló-. Yo...

—¿Te llamas Hee?, -asintió-. ¿Hee, ese es tu nombre? -sonrió en forma de un sí-. ¿Qué haces aquí Hee?

Aquella niña pronto entendió que ella no sabía hablar, fue así como se le ocurrió enseñarle un par de frases básicas, quien mejor que Jessica, la hija más pequeña de los verduleros, ese cascabel que hablaba y habla por horas.

—Yo -se señaló-. Me llamo Jessica -deletreó-. Mi nombre es Jessica, y tengo siete años, inténtalo tú -calló-. Vamos, abre la boca, así Hee, ¿Sabes como comen los peces? -simuló su acción-. Tienes que abrir la boca igual que ellos

La muñequita de un demonio |JJK (+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora