Capítulo Uno: Simple Lógica

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Ellos tenían muchas complejidades, en especial, en lo que a Macho Galán Alpha se refería, pero yo podía entender y persuadir cada una de sus mentales ilógicas. He aquí el perfecto cliché;

‹Yo soy el Bad Boy y no te puedo dar amor›

El Bad Boy siempre tenía que llegar en una Harley, (Que más bien parecía un transformer bestial) siempre tenía una chaqueta de cuero color negra puesta, y no le faltaba un tatuaje o un percing en alguna parte de su cuerpo. ¿La razón?, Exacto. Impactar a cualquier chica ingenua y buena, (En este caso como yo) o más o menos. Él se enamora pero no lo quiere admitir, siempre era algo de su pasado o porque en sí, le gustaba la vida de mujeriego.

Error.

A ellos nunca les ha gustado ser mujeriegos, solo les gustaba el poder que tenían sobre las chicas con las que se acostaban.

Fácil.

Todo tenía solución, en especial los chicos. Así como ellos no nos entienden, nosotras tampoco a ellos. O eso parece.

— ¡Lauren abre la puerta! —suspiro rendida, dejo de escribir en mi blog y me tomo un segundo para repetirme mentalmente que si no bajo, la furia de mamá saldrá y eso no es bueno. Me pongo mis pantuflas amarillas y abro la puertas de mi habitación, vivir con cuatro personas es lo más difícil y complejo de mi insólita existencia.

Camino hacia la puerta de mi casa  y me topo con Alex, típico niño de seis años a quien se le dificulta quedarse sentado por más de cinco segundos.

— ¡Lauren!  — la voz de mi hermano hace un que frunza el ceño, veo en que posición está, sus manos están escondidas tras su espalda, ruedos los ojos al saber que trama.

—¡Alto allí Nemo! ¡Ten por seguro que si me disparas con esa pistola, mamá se enterará de lo que hiciste con el jardín! — abre los ojos y hace un ademán de paz.

— Tú ganas. — declara Alex.

— Gracias cucaracha. — él solo rueda los ojos y se marcha a su habitación, yo suspiro e intento ir de nuevo hacia la puerta.

Abro la puerta y me encuentro con un repartidor de pizzas, mi instinto de inspección se activa.

Tiene una gorra roja, un pequeño y casi invisible flequillo castaño claro se extiende por la visera, un par de ojos profundos y negros se esconden tras unas largas pestaña, típico, pestañas incluso más largas que las mías. Una sonrisa arrogante plasmada en su rostro y por supuesto que era más grande que yo, no soy tan pequeña pero él no era tan pequeño, en fin. Era hora de probar mi jugada. Pero antes, le doy mi mejor sonrisa.

— ¿Tienes novia? — lo veo a los ojos en busca de eso para poder seguir con mi teoría. Su blanca dentadura brilla incluso más que el mármol de nuestro baño, ¡Que ironía!, Según sabía los dientes eran naturalmente amarillos y chicos como él hacen que la ciencia parezca algo inverosímil.

— No. — el tono en el que lo dijo me bastó para cruzarme de brazos. Simple. Arrogante. Y apuesto.  Él eleva una ceja. — ¿Te gustaría serlo? — hago una mueca de desagrado y niego frenéticamente.

— El simple hecho de preguntarlo no quiere decir que quiera serlo, solo era simple curiosidad. ¿Sabes?, mi hermano es gay y tú eres su tipo. — concluyo y le guiño un ojo. — ¡Dan! ¡Baja, aquí está la pizza! — me doy la vuelta y veo al repartidor con el ceño fruncido, me río entre dientes y me adentro a casa, me encuentro a Dan por las escaleras. Él no es gay. Pero quería darle una lección al repartidor.

Sabía como iba a reaccionar, de hecho podría haber apostado ello. Mis largas horas de estudio me han servido, ¡Pero claro que sí!

Entro a mi habitación y suspiro, observo mi laptop en la cama y sonrío, ¡El deber llama! Tomo mi laptop y me siento en el sillón que esta a la par de mi cama, suspiro antes de escribir en mi blog, tengo que completar esto.

La Realidad De Los Chicos Malos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora