[𝑳𝒐𝒔 𝒕𝒖𝒓𝒓𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒅𝒓𝒂]

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-¿Cómo habrá sido mi madre? -se cuestionó en susurro, sin percatarse de que sí la escuchó-.

-Muy bonita, al igual que tú -agregó y la niña respingó la nariz-. Esos ojitos me dicen que tu madre debió haber sido la culpable de heredarte tanta dulzura

-¿Está segura?

-Estoy segura -la cabecita de algodón balanceó sus caderas rechonchas de un lado a otro y se posicionó cara a cara con ella-.

-¿Me habrá querido? -sin pensarlo, la menor cogió los mandiles largos de la anciana y los enredó entre sus dedos medios de las manos-.

"Quien sabe, ya está muerta y ni siquiera pude saber si ella tenía pecas en las mejillas", pensó Hee en su cabeza-.

En los pocos años de Hee, nunca se había puesto a pensar mucho sobre sus progenitores, pues siempre que hacía preguntas a sus tíos, estos le retaban con palabras cortantes, su tío le metía una pajita de trigo a la boca para que la mascara a la fuerza y dejara de preguntar. Mientras que su tía, le daba manazos con una cartera de cuero y la mandaba al rincón. Pronto comprendió que jamás recibiría razones de su pasado y a los ocho años decidió olvidarse por completo del asunto.

Al ser encerrada en la mansión de un hombre egoísta y violento, lo único que tenía en mente era como huir y como evitar que los huesos del cuerpo se le quebraran, y realmente no había nada que pudiera hacerla reflexionar sobre sus raíces. No hasta que la anciana le preguntó por ellas, no hasta que leyó en ese contrato sus nombres por primera vez en su vida. No fue hasta que Jin le había regalado un libro en donde se mencionó que ambos protagonistas habían tenido padres.

La vez en que se acurrucó entre el regazo del señor Jeon, se puso a pensar en si su padre la había cargado en brazos cuando era cría.

Para ser sincera, Hee había estado muy pensativa los últimos dos meses después de firmar aquel papel con tanta tinta negra impresa. Y es que cuando el señor Jeon llegaba del trabajo a la hora de la cena y los tres se sentaban a disponer de los alimentos, sonreía mucho con la cabeza colgada, sintiéndose en un mínimo núcleo familiar. Los resentimientos que tenía con Young-Mi, se le fueron deslavando poco a poco y ahora la sentía como alguien de quien no quería despegarse por ningún motivo.

Respondiendo a ese cariño materno faltante.

Sin embargo, durante ese tiempo, los ojos casi se le salían de los cuencos por prestar atención a cada cosita ridícula que realizaba el señor Jeon. Las primeras mañanas le pesaban los parpados y se sobresaltaba entre las sábanas cuando una sombra le cubría la cara, la nariz le hacía cosquillas al percibir una loción. Abría los ojos de par en par y lo encontraba, observándola de manera inquietante. Y de sentir esa sensación intranquila, pasó a tener curiosidad y esperarlo aún acostada.

Fingiendo estar dormida para que no la atrapara hipnotizada en la loción de su traje.

El señor Jeon, quería llevar el oleaje del mar lo más tranquilo posible, con cumplir las cláusulas del contrato era suficiente, ya con eso Hee respiraba más tranquila. No obstante, y sin comprender muy bien el porqué, Jeon decidió que era buena idea despertarla por la mañana para asegurarse de que la niña estuviera comiendo correctamente, además que de esa manera, la enorme mesa de mármol se aprovechaba. El primer día, se sintió ridículo y tocó la puerta con fuerza para que despertara.

El segundo día, quiso poner a prueba la ligereza de su sueño, generalmente sus víctimas en sus labores de la mafia tenían el sueño más pesado que una manada de elefantes.

Si Park Hee fuese su víctima, ¿cuánto tiempo le tomaría darse cuenta de que la acariciaba el cuello con un cuchillo?

La niña despertaba con la respiración inestable y miraba al varón con piedad, sus ojitos de venado limpios, llenos de lágrimas, los labios hinchados y más allá del miedo, un brillo de curiosidad en sus pupilas, una corriente llena de confusión en su cuerpo. Cuestión de días para que Hee, cambiara de faceta y en vez de temerle, lo esperara con ansias. Existía algo en sus caricias frías, algo en su sonrisa maliciosa, algo en la loción que iba impregnada en su saco de sastre.

La muñequita de un demonio |JJK (+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora