[𝑱𝒖𝒓𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒂𝒍 𝒂𝒕𝒂𝒓𝒅𝒆𝒄𝒆𝒓]

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—Caramba... -se quedó boquiabierta cuando terminó por sacar los objetos dentro de la cajita azul de regalos, y aunque no estaba muy segura de saber su uso, le llamó la atención, se sintió como la reina más poderosa de la tierra-. Ayy... -tomó el cuaderno y lo ojeó con suma delicadeza, toqueteó las sedosas hojas del "Strathmore"-. ¿De veras es para mí, Jin?...

Le preguntó en el piso, con las manos en la boca, simplemente no podía creérselo. El varón la esperaba sentado en el sofá de cuero, con las piernas abiertas y los codos recargados en los muslos. Hee, lo veía callado y serio, quizás distante, pero no la hacía sentir incómoda, solo pensaba en que había una gran diferencia entre ellos de edad. Ahora conocía la razón de porque ella y la señora Mi, habían tenido que recalentar la comida.

Jin se había demorado, porque estaba en busca de los mejores artefactos de arte para la niña.

—¿Ya me perdonas? -le preguntó burlón-.

—No -arrugó la frente algo molesta, no entendía por qué la gente siempre tenía que dar un regalo y luego hacer preguntas-. Te perdono porque sé que no ibas a dejar a la señora Young Mi plantada, pero no porque me hayas comprado esto

—E-Eso me alegra, ven vamos a la mesa, linda -una retirada antes de que pudiera descubrir el miedo que le tenía a las actitudes desinteresadas, el impacto que, en él, causaba una mujer pura-. Young Mi, ¿dónde tienes el vestido de Hee?, mira nada más como trae arrastrado esos trapos, me pone los bellos de punta pensar en que se puede caer -alzó la voz molesto al contemplarla pasearse en la cocina, de forma natural y alegre, como si ninguna de las dos notara lo peligroso que era-.

—Es un secreto -respondió la anciana ya cansada de que todo tuviera que ser así, nada se podía decir sin previamente haberse reflexionado dos veces. Sí, no eran sinceros-.

Para Hee, no lo era. Muy en el fondo, tenía guardadas teorías, sospechas unidas por un hilo. Y entre tantas de ellas, se planteaba que había ocurrido con su vestido, algo para ella era seguro, el señor Jeon, lo tenía bajo custodia.

—Ya siéntate Hee -le subió la voz y la hizo sentarse en la silla que estaba al lado de sus cubiertos-. Es en serio, no quiero que hagas cosas con esos harapos -sintió muy extraño en cuanto la acercó a la mesa, de manera caballerosa y gentil-.

—Me siento cómoda con la ropa de la señora Mi, Jin, de veras -le afirmó cuando ya todos tomaban lugar en las sillas blancas-.

—Sí, pero, no me vas a negar que te gusta más tu vestido, ¿o sí, Hee? -regresó al tema contrariado, pero con una opinión bien firme-. Te hace ver femenina y de tu edad -terminó por alagarla en el momento en el que la vio callada. Jin, se llevaba una cucharada del caldillo de jitomate de las albóndigas, cuando la menor replicó-.

—¿Qué en esta casa no hay orden? -soltó molesta, aniquilando al hombre que se encontraba a dos metros de su brazo derecho-. ¿Nadie agradece por sus alimentos?, ¿tan malagradecidos?

La anciana y el muchacho, se miraron entre si. No habían comprendido.

—¿Malagradecidos?, ¿con qué? -preguntaron al unísono. La menor, no era capaz de entender su indecencia-.

—No de que -corrigió acentuando su dicción-. Más bien, con quien -enfatizó al final-.

—Ah, ya entendí -se bufó en el plato y luego se inclinó para admirarla con los ojitos achinados-. Con el barbón de los cielos, ¿cómo le dices?... -se demoró en pensar, con la única intención de hacerla humear por los oídos-. ¿Jesucristo?..., Mi, ¿cómo te lo imaginas tú?

—Ya está muerto, ¿no? -respondió con el mismo carisma-. Si no es así, debería de estar más arrugado que yo

—Jin, toma la mano de la señora Young Mi -le indicó, ella ya lo había hecho, hizo lo mismo con él y aunque se negó al principio, terminó cediendo-. Anda, se enfriará la comida, por favor cierren los ojos, les ayudará a concentrarse

La muñequita de un demonio |JJK (+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora