[𝑩𝒊𝒃𝒆𝒓ó𝒏 𝒄𝒂𝒍𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆]

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Los párpados le pesaban con un enorme cansancio, pero una tenue luz la obligaba a taparse la cara. Por instinto natural, sus manos apenas tuvieron la fuerza para echarse las sábanas encima del cuerpo y negarse a despertar, posteriormente, se acomodó sobre su costado izquierdo y le dio la espalda a esos que la querían despertar. El edredón esponjoso resbaló de sus brazos y sus manitas lo buscaron, la cobija se iba de sus manos y aquella sensación la puso inquieta.

"Estoy en el lago", "Estoy corriendo", "N-No... estoy nadando... estoy hundiéndome" "¡Estoy ahogándome!"

Park Hee, despertó de un sobresalto y abrió los ojos abruptamente. Una sombra enorme enfrente de la cama, le mostró como agarraba el edredón con el que estaba acurrucada y de inmediato, se escabulló por toda el área del colchón, como un conejo atemorizado se resguardó en la cabecera negra y llevó sus rodillas a su pecho para protegerse de cualquier acción. Una sombra, esa sombra, ese hombre le truncó la vista del ventanal que daba hacia el bosque y cuando sus pupilas se acostumbraron, quiso morirse.

Las paredes lisas y blancas, los burós negros y costosos, elegantes. El pasillo que dirigía a su armario, el enorme cristal por donde sobresalían los pinos verdes tras del varón. Si eso no fue suficiente para arrebatarle el aire de los pulmones, sus dedos de las manos entraron en contacto con las almohadas blandas y se le formó un nudo en la garganta.

Había dormido en la cama, en la habitación de la bestia.

—Buenos días, princesa -los músculos de sus brazos se tensaron con la intención de intimidarla y la niña sintió náuseas, se confundió y la cabeza le punzaba constantemente-. A partir de hoy, comenzaremos con los buenos hábitos, quiero verte de pie antes de las ocho

Él estaba hablándole, pero sus oídos se negaron a prestarle atención, no le dio importancia a su presencia y saltó disparada del colchón, como si tuviera un resorte en la columna y corrió hacia la puerta, donde con sus escasas fuerzas, revolvió la manija sin control en los movimientos. La había encerrado y mientras más tiempo ocupó en romperla, el señor Jeon la acorraló por sus espaldas, Hee se volteó y lo señaló con sus manos en forma de pistola.

—¡No te acerques más! -gritó y se dio cuenta de que le dolía la garganta-. ¡Si te acercas yo voy a...- -miró a su al rededor, buscando algo con que defenderse-. V-Voy a... ¡voy a picarte con mis uñas!

—Baja las manos, princesa -se mostró comprensivo y la niña sintió un escalofrío ante la palabrita-.

—¡No!, ¿Qué me has hecho? -se miró las piernas desnudas, moretones en las rodillas que pudo reconocer, sus brazos estaban limpios y no se miró más que cicatrices viejas-. ¿Por qué estoy aquí?... -preguntó llena de miedo, al mismo tiempo metió la cabeza por la playera negra que portaba e inspeccionó su abdomen y pecho, ahí no hubo otra cosa que un esqueleto prominente-. ¿Por qué estoy aquí?, ¡Yo debería estar con Jin! ¿Dónde está Jin?, ¡CONTÉSTAME!

Park Hee, no entendía nada. Su memoria se estancó en el momento en que no encontró a Jin detrás de la herrería.

—Te responderé cuando me dejes hablar, Jin... él te ha...-

—¡SÍ, JIN! ¡¿QUÉ PASA CON ÉL?! -las uñas y largas las sostuvo con determinación en el aire, con toda la intención de atacarlo si era necesario, pues para ella, arañarlo era una opción muy fiable-. ¡CONTÉSTAME!

—¡Jin te abandonó! -el señor Jeon, giró el mentón y le respondió mirándola a los ojos-. ¡Jin te ha mentido todo este tiempo!

—¡No, eso no es cierto!, ¡él iba a venir por mí!

La muñequita de un demonio |JJK (+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora