CAPITULO DIEZ

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Varios rayos de sol deslumbran la habitación, aunque el cielo está nublado, me despierto y le doy varios golpes suaves a Laura, que se despierta y levanta al instante, doy un par de vueltas más sobre mí en la cama y me levanto. Desayunamos un delicioso zumo de naranja y una tostada en el bar, que se encuentra dos calles abajo de la casa de mi mejor amiga. Un desayuno con el que comienzo un buen día, aunque el cielo esté feo, y que así espero que acabe. Le cuento todo lo de ayer con detalles a Laura, que no deja de sonreír.

- Ahora vuelvo, voy un momento al aseo – dice Laura, mientras se levanta para dirigirse hacia el lavabo.

¿Debería decirle algo a Mauro?, quizás deberíamos quedar para aclarar las cosas.

"¿Te vienes después de comer a mi casa y hablamos?" ; me envía Mauro por Instagram.

Como puede ser que el chico de ayer tenga mi número y Mauro no.

Que aterrador, el hecho de que justo piense en eso y me llegue su mensaje.

" A las 15:30 estoy allí", respondo

Llega Laura y se lo cuento.

- Me parece bien que quedéis para dejar las cosas claras, sabes – dice

Pasamos toda la mañana juntos, comemos en su casa, nos divertimos como niños, tenemos una relación muy infantil.

Son las 15:00, y me dirijo al metro para llegar a casa de Mauro.

- Pasa – dice, la única palabra que me dirige

¿Conque ahora no me va a saludar? Pues yo a él tampoco.

Me siento en el sofá, como si fuese mi casa aunque en cierto modo estoy incomodo.

Se toca el pelo, su mirada baja y sube, de mis ojos, fijos en él e intentando aparentar seguridad cuando es todo lo contrario, al suelo, donde nuestros pies se rozan.

- Yo...Esto...Siento...pff- empieza a decir, resoplando

La mano que se encontraba en su pelo ahora está entrelazada con su mano opuesta.

- Siento lo que te dije, sabes que no quería decir eso, y que aún menos te veo así – consigue decir

Siento aún cierto enfado pero lo evito al recordar lo que le tengo que contar.

- Cándido, de verdad que lo siento – dice, seguramente al ver que no respondo.

Le respondo con una sonrisa básica y sincera.

- Yo...también tengo algo que contarte – digo

- Lánzate – me anima

Respiro hondo dos veces y decido soltarlo de una vez, total tampoco es tan grave.

- Ayer conocí a un chico y lo besé, para mí no significo nada – cuento en modo resumen, no quiero detallar absolutamente nada.

La cara de alivio que tenía al yo haberlo perdonado se ha transformado en dolor. Me duele ver su expresión facial.

Parece que va a gritarme pero se calla. Un silencio espantoso nos inunda durante un minuto eterno.

- No te veía así, pero tampoco puedo pedirte respeto a algo que no existe – dice seco, e interrumpiendo el silencio.

Siento cierto alivio y dolor a la vez, justo como él no hace más de dos minutos.

Voy a agarrarle la mano, pero la aparta, se levanta enfurecido y se va al jardín.

Me quedó inmovilizado, no sé qué hacer, como reaccionar.

Así que salgo también al jardín. Un espacioso jardín, moderno y clásico al mismo tiempo, para que engañarme, precioso sin duda, casi al final, donde un muro gris plata separa la calle de la casa, hay un sofá de terraza, gris con un poco de tonalidad clara y blanca, donde Mauro está sentado.

Me acercó silenciosamente y despacio. Tiene los brazos apoyados a las piernas y la cabeza dirigiéndose al suelo entre estas, no se inmuta. Me siento a su lado y se levanta.

- Mauro dime lo que me tengas que decir – le digo

Él se gira, me mira, noto su furia traspasándome.

- No has tardado ni un segundo en tirarte a otro – suelta bruscamente

Me siento mal, pero es hora de defenderme.

- Tu mismo dejaste claro que no éramos nada - empiezo 

- Me has tratado como una mierda, ¿qué querías?¿qué llorara por ti toda la noche? ¿eso es lo que buscabas? ¿qué llorase por ti? - consigo decir

Su mirada se relaja y enfurece al mismo tiempo, pero no espero compasión ni enfurecimiento por su parte.

- ¿¡ Como quieres que te trate si no sé ni cómo tratarme a mí mismo!? - dice casi gritando

- Mauro, las cosas no van así – digo, pero no consigo añadir nada más

Noto sus ganas de llorar, de reventar a sollozos, de reventar todo lo que pille por delante, es por eso que me acerco a él y le abrazo fuerte, él no se resiste, me aprieta, no me suelta. Noto su respiración acelerada relajarse entre mi cuello y mi oreja. No quiero que me suelte, no quiero soltarlo. Estoy seguro de que él está pensando lo mismo.

- Te quiero – suelta

Siento la palabra abrazar mi corazón, acariciarlo, no puedo estar más feliz. Aunque no me sale decirle que yo también. Y es aquí, donde me doy cuenta que quizás el miedo que yo tenía de pillarme por él, sea lo que está ocurriendo pero al revés, y sea él el quien se está pillando por mí.

Subo mis manos entrelazadas que tengo sobre su espalda hacia arriba, separándolas y así  acarició su nuca con mis manos mientras sigue abrazándome.

En efecto, el cielo negro que llevo viendo desde esta mañana, nos muestra sus consecuencias. Empieza a llover.

Intento ir a resguardarme bajo el techo, pero mauro me tambalea.

- ¡Para Mauro! - le grito riéndome

No me obedece, me mojo, me agarra de la cadera y acerca hacia él, estamos pegados, bajo la lluvia, nuestros cabellos gotean, me penetra con su mirada empapada de amor y deseo, y una pizca de agua. Con ese color azul y esa mirada tan suya. Noto el agua deslizarse por mi cara, pero en cuanto sus labios acarician los míos, ni un tsunami me haría separarme de estos. Siento fuego pasional en mi boca, mientras nuestras lenguas pelean y bailan al unísono. Siento el agua recorrer nuestros cuerpos mojados. Siento esa mezcla de agua y fuego que se define en la palabra pasión. 

Pasión.

- Agw! Que daño – grito

- Te he hecho da... - empieza Mauro pero se detiene al sentir el dolor también

Los cubitos caen y rebotan sobre nosotros. Está cayendo granizo.

Ahora ya no me detiene, incluso me coge y me lleva en caballito al trozo techado. Nos reímos.

- ¿Has visto cómo te he salvado? - dice tontorrón, ya cuando estamos a salvo del granizo

- Mas bien, como te has salvado, porque me has utilizado como escudo, todo el granizo caía sobre mí. - digo

Se asombra.

- ¡Es verdad! No había caído – exclama

- ¿Como vas a caer? si eres gilipollas – digo, mientras le giro para el lado la cara con la mano, borrando así su sonrisa.

AMAR EN SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora