CAPÍTULO VEINTICUATRO

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Estoy en la puerta de lo que estas semanas ha sido mi hogar, la casa de Mauro. Vacilo unos instantes si tocar o no el timbre pero finalmente decido por hacerlo. Me abre su madre y me dice de pasar, me pregunta que como me encuentro y me da un abrazo muy acogedor, echo mucho de menos a mis padres, pero intento evitar entristecerme por ellos. He quedado con Lucían en ir la semana que viene a verlos a la cárcel.

- Siéntate si quieres, voy a despertar a Mauro – me dice su madre señalando al sofá con el dedo. Es que he venido temprano, no quería tener que lidiar con lo que Laura hizo anoche. La he dejado en su cama durmiendo.

- Dile que suba – escucho que le dice Mauro a su madre. Por lo que subo por las escaleras. Me cruzo con su madre que me dedica una última sonrisa.

Entro en su habitación, lo observo recién levantado, es que es tan guapo, tiene el pelo desordenado, los labios un poco más hinchados y los ojos brillantes.

Me quedo quieto sin saber que hacer, nos miramos fijamente y no puedo evitar recordar al chico de anoche y en cómo me revolvió por dentro, lo que me hace sentirme mal. Me siento en la cama, a su lado. Ahora los dos tenemos la mirada fija en la puerta marrón de su habitación. Mauro se aclara la voz.

- No ... No quería decir eso

- Lo sé, pero me hiciste daño mauro – digo, mauro ahora está mirándome a los ojos y veo que le duele haberme hecho daño.

- Si estás agotado, que es normal, no te culpo yo también lo estoy, tal vez es mejor que hagamos un parón – sigo

- Que dices, que dices, deja de decir gilipolleces Cándido – responde alterado, se pone de pie y posa la cabeza en el brazo apoyado en la pared.

- Claro que estoy agotado pero tú eres el pilar que me ayuda a seguir, Cándi he perdido a casi todos mis colegas por ti, ¿de verdad crees que no quiero seguir contigo? - dice, no puedo evitar emocionarme, respiro hondo y me levanto para ir a su lado. Apoyo mi barbilla en su hombro.

- Yo tampoco sabría que hacer sin ti Mauro – digo

Se da la vuelta y posa sus labios en los míos. Mi lengua acepta dulcemente su lengua. En mi interior surge un fuego arropante y cariñoso. Agarro suavemente su cara con mis manos y sigo besándole.

- Eso sí, si has perdido a tus amigos es porque son unos homófobos que no te aceptan por lo que eres, no por mí – recalco

- Tienes razón – dice aún con su cara pegada a la mía.

- Menos mal que tienes a Alberto

- Y a ti – dice

Me tira a la cama y empieza a besarme otra vez. Me quita la camiseta y baja besando mi abdomen poco trabajado. Me mira con los ojos brillantes. Me desabrocha la cremallera del pantalón y me besa el bulto. Me pongo muy pero que muy cachondo. Nunca nadie me ha hecho una mamada. 

Me la saca del calzoncillo y besa la parte de arriba. Pasa la lengua desde abajo hasta arriba varias veces para finalmente metérsela en la boca. Cierro los ojos y me curvo un poco, le acaricio el pelo mientras él lame. Gimo su nombre lo más flojo que puedo. Lo hace demasiado bien. Estoy a punto de llegar al orgasmo, Mauro sigue. Acabo en su boca, me mira divertido y me besa. Es un beso guarro y divertido.

- ¿Te ha gustado? - pregunta

- ¡Me ha encantado!

- A mí me encantas tu – dice 

Y nos volvemos a besar.

En este instante el tiempo es algo irrelevante, no sé si han pasado horas, minutos o segundos, lo único que sé es que estoy realmente enamorado del chico que tengo al lado jugando a la Play. No suelo hacerlo pero disfruto del momento, en silencio, lo observo jugando al videojuego, es a la vez tan imperfecto y perfecto. Miro su pelo desordenado, más aún de lo normal dado los cascos y me embobo en sus ojos, fijos a la tele.

- ¿Que hacemos hoy? - pregunta Mauro

- Si quieres podemos ir a cenar – sugiero

- Va – responde seco, me sorprende su respuesta pero el averiguar que no me estaba hablando a mí sino a Alberto a través de los cascos me sorprende más. Al principio me enrabia pero acabo riéndome de mi estúpida ridiculez.

Fuera está lloviendo, se va notando que el invierno está a la vuelta de la esquina, el frio inunda el interior de los hogares también.

Mientras espero a que Mauro me invite a unirme a su plan, cotilleo Instagram, me paro para ver la historia de Miguel, el chico del pub. En la foto se le marcan los músculos y la mandíbula, su pelo rubio y rizadito cae sobre la mitad de su frente, sus ojos verdes resaltan a simple vista y ... tengo que parar, paso a la siguiente historia rápidamente. Julia me ha dicho antes de ir a una fiesta pero es lo último que me apetece hacer por lo que le he respondido que si eso me paso.

Me paro en la historia de Lucían, salen él y Laura, yo la mato, la mato, como tiene tanta cara de estar ahora con él sabiendo lo que le hizo ayer. Me da un ataque repentino y llamo a mi hermano.

- Dime Cándi – responde al tercer tono

- No debería entrometerme pero que sepas que Laura.... Esto ... - digo, iba muy lanzado pero no sé cómo explicárselo.

- ¿Laura qué?

- Pues que ayer me la lleve de fiesta por que os habíais peleado

- ¿Y qué pasa? - pregunta dudoso, pero se escucha a Laura por detrás diciendo : "Cuelga, yo te lo explico". Seguidamente oigo una respiración agitada y el tono de fin de llamada.

Espero haber hecho lo correcto.

AMAR EN SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora