Capítulo Treinta: Desaparecida

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Kael

Me sobo las sienes cansado, después de todo el día que ha pasado, me siento exhausto.

Lo único que me mantenía en pie era la sonrisa de Lauren, cuando llegaba al apartamento me recibía adormecida y me daba un fogoso beso, para luego decirme que mi cena estaba en el microondas y me había preparado mi café favorito, que por cierto era horrible. Pero ya me iba acostumbrando a él, no quería desilucionar a Lauren.

Parqueo el carro en donde debo y sujeto en mis manos un maletín, me río, un estúpido maletín, ¿Quién soy? ¿El lobo de wall street? Suspiro cerrando el auto con seguro. Saludo al nuevo portero, David, quien me devuelve el saludo. Si Lauren supiera que tuve una charla con él, me mataría.

No paraba de hacer cualquier cosa por hablar con Lauren y ella siendo como es, no se percataba de que estaba coqueteando con ella. Un día lo atrapé viéndole el trasero y realmente no lo culpaba, pero no podía evitar tener una amena charla con él.

Espero que el elevador se abra y entro, me recuesto recordando la vez que le dí un fogoso beso a Lauren. Imaginarme su rostro sonrojado y lleno de deseo me ponía y mucho. Hasta el cansancio se me quitaba.

Odiaba que fuera a mi oficina a dejarme comida, después de tanto decidí tener una sucursal cerca, aquí en Nueva York. Odiaba que fuera porque mis inversionistas la veían y no paraban de decirme "Suertudo" "Qué bonita es" "Vaya novia" y cosas mientras la veían. A veces no podía guardar mis insultos y los decía, al final sabía que las intenciones se aquellos halagos iban con doble intención y era lo que me ponía de los mil demonios. Y como siempre, Lauren no lo notaba, solo me veía a mí con ojos brillantes y una enorme sonrisa, y en esos momentos me sentía especial y el hombre más feliz, cuando enfrente de todos dejaba mi almuerzo en una mesa y se acercaba a darme un beso en los labios, mientras yo la abrazaba por las caderas apretándola a mí. Esos momentos hacían que mis nervios aparecieran, por más veces que eso pasara yo siempre reaccionaba ante ella.

Una sonrisa yacía en mi rostro, camino hasta mi puerta, vaya, no había seguro. De inmediato llamo a Michael, el jefe del anillo de seguridad, contesta rápido.

— ¿Pasó algo raro mientras no estuve? — pregunto abriendo la puerta.

No señor, Lauren llegó com su amiga y luego la amiga salió, Lauren está sola en el apartamento desde hace una hora, nadie ha salido ni entrado. — cuelgo, piso más fuerte intentando que Lauren me escuche para que me abrace y me reciba como siempre. Nada.

Ni siquiera estaban las luces encendidas, las prendo y camino a la cocina, el microondas estaba vacío, con el corazón a mil voy a revisar la habitación. Nada, no había rastro de nada. Voy a la sala y solo estaban sus cosas de la universidad tirados sobre el sofá.

Palidezco cuando noto una mancha de sangre en el sofá. Lauren.

Marco el móvil e impaciente voy al apartamento de Jazz.

— Michael no hay nadie, ¡Carajo, no hay nadie! Trae cuantos putos refuerzos sean necesarios para encontrar a Lauren, contacta al puto FBI si es posible, mueve todo ahora. — cuelgo sin esperar respuesta, mi esperanza estaba puesta en Jazz. Toco su puerta y abre adormecida.

No espero y entro.

—Hey, ¿Qué sucede?

— ¿Lauren? ¿Donde está Lauren? — sus cejas se fruncen.

— Tuvimos una pelea, ella se quedó en el apartamento y... — tiro la lámpara de la mesa de entrada. Me mira horrorizada. — ¿Qué pasa?

— Lauren no está, Jazz. No está. Hay sangre en el sofá y sus cosas están ahí tiradas. — explico, la furia se acumula en mí, si algo le pasa, no me lo perdonaría, le dije que conmigo nada le pasaría y que estaría segura.

La Realidad De Los Chicos Malos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora