Capítulo Diecisiete: Sorpresas

695 58 4
                                    

— ¿Quieres dar un recorrido? — preguntó tomando mi mano, nerviosa asentí.

Caminamos por lo que parecía una sala principal, luego los pasillos que parecían ser de alguna mansión. Las paredes eran blancas y habían tres puertas.

Me mostró las principales dos habitaciones y luego el baño, el baño parecía ser de la realeza, todo en sí de hecho. Por último la cocina y el cuarto de lavado.

— Arriba hay una piscina toda tuya y una vista aún más espectacular. — ¿Había más?

Las manos en mi cintura me guiaron a las escaleras, las subimos y el aire neoyorquino chocó contra mi rostro. El atardecer estaba puesto ante mis ojos y la fragancia que el chico a mi lado desprendía  eran complementos perfectos. Su aliento chocó contra mi cuello dándome el conocido cosquilleo en el estómago.

— ¿Sorprendida? — preguntó, la faceta picaresca de Kael salió a relucir.

— Pareces mi sugar daddy. — le digo, me volteo y lo veo riendo. — Aún no entiendo cómo puedes tener este edificio y sí, sí estoy sorprendida. Fue muy hermoso Kael, gracias y temo saber que la fracción que pagaré por esto no sea ni la décima parte de lo que en realidad vale.

— Bueno, mi madre me ayuda a manejarlo, pero soy dueño legítimo. Mi abuela paterna antes de morir se encargó de dejarme parte del negocio de bienes raíces y apartamentos. Tengo que esperar hasta los 25 para tomar posesión entera. — suspira y se acerca para tomar mi rostro con una mano mientras que con la otra sostiene mi cintura. — Sería un privilegio ser tu sugar daddy. — dice antes de besarme, el sabor de sus labios era indecifrable. Menta, algún cigarrillo y a veces fresa. Yo rogaba siempre porque me encontrara con buen aliento y no con un mapache muerto en la boca.

Le gustaba llevar el control y eso no me molestaba, de hecho me encantaba, el aire golpeaba pero no sentía frío. Su lengua exigía y no lo detenía. Se separó.

— Quiero que sepas que si quieres irte de aquí, estás en todo tu derecho, no quiero que te sientas obligada a nada. — dice para después retomar el beso. Seguimos así por un par de minutos.

— ¿Tienes hambre? — pregunta con los labios hinchados, sonrío.

— Siempre.

— Te llevaré a un lugar que te encantará. — dijo llevándome a su paso. Pero como si fuera una espina pullando constantemente, el recuerdo de la chica llegó de nuevo arruinando el momento.

...

— Algún día te invitaré a comer. — comenté.

— Sabes que no me pesa nada invitarte.

— Lo sé, pero no es el caso, eso de que seas prácticamente millonario no te da el derecho de ser mi sugar daddy. — reprocho divertida. — Hablo en serio, literalmente eres rico. — aclaro, sus ojos escanearon mi rostro, eso me ponía muy nerviosa.

— Eres muy hermosa. — dijo. Me sonrojé a no poder más.

— No evites lo que te digo. No me gusta depender de nadie. — su ceño se frunció.

— No pretendo que lo hagas. — termina y detiene el auto,  salimos a paso lento, una "Hostería Estrella" estaba en un letrero muy colorido. El lugar quedaba por la carretera de regreso a casa, ya eran las 6 de la tarde.

— Es hermoso. — el lugar por dentro parecía otro tiempo, las luces tenues y los discos de vinilo pegados por toda la pared daban un toque exótico y diferente.

Fuimos a lo que parecía un segundo nivel, era una azotea decorada con luces y mesas regadas, los asientos eran de heno y la vista era espectacular. Tomamos asiento y Kael me sonrió. Me daba tiempo de examinarlo, su cabello había crecido bastante, caía por su frente y rozaba sus cejas, sus ojos grises junto con unas pestañas espesas eran perdición y ni hablar de su mandíbula perfilada, me preguntaba si había algún pacto con el más allá para ser así de apuesto, literalmente no se esforzaba en nada y tenía a medio mundo a sus pies. Era alto, muy alto, rozaba el metro noventa y mantenía su cuerpo en forma, resoplé internamente. Yo no podía bajar de peso y constantemente me acomplejaba por ello. Había intentado de todo, y lo único que lograba era reducir 5 libras y nada más, las cuales las podía llegar a ganar al doble.

La Realidad De Los Chicos Malos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora