CAPÍTULO DIECIOCHO

27 6 0
                                    


Mauro se pone delante mía, encendido. Le agarro la mano para que se relaje. Veo en la mirada de Alberto cierto interés. Y me alegro de no ver desprecio.

- Vengo a hablar las cosas Mauro – dice

Mauro no dice nada, pero le indica con la cabeza que empiece a hablar.

- ¿Entonces eres gay? - pregunta curioso

Mauro pone mala cara.

- Sí – afirma seco

Alberto respira hondo, va a hablar pero se calla.

- Dilo – casi ordena Mauro

- Te voy a aceptar colega – dice, después de tragar saliva.

Mauro relaja su respiración y abraza fuerte al que creo que sigue siendo su mejor amigo.

- Algo más – dice

Mira a los lados para asegurarse que no hay nadie y luego a Laura y a mi, que estamos escuchando atentamente todo.

- Nunca he visto necesario tener que decir la orientación, sino la persona que te gusta. - sigue

- Pero, ya que te has atrevido a contarlo, me atrevo a contarte, bueno, a contaros mi secreto. - termina Alberto

Los tres nos quedamos expectantes, impacientes e intrigados por lo que nos va a revelar.

- Vamos colega – dice Mauro, agarrándole las manos

¿Me tengo que poner celoso? ¿No verdad? Creo que acabo de quedar de tóxico.

Alberto respira hondo un par de veces y por fin se decide a hablar.

- Soy un chico trans – dice

Abrimos los ojos hasta su máximo, la verdad es que es lo último que me esperaba. Los dos se quedan mirando, Mauro me da la espalda visto que está delante mía, pero veo los ojos mojados de Alberto, que empieza a sollozar, y escucho entonces llorar a Mauro. Ambos se abrazan fuerte, muy fuerte. Y sin conocerlo mucho, Laura y yo nos acercamos a él y lo abrazamos también.

Después de relajarnos y coger una mesa para cuatro dentro de la cafetería, Alberto nos cuenta su historia.

- Vivía en Cartagena, había sido siempre una niña feliz, no me faltaba nada, solo, el cuerpo al que aspiraba, el de un chico. En cuanto lo entendí se lo comente a mis padres. Mi padre se lo tomo mejor que mi madre, ella se fue de casa. Mi padre diría que hasta estaba más feliz, siempre había querido un varón. Así que empecé la transición a los quince, en mi instituto me lo hicieron pasar fatal. Es por eso que mi padre y yo decidimos venirnos a Madrid. Aquí podía empezar mi nueva vida, como chico, nadie sabría mi pasado. Aún me cuesta mantener el secreto. No me he operado las partes aún. - narra perfectamente Alberto, sin duda, nos ha emocionado a los tres, que nos hemos quedado sin palabras.

- ¿Por eso te jode lo de picha corta, no? - dice Mauro, bastante triste y arrepentido. Casi decepcionado con él mismo, casi.

- Si, pero bueno, mejor eso a ser él del coño – contesta

- Joder Alberto – dice Mauro

Ambos se sonríen y cierran la conversación con un caluroso y acogedor abrazo.

La tarde pasa un poco más tranquila, al menos comparada con la mañana. Laura y yo hemos estado todo el rato juntos en clase, nadie ha comentado nada, supongo que Alberto y Mauro habrán estado igual. En la salida busco a Mauro pero no lo encuentro.

- Si buscas a tu marica no está aquí, no ha venido a clase después de comer – dice el estúpido de Juan, pasando por mi derecha.

Lo que me temía, pero no lo culpo, le habrían hecho la vida imposible. No entiendo cómo pueden haber pasado de la amistad al asco solo por los gustos de la persona, es que no me entra. Voy a llamar a Mauro pero me doy cuenta que no tengo su número, así que lo llamo por Instagram. No me lo coge, ¿estará con Alberto?, mi duda se resuelve al instante, cuando veo a Alberto salir por la puerta. Se me queda mirando, y creo que comprende lo que pasa. Se acerca a mí, me coge del brazo y me aleja de los demás.

- Se ha ido – dice, noto cierta preocupación en su tono de voz.

- Ya, pero no sé dónde, no puedo localizarlo – digo asustado

Resopla mientras lo veo pensar, de repente su mirada se ilumina.

- Creo que sé dónde puede estar – dice, mientras me indica que le siga.

Llegamos a una especie de mirador, donde se pueden admirar las preciosas vistas de la capital española, Madrid. Alberto señala a un lado, donde destaca una figura, es Mauro. Avanzo pero noto que Alberto no viene conmigo.

- Vamos – presiono, girándome

- Ves tú, si eso ahora me acerco – dice sonriendo y dándome un pequeño empujoncito.

 Me acerco a Mauro por detrás, le rozo la cabeza con la mano para que sepa que soy yo, está inmóvil, me agacho detrás suya, y paso mis manos por su cuello. Acerco mi boca a su oreja, pero no digo nada, simplemente respiro para que sepa que estoy con él, apoyándole. Me quedo contemplando el magnífico atardecer.

- Siempre que necesito desestresarme vengo aquí – dice, sin dejar de mirar al frente, y con la voz un poco rota. Me duele verlo así.

Deposito un beso en su mejilla, y noto como sonríe.

- Te quiero – consigue decir pero aun así con la voz rota

- Yo ya no – digo, noto como se tensa

- ahora mismo te amo – sigo

Gira su cara hacia mí, y sus ojos azules, ahora un poco rojos, se me quedan mirando con un brillo especial, antes de darle tiempo a lanzarse, me hundo en sus labios y mezclo nuestras lenguas, nuestros sabores. Se acerca más a mí, y me agarra de la cintura, dándose la vuelta completamente. Y siento lo que le he dicho, lo amo , lo amo con todo mi corazón. Nuestras bocas se separan, y volvemos a quedarnos a pocos milímetros, su nariz roza la mía y nuestros ojos no quieren abrirse pero acaban haciéndolo. Nunca va a dejar de penetrarme con esos ojos azules que tanto me hipnotizan.

- ¿Cómo has sabido que estaba aquí? - pregunta curioso, lo que me hace recordar que Alberto sigue aquí.

Cojo su mano y me aseguro de que sigue mi mirada, por lo que me doy la vuelta y señalo la silueta de Alberto, que se acerca a nosotros.

Al llegar chocan la mano.

- Como me conoces eh tete – dice Mauro, a lo que Alberto sonríe satisfecho. Y aquí estamos los tres, sentados en un mirador de Madrid viendo ya la noche de la capital desde arriba, cuando la llamada de mi abogado interrumpe el momento.

- Dime – digo, alejándome

- Tenemos un problema, quieren que tu hermano y tú testifiquéis – dice

- Que vamos a testificar si en la vida les hemos visto hacer nada – respondo asustado

- Ya lo hablaremos mañana, venir al bufete después del instituto – ordena

- Vale allí estaremos, adiós – digo antes de colgar

Me llevo las manos a la cabeza y me agacho. Mauro y Alberto me ven y saben que el momento feliz ya ha acabado, por lo que se acercan a mi lentamente.

AMAR EN SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora