CAPÍTULO VEINTE

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No he pegado ojo en toda la noche, pensar que hoy es el juicio solo me estresa. Mauro se ha ido hace un rato al instituto, se ha despedido de mi con un sabroso y dulce beso que ha posado en mi mejilla, mientras yo hacía que estaba dormido. He quedado para desayunar con mi hermano, sinceramente lo veo muy preocupado.

- Hasta que no los vea ahí no voy a realizar la gravedad del asunto – dice mi hermano, con una voz un tanto temblorosa.

- No te preocupes, tú y yo nos vamos a tener siempre ¿vale?, serán unos años, buscaremos algo como te dije – intento tranquilizarlo, no sé de dónde he sacado tanta calma a la hora de hablar porque estoy igual de angustiado que él.

Pagamos la cuenta y nos paseamos por las calles de Madrid. Es un paseo silencioso, pero es un silencio cómodo. Es casi la hora así que vamos a los juzgados. En la puerta vemos al abogado, nos vamos a comer con él a la cafetería.

- ¿Como estáis chicos? ¿Habéis entrenado vuestras respuestas? - nos pregunta, ¿porque todos los abogados hablan preguntando?

- Nerviosos – digo, ya que veo que Lucían no abre la boca ni para coger aire.

Nos mira como recalcando su última pregunta.

- Hemos practicado, si

- Genial, hoy no va a ser fácil, voy a luchar por vuestros padres hasta donde pueda – dice, pidiendo la cuenta con la mano al camarero, que está a unos metros de nosotros.

Se va por otro lado, nosotros dos salimos fuera antes de entrar.

- ¿Desde cuándo fumas? - le pregunto mientras se enchufa un cigarro.

- Solo fumo en situaciones estresantes

- Anda dame un poco – digo

Después de fumarnos el cigarro entre los dos, mi hermano y yo, juntos, entramos en la sala.

Se me corta la respiración al entrar, observo a Lucían y veo que está pálido. Nos sentamos atrás del abogado. Antes de que empiece veo como mi novio y mi mejor amiga entran apresurados y se sientan tres filas atrás.

- Pueden pasar los acusados – dice el juez

Veo entrar a mis padres, no podemos tocarles pero cuando se sientan al lado del abogado, o sea delante nuestra, se giran para vernos, y les sonreímos.

- Os quiero – dice nuestra madre entre susurros

- Y nosotros – respondemos al unisonó de la misma manera que ella, susurrando.

En el otro lado, hay dos hombres y una mujer, trajeados, muy trajeados, lo que me hace suponer que son jefes muy importantes del banco.

Treinta minutos después me llaman como testigo para subir a declarar. Escucho como un grave pitido mientras subo, ya arriba busco con la mirada a Mauro, que me está mirando fijamente y me relajo un poco, a su lado, Laura me sonríe, algo que también me ayuda. El abogado contrario empieza a preguntarme.

- ¿Alguna vez ha visto un fajo de billetes por su casa? - pregunta

- No, que yo recuerde nunca – respondo, rápidamente miro a mi abogado y veo que asiente con la cabeza, pero también veo las caras de mis padres, bastante preocupadas y empiezo a respirar de una manera agitada así que vuelvo a centrar mi mirada en Mauro y Laura.

- ¿Qué teléfono móvil tiene? - pregunta, no me esperaba esa pregunta para nada, y no entiendo en que puede ayudar saberlo.

- Iphone 12, señoría – respondo serio

- ¿Te lo pagaron tus padres verdad? - pregunta, asiento con la cabeza.

- ¿Lo pagaron todo en efectivo en ese momento? - pregunta, su pregunta me descuadra, intento recordar, y si, lo pagaron todo en efectivo, no sé qué decir, pero no quiero mentir.

- Si – digo

Empiezo a escuchar un par de cuchicheos pero cesan al instante. Me dan las gracias y vuelvo a mi sitio. A mi hermano le hacen unas preguntas similares. Se reúnen para decidir y salen a la media hora.

Vuelvo a escuchar los pitidos cuando mi abogado se lleva las manos a la cabeza. Escucho muy por detrás los nombres completos de mis padres, y sin escuchar nada leo los labios del juez que dicen, "... son declarados culpables". Mi mundo se viene abajo pero me esfuerzo para poder escuchar, pero no lo consigo así que caigo inconsciente en el asiento.

Abro los ojos y me encuentro con los ojos azules y preocupados de Mauro. Que sonríe al ver que me despierto. Todo el mundo ha salido de la sala, veo que mi hermano está más que pálido, entonces vuelvo a la realidad.

- ¿Cuanto?

- Tres años – responde Mauro, vuelvo a respirar hondo e intento tranquilizarme.

- Vamos, tenéis que despediros de vuestros padres – comenta Laura.

Llegamos a una sala, donde un guardia nos abre la puerta, están mis padres y el abogado. Corremos para abrazarlos, me abalanzo sobre mi madre, y mi hermano sobre mi padre, los cuatro empezamos a llorar desconsoladamente.

- No os preocupéis chicos, vamos a estar bien, pero tenéis que prometernos que vosotros también – dice mi madre con la voz rota

- Os lo prometemos – digo sin dejar de sollozar, como respuesta nos damos un abrazo colectivo, no queremos separarnos de sus brazos.

- Se ha acabado el tiempo – dice una voz seca, puedo pensar que es por insensibilidad pero al fin y al cabo ve estas escenas más veces de las que creemos al día. El guardia nos coge del brazo con la ayuda del abogado y nos sacan.

- Os queremos – gritan nuestros padres.

- Nosotros más – grita mi hermano, yo no puedo hablar.

Ya en la puerta le agradecemos el trabajo que ha hecho a nuestro abogado y lo despedimos con un abrazo más que cordial. Secándonos las lágrimas nos encontramos con Mauro y Laura. Esta vez son ellos los que vienen corriendo hacia nosotros. Laura me abraza e intenta espabilar a Lucían. Mauro me agarra de la cadera y me lleva a un banco, donde recién nos sentamos me abraza y entonces es cuando me doy cuenta que respira agitado.

- Te quiero Mauro – digo mientras dejo que me limpie las lágrimas con besos. Me mira, ya no preocupado, sino con su mirada penetrante que tanto me excita.

- No pienso dejar de amarte nunca Cándi – dice sensual y cariñosamente.

Le acaricio la mejilla y apoyo mi frente en la suya. Nuestras narices se rozan, nos damos un beso de león.

Noto una mano en mi hombro, y la agarro con suavidad para besar la mano de Laura.

- Os queremos mucho – suelta Lucían

Laura se emociona, supongo al afirmar ya su relación con mi hermano.

- ¿Qué pasa? - preguntamos

- Es que ... me emociona que Lucían y yo ya no tengamos que amarnos en silencio – suelta

En silencio es como nos deja esa frase a Mauro y a mí.

AMAR EN SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora