Prólogo

99 7 8
                                    

Lincoln Forest, 1764, El Nuevo Mundo

Amy Watson estaba en su cabaña en Lincoln Forest. Aunque la mayoría sospechaba que era una bruja, ella nunca había hecho daño a nadie, incluso había ayudado de vez en cuando a alguien necesitado. Era lo que en el mundo de la hechicería se conocería como "buja blanca".

 Cuando nació en una familia adinerada en el pueblo que estaba justo al lado del bosque, llamado Lincoln Hills, su familia la había entregado al orfanato, pues decían que estaba maldita. Ella había crecido bien, incluso no había dado muestras de brujería y se portaba muy bien con los demás niños. Aunque hacía muy poco tiempo que los colonos habían empezado a colonizar lo que se llamaba Nuevo Mundo, ella vivía ya en una ciudad bastante grande. Eran al menos 1.500 colonos. 

Cuando al cumplir los seis años la adoptó una mujer que llevaba muchos años viviendo en el bosque, ella se alegró. Estaba muy contenta, pues desde que sus padres la habían abandonado, nadie se atrevía a adoptarla. En cuanto fue a recogerla en seguida pensó que era bastante mayor, pues podría ser perfectamente su abuela. La llevó hasta su casa en el bosque. 

Era una casa pequeña, pero muy bonita. Estaba hecha con troncos y tenía unos preciosos rosales en la parte frontal. En un lateral de la casa había un amplio granero y había gallinas y vacas por la finca. También había un pequeño huerto. En cuanto entró en la casa, supo que esa anciana era una bruja. La estancia estaba llena de frascos con cosas extrañas. En el centro, justo debajo de la chimenea, había un enorme caldero en el que estaba haciendo una especie de poción. También había una enorme escoba y varios libros. En cuanto entró, sintió un poco de miedo, pero según fueron pasando los meses y los años, se dio cuenta de que en realidad esa bruja no era mala. Según le había contado, era lo que las demás llamaban "bruja blanca", y ella se había convertido en una. 

Cuando había cumplido los 17, la mujer que la había criado murió a causa de un infarto. Llevaba diez años viviendo sola y había cambiado toda la decoración interior por una normal.  Habían acudido a ella gente de la aldea para que las ayudaran en temas de medicina. Muchas veces era para temas de un catarro o para bajar la fiebre, pero alguna vez le habían pedido algún conjuro para el amor, o para hacer  daño a alguien, pero siempre se había negado a ello. Toda su vida había vivido tranquila, incluso se había enamorado de un joven chico de la aldea. Era un granjero, un par de años mayor que ella, y estaban muy enamorados el uno del otro. Al menos eso creía ella. Durante una tranquila tarde de primavera, un grupo de unos quinientos ciudadanos de la aldea se acercó hasta su casa. Llevaban antorchas y palas de dientes. También estaba su novio, pero tenía la cabeza agachada, como si no quisiera mirarla a los ojos. El Padre Damian estaba delante de ellos, con la biblia entre sus manos. La agarraron por la fuerza y la sacaron de la casa. Habían apilado un montón de leña en uno de los postes en los que ponía a secar la carne y el pescado. La ataron a el que tenía la leña. Estaba llorando. Prendieron fuego a su casa y al granero, y mataron a sus gallinas y sus vacas. Después cogieron al perro y lo ahorcaron en un árbol cercano. Le hicieron ver como hacían todo eso.

-¿Por qué me hacéis esto?-dijo ella entre sollozos-No he hecho daño a nadie.

-Amy Watson-dijo el Padre Damian-Se te acusa de brujería y de asesinar a la madre Joshua.

Joshua era su novio. No podía creer que él estuviera metido en todo eso. Pensaba que él la quería. Ella había dado a la madre de Joshua unas hierbas medicinales para ayudarla a que fuera menos dolorosa su enfermedad que estaba acabando con ella. Su madre tenía cáncer, aunque nadie de la aldea, ni siquiera ella, sabía que era esa enfermedad exactamente. Después de muchos intentos fallidos de que la soltaran, ella se hartó. 

-Muy bien-dijo ella más calmada. Ya no lloraba-Como veo que sois tan crueles y no vais a tener piedad, yo Amy Watson,  maldigo a todos vosotros y a esta aldea y sus alrededores, incluyendo este bosque. Todo aquel que se atreva a entrar en este bosque, sufrirá una muerte horrible. Y algún día, regresaré y toda la vida del pueblo se apagará.

Segundos más tarde de que ella hablara, ya estaba siendo quemada en la hoguera. Después de que la bruja muriera quemada, se fueron, dejando que todo ardiera hasta los cimientos. Durante las primeras semanas, grupos enteros de cazadores desaparecieron, y algunos fueron encontrados muertos. En un mes, casi ochenta cazadores habían desaparecido o muerto al entrar en ese bosque. En el pueblo se decretó que no se podría ir al bosque, sobre todo a partir de las siete de la noche, pues es cuando se perdía el contacto con los cazadores. 

Durante un año, las desapariciones en el bosque y las muertes, menguaron, pero desaparecieron o fueron encontrados muertos mas de doscientas personas; no solo cazadores, sino también niños que se aventuraron a entrar y mujeres que iban al río a lavar la ropa. Poco después, una extraña enfermedad asoló la aldea. Las muertes eran docenas cada semana. En tan solo un mes, perdieron la vida por esa extraña enfermedad casi cuatrocientas personas. En la aldea, familias enteras empezaron a abandonar la aldea. El pueblo, que hacía apenas un año y medio había albergado a más de mil quinientas personas, quedó reducido a tan solo trescientos habitantes. 

El Padre Damian y el ex-novio de Amy, Joshua, eran los únicos que quedaban en la aldea de los que habían estado presentes durante la quema de Amy. Se reunieron en la iglesia, junto con los pocos ciudadanos que quedaban en el pueblo, para rezar una última plegaria para que la maldición que había caído sobre la aldea, acabara de una vez por todas. Durante la celebración de esa eucaristía, un grito aterrador salió del bosque. Los presentes en la iglesia, se levantaron de sus asientos para asomarse por la puerta para mirar al bosque, pero cuando intentaron abrir la puerta, se dieron cuenta de que estaba bloqueada. Entonces la puerta empezó a arder, igual que todos los bancos y el techo de la iglesia. El Padre Damian, junto a Joshua y los ciudadanos de el que era su pueblo, murieron en el incendio. La aldea cayó en el olvido, y así permaneció durante más de cien años, hasta que a principios del siglo XX, un hombre que había hecho una fortuna con sus fábricas de papel, la encontró por casualidad montando a caballo. Adquirió esas tierras y devolvió a la vida la ciudad, haciéndola prosperar, pero sin llegar nunca a adentrarse en Lincoln Forest. Durante cien años, la ciudad ha prosperado tranquilamente. Ahora, el mal se ha despertado.

La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora