[𝑬𝒍 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝑴𝒐𝒊𝒔é𝒔]

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Apenas recibió la llamada, Kim Seok-Jin, se alejó de la mansión y manejó su Lamborghini Aventador S, en tonalidades azules encendidas a gran velocidad a la repentina reunión. Al bar más costoso de Seúl y el cual, obtuvo la fama de ser frecuentado por aquellos grupos de sociedades que podían y gastaban, al rededor de 600,000 mil wones en una sola cuenta para cuatro personas.

La cuenta se basaba en licores, caviares, cortes de carnes de animales exóticos. Eso, sin mencionar las prostitutas, que su precio era aparte.

Dentro del club, existían tres tipos de sociedades. Los "Jeon", los propietarios del lugar y quienes lo mantenían en buen estado, los amigos de los "Jeon", que incluía a los trabajadores del gobierno de Sur Corea y por su puesto el presiente, aunque este era el último en aceptar las invitaciones. Y las cerezas del pastel, eran los empresarios que asistían con un único propósito.

El de ponerse a las órdenes de los "Jeon". Los que acrecentaban su poder.

Jin, dejó su saco en el asiento del copiloto vacío y cuando se estacionó en un semáforo, sonrió al recordar el apretón que le habían dado a su costoso atuendo. La poesía recién leída, le hizo reflexionar en que él sacaba a pasear a un montón de cosas costosas, sin inteligencia alguna, cuando conocía a una mujercita verdaderamente real e intelectual. Hee, era digna de pasear como la mujer más bella del mundo.

Las mangas de su camisa recrearon pliegues tratando de adaptarse a sus músculos y el aire acondicionado, frío y solitario, logró calmar aunque sea sus pies para no confundir los pedales y causarse un accidente de la inquietud que lo abordó. ¿Por qué su llamada?, ¿por qué desde el celular de protección y no el personal?. Dentro de la mafia, era muy normal presentar este y otro tipo de dudas siempre que se organizaba una reunión.

Más allá de las experiencias que fue recogiendo en sus años anteriores y de lo que suponía que podría suceder, algo más lo puso a mirar el retrovisor del auto con insistencia, como si algo dejara, como si alguien esperara por él en la cuadra anterior. Una intuición que solo un hombre sensible y con tacto podría llegar a desarrollar, fue por lo que dudó en entrar al club nocturno.

Nadie más que los guardias de seguridad de la entrada, pudieron percatarse de que la mano derecha del boss, estuvo analizando los posibles paraderos de la noche. Porque terminó por empujar la puerta de cristal polarizado y aún con el elegante ajetreo de los sottocapos, se abrió camino hasta las oficinas superiores, recibiendo reverencias hasta los tobillos por su rango.

La mano derecha del jefe, de la autoridad de los "Jeon". El mejor amigo al que estaban a punto de doblar.

Por primera vez en mucho tiempo, la garganta se le cerró y un sabor más amargo que el whiskey, viajó por sus mejillas interiores. Identificó su figura posada en el sillón de cuero, arrogante y prominente, a pesar de que él, fuera el menor. De edad, exclusivamente.

—¿Bar?, ¿en miércoles? -fue la manera de saludarlo-. ¿Cuánta urgencia presentas para citarme entre semana? -los hombres vestidos de negro en su totalidad a sus espaldas,  firmes como siempre-.

—Discúlpame, en verdad te ofrezco mi más sincera disculpa -el hombre se deslizó en el material de su trono y permitió que le mirara la cara-. No aguantaba las ganas de verte...

Una sonrisita macabra apareció en sus endemoniados labios y Jin identificó la entonación femenina que le dio a la frase.

—Suenas como una maldita mujer -escupió con la espalda recta, escarbando por las raíces del problema-.

—Yo más bien diría, que es el diálogo de una niña, ¿quizás una adolescente de dieciséis años?

El silencio abordó la oficina de cristales y en la escena los ventanales crujieron.

La muñequita de un demonio |JJK (+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora