CAPITULO SIETE

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Veo como un grupo de chavales de los que acaban de llegar ahora cogen a Mauro y lo lanzan, defendiendo así a Alejandro, que está sangrando, le empiezan a dar patadas y los amigos de Mauro se lanzan sobre ellos, la cosa empieza a ponerse peor, más grave, y no soy el único que se da cuenta, la gente que hace un momento estaba vitoreando se calla, y empiezan a separar, es complicado, esto parece una guerra, donde la causa soy yo, lo que me hace sentir fatal, creando un nudo en mi estómago, con todas las fuerzas que consigo me levanto, y me acerco a la pelea, ahora ya no es uno contra uno, sino veinte contra veinte, intento separar a algunas personas, ya no sé si son de parte de Mauro o de Alejandro, después de recibir cinco guantazos y no haber conseguido separar a nadie, me rindo. Noto la mirada clavada de Alejandro sobre mí, intento evitarlo, su mirada no expresa dolor, veo una mirada que me aterra, mi subconsciente me dice que va a pedir venganza.

Oigo el ruido de varios coches de policía, y a los segundos aparecen y aparcan en la puerta, era evidente, está teniendo lugar una pelea de casi cuarenta personas en un jardín de una casa, que tiene alrededor varios vecinos, tarde o temprano alguno llamaría. Los policías bajan, hay gente que para, otras que se van corriendo, y otros, como Mauro, que no paran, la policía separa a varios que responden a empujones así que se llevan a seis personas a comisaria, Mauro entre ellos.

No puedo evitar llorar, caigo otra vez al suelo, y sollozo como nunca, todo esto es mi culpa, se han llevado a mauro a comisaria ensangrentado por mi culpa.

¡Por mi culpa!

Alguien me abraza por detrás, levanto la mirada y veo a la única persona que me puede entender ahora mismo, Laura.

- Laura todo ha sido por mi culpa – digo sollozando

- No llores más Candi por favor, ese idiota se lo merecía – dice

Sé que tiene razón, no le respondo pero sigo llorando, no aguanto ver como se han llevado a Mauro por protegerme, por vengarme. Aquí me doy realmente cuenta de que le importo, y él a mí, no me quiero separar de él, quiero que me proteja, quiero protegerle.

Laura me ayuda a levantarme y me lleva a mi casa.

El video circula por todas las redes sociales, me extrañaría no verlo en las noticias. Laura me llama y me cuenta que hoy a quinta hora de la madrugada, cuatro de los arrestados han sido soltados, los padres han pagado las fianzas, Mauro está en su casa. Conforme me dice eso, le digo que la quiero y cuelgo. Salgo corriendo de mi casa y voy a la de Mauro, en el metro me tomo un zumo, he salido tan deprisa que ni he desayunado.

En cuanto llego a su casa toco el timbre, me abre el y me mete rápidamente en el interior.

- ¿Qué cojones haces aquí? Se supone que estoy castigado – me dice

- ¿Está aquí tu madre?- pregunto

- No, está en el curro – dice

- Pues ya está – respondo

Observo las heridas de su cara, y apoyo mi mano justo en la herida que tiene al lado de la ceja, la acaricio y noto su cara de escozor.

- ¿por qué hiciste eso Mauro? - le pregunto

- No pude evitar verlo así de tranquilo y de feliz mientras tu sufrías por él – me responde

No sé qué decirle, siento admiración e inquietud hacia él. Le abrazo, tan fuerte, que creo oír como se han roto sus costillas.

- No tenías por qué hacerlo – digo, cuando las primeras lágrimas empiezan a escaparse.

- Escúchame, nunca me voy a arrepentir de lo que hice anoche – me dice mientras me coge la cara y me mira a los ojos, veo que está también a punto de llorar.

- No sabes la impotencia que me da verte sufrir por aquello, joder – me dice, empezando a llorar

Estamos los dos cogidos de la mano, sollozando a la misma vez, por la misma mierda. Siento una nueva conexión con él, siento que nos unimos más. 

- Te quiero Mauro – digo llorando aún

Mauro deja de llorar, sorprendido por mis palabras, al igual que yo, pero veo que la cara se le ilumina, que quiere volver a llorar, pero esta vez no es culpa de la impotencia o de la tristeza, sino de la emoción.

Le vuelvo a acariciar la herida de la ceja, esta vez se deja, él sigue mirándome, penetrándome con su mirada, introduciéndose en mi a través de los ojos. 

Sube la mano a mi mejilla, con el dedo pulgar en mi labio, acaricio su dedo con mis labios, y una sonrisa pícara luce en su rastro. Se inclina hacia mí, pero me separo, me rio. Me mira con cara de desconcierto, me vuelvo a reír, me acerco a él, y me siento sobre él. Mete lentamente sus manos por debajo de mi camiseta, me estremezco al sentirlas tan frías, le agarro el cuello y me lanzo sobre su boca, le saboreo, siento que el también a mí, me muerde el labio, y nuestras lenguas bailan juntas, le desabrocho el pantalón, me agarra el culo, estamos ardiendo de pasión, pero noto como intenta parar, así que paro. 

- Candi, de verdad que tengo más ganas que tú de hacer esto, pero me duele todo el cuerpo y siento que no estoy preparado aún – me dice con voz ronca

Le entiendo pero me molesta.

No digo nada, me tumbo sobre él, le agarro la mano y le acaricio, enciende la tele, y nos tiramos veinte minutos sin enterarnos de la emisión, simplemente rozando nuestras manos y escuchando nuestra respiración, estos son los momentos que valen oro, estos.

AMAR EN SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora