Capítulo Tres: Cosas...

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—¿La tarta está bien? —era la quinta vez que mamá preguntaba eso, asiento y sonríe —, sé que estoy siendo un poco irritante. No me veas así y compomponte ese vestido.

Bufo y me acomodo el vestido azul oscuro. No quería esto. Pero rechazar la propuesta de la señora Purser no estaba en mis planes. Sería algo muy mal educado de mi parte y no quería que tuviese una mala impresión de mí.

Después de decirle a mamá la invitación que nos había ofrecido al vecina se puso un poco alterada. No dejaba de pensar en cómo presentar a una familia normal y organizada. Mi hermano aún estaba en su etapa de hippie y ser feliz aunque las situaciones no sean las correctas. Sin contar que era vegano, no tengo idea de cómo ha soportado serlo.

—Mamá, ¿En serio tengo que ponerme un traje? — el hippie habla.

—Dan, Alex y Lauren se pusieron la vestimenta para lo ocasión. Así que si no quieres que te corte esas rastras que llamas cabello vete a duchar y a cambiarte. — me reí. Era imposible no hacerlo. Mi hermano se había dejado crecer el cabello hasta los hombros. Y era algo frustrante ver que le quedaba bien ese look.

—¡Mamá! —la voz de Alex me hizo voltear la cabeza. Se veía tan adorable con  su traje.

—¿Qué pasa cariño? —estaba segura de que si no ayudaba a mi madre con algo se desmayaría.

—No quiero ir. No así vestido. —dice mi hermano cruzando los brazos, yo sonrío al ver la cara de mi madre.

—Alex. Te ves como James Bond. —afirmó guiñandole un ojo, el sonríe con suficiencia.

—Llámame Bond, James Bond. —dice y le sonrío. Se va hacia la sala y empieza a jugar un video juego.

—Gracias. —dice mi mamá.

—No hay problema.

—¡Cariño, ayúdame con la corbata! —Mi madre suspira y se da la vuelta.

—¡Voy amor! —me quedo sola en la cocina viendo la lista sin comprar pegada en el refrigerador.

—Lauren —la voz de mi hermano me desconcentra y lo volteo a ver, sus manos están sobre una corbata —, ¿Me ayudas?

Me Levanto y la tomo en mis manos, se la pongo y la arreglo.

—Listo. —sonrío.

—Gracias.

—De nada Hippie.

Rueda los ojos y se va. Pasaron aproximadamente treinta minutos para que toda la familia Booker estuviese lista. Mi madre se había rizado el cabello, y obviamente se había puesto unos pendientes de oro que mi padre le regaló en su aniversario número quince. Sólo los utilizaba en ocasiones especiales. Supongo que hoy habría una de esas.

No iba a negar que estaba nerviosa, pero no era mi mejor momento. No podía dejar de comerme las uñas.

El camino se me hizo eterno, a pesar de sólo haber caminado menos de treinta pasos, cuando mi madre tocó el timbre mi mente me estaba regañando, digo, si no hubiese ido de curiosa a ver quién era ese apuesto dios con tinta en su cuerpo, su madre no nos hubiese invitado a cenar.

Así que si estaba así, era por mi culpa y porque mi juicio no aparecía hace unas horas.

—Hola, bienvenidos. —la voz de la señora Purser me hace elevar la mirada. Sus ojos nos escanean y tarda unos cuantos segundos más en escanear al hippie que tengo como hermano. El sonríe —, por favor, adelante.

Nos adentramos, cinco personas era demasiado. No sabía si podríamos cenar todos en la misma mesa. Pero bueno.

—¡Un gusto! Somos la familia Booker, sus vecinos. Lamento no haberles dado la bienvenida antes, estaba un poco ocupada. —Mi madre se emociona y explica demasiado.

La Realidad De Los Chicos Malos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora