Solo se oyen el duro granizo rebotando en el tejado y chocando bruscamente, hasta romperse en el suelo. Mauro y yo nos miramos fijamente sin decir ni mostrar nada. Observándonos, cualquiera podría deducir que estamos incómodos o que simplemente no tenemos ningún tema de conversación, pero la realidad es que nos estamos diciendo todo sin usar las palabras, tan solo nuestras miradas. En sus ojos azules noto cierta pasión, pero sobre todo ternura, algo que nunca había visto en Mauro.
- ¿Alguna vez te he dicho lo mal que te queda el pelo mojado? - dice, con cierta ironía e interrumpiendo nuestra fantástica conversación a través de miradas. Aunque estemos escondidos de la furia del cielo, bajo el techado, mi cabello sigue empapado.
- ¿Alguna vez te he dicho que noto que me tienes envidia? - digo, con cierta ironía también
- Ahí no te falta razón – dice
No sé cómo hace para que siempre me sienta mal por haberle seguido el juego, pero no sé cómo ni porqué, es algo que me satisface.
- Pues no deberías, los dos somos perfectos ante nuestras diferencias – digo, acercándome a él
- Menos mal que no somos iguales, porque si no, estaría todo el día besándome en el espejo y en pelotas – dice sonriente, se acerca a mi
- Yo creo que vomitaría – digo, intentando ocultar una sonrisa y acercándome más a él
Me agarra y me pega a él bruscamente, pega su boca a mi cuello y sube a morderme la oreja. Sobresalto ante el mordisco.
Le despego la cara de mi oreja, y me acerco a él, le muerdo el brazo.
Y así empezamos una guerra de mordiscos, que podría no acabar nunca.
Su siguiente mordida es mi labio, y la mía su lengua. Así que empezamos a besarnos otra vez. Nos movemos bajo el techado para poder entrar dentro sin separar nuestros labios pegados, abrimos la cristalera y nos acercamos al salón. Lo tiro hacia delante, al sofá, cae sentado, me siento encima moviéndome arriba y abajo, él me agarra el trasero con fuerza, seguimos besándonos, saboreándonos, me empieza a besar el cuello, arqueo la espalda mientras gimo muy levemente su nombre. Pero de repente siento estar con aquel chico de la cocina cuyo nombre no quiero acordarme. Me separo de Mauro, aparentando normalidad, no quiero que sepa el porqué de que decida acabar con este momento.
- ¿Piensas dejarme con el calentón? - pregunta con deseo, al ver que estaba quieto en frente suya
¿Qué le digo? No puedo mostrarle más debilidad. Así que recurro a jugar.
Me acerco hacia él y junto mi boca a su oreja, respiro levemente tres veces.
- Cuando tu cedas a reconocer lo que tenemos públicamente yo cederé a nuestras ganas de follarnos– susurro en su oído
Me separo de él, observándolo con una sonrisa pícara.
Pone cara de desconcierto pero sé que le gusta seguir mis juegos.
- Entonces nunca te aventuraras sobre mi cuerpo – suelta
- Nunca – digo, aunque me duela que reconozca que no tiene pensado contar esto.
- Tendré que lograr que cedas sin yo cumplir nada – suelta el muy engreído
- Te invito a que me eches – digo seriamente con una amplia sonrisa en la cara
- Y yo te echo – responde
- Y yo acepto – digo
Abro la puerta, antes de salir, le dirijo una última sonrisa y me guiña un ojo. Cierro la puerta detrás mía y me siento un instante en el magnífico suelo apoyándome en su magnífica puerta, pero me levanto al ver pasar unas pocas personas, la verdad es que es uno de los barrios más tranquilos de Madrid.
Después de un largo viaje de metro, al que estoy acostumbrado, la próxima vez que sea él quien venga a mi casa, aunque bueno, es verdad que mi hermano y Sofia están siempre en mi casa, llego a mi calle, que esta iluminada de luces azules y rojas, acompañadas de una sirena y los vecinos cotilleando y murmurando. Algo habrá pasado en alguna casa vecina, este barrio sí que es ruidoso, al contrario que el de Mauro. Pero acercándome a mi casa me doy cuenta de que el coche y los vecinos están parados frente a mi puerta. Me acerco más y observo a mis padres entrando con la cabeza agachada, por culpa de la mano del policía sobre sus cabezas, en el coche de los policías, con las manos esposadas, mi madre me ve, y solo con su mirada me dice que corra y no vuelva hasta que todo esto se solucione, me quedo inmóvil pero reacciono al verla dentro del todo.
Salgo corriendo, por donde había venido, no sé dónde ir, llego a la parada de metro más cercana y me subo en la primera línea que va hasta la parada más cercana de casa de Mauro. ¿De Mauro? ¿Porqué de primeras se me ha ocurrido recurrir a él y no a mi mejor amiga? Supongo que los dos me transmiten confianza pero Mauro se lleva bien con la psicología y eso puede ser un pilar fundamental para que me ayude.
Llego a su casa pero me abre su madre, y me saluda tan encantadora como siempre pero yo ahora no puedo simular agrado.
- Buenas, ¿esta Mauro? - pregunto
Mauro baja corriendo y mira a su madre, ella se va al entender el significado de aquella mirada que su hijo le acaba de lanzar, justo lo que me ha pasado con la mía hace unos minutos, pero al revés, yo escapaba, ella me prevenía.
Antes de que empiece a hablar, Mauro me coge del brazo y me lleva corriendo a su habitación. Al llegar a esta, veo que tiene la tele encendida, con las informaciones puestas y que mis padres son los protagonistas.
- Te estaba esperando – me dice con voz preocupada
No me salen las palabras. Lo abrazó. Solo quiero escuchar su respiración entrecortada ,dada la situación, sobre mi cabello. Y no lo suelto hasta que pasan diez minutos.
Anteriormente, no había visto que habían cámaras, sería de los nervios. En las noticias ya se habla de otra cosa, lo de mis padres no es tan importante. La gente lo hablara entre hoy y mañana, la semana que viene tendrán un vago recuerdo sobre unos en Madrid que cometieron algún tipo de fraude y en dos semanas nadie se acordara de lo sucedido. Excepto la justicia.
Por lo que acabo de escuchar, mis padres han blanqueado dinero visto que mi padre trabaja en un banco. Pero se trataba de una cifra alta de dinero.
Mauro me agarra de las mejillas con las manos y sube mi cara hacia sus ojos.
- ¿Estás bien? - pregunta delicadamente
Empiezo asintiendo, pero me rindo, no lo puedo engañar, no me puedo engañar. Así que niego con la cabeza y mis lágrimas que llevan un buen rato queriendo brotar amenazan con estallar.
- No sé qué voy a hacer ahora – digo
Me mira indeciso pero se decide a hablar.
- Puedes quedarte aquí el tiempo que haga falta, hablaré con mi madre – sugiere
- Me quedare hasta que encuentre una solución lo antes posible, ¡Muchísimas gracias Mauro! No sabes lo agradecido que estoy – digo
- Pero... - empieza, rascándose la cabeza – que nadie se entere que vas a estar un tiempo en mi casa, ya sabes.... Empezarían a hablar de muchas cosas. - suelta, intentando sonar sutil
- ¡Tranquilo que nadie se va a enterar que acoges en tu casa al gay y al delincuente del instituto! – suelto bruscamente, provocando dolor en su cara.
- No vamos a discutir ahora – dice
- Sí, será mejor – digo
Y me acomodo para abrazarle, aunque sienta cierta tensión dado nuestros comentarios.
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AMAR EN SILENCIO
عاطفيةCándido ,Un chico homosexual que va a pasar por diferentes problemas, algunos mas duros que otros, y va a conocer como es de verdad Mauro, el típico chuleta de instituto, un chico reprimido, que le va apoyar en todo momento, pero que no quiere que n...