Capítulo 26

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Estaban dentro de una furgoneta, todos maniatados, rumbo a la caseta de los guardabosques. Susana había muerto, y no habían podido hacer nada. Anne y Claire habían estado llorando durante un buen rato. Adam estaba destrozado. Acababa de perder a su hermana. Ahora estaba él solo. Mathew estaba en el suelo, pues le habían noqueado por resistirse a que lo secuestraran. Un pequeño hilo de sangre le corría desde la frente, justo donde le habían golpeado. Nathan estaba sangrando por la herida del disparo. Después de que dispararan a Susana, los habían atado y metido en una furgoneta negra. No llevaba el logo de los guardas, así que lo más probable era que fuera particular de uno de ellos. Acababan de salir del camino que daba a la cabaña de la bruja al camino principal. 

-¿A dónde nos leváis?-le dijo Adam al hombre que estaba con ellos.

Dentro de la furgoneta había tres hombres. Dos estaban en los asientos delanteros y el otro estaba detrás, con ellos. El que estaba con ellos debía de tener unos treinta. Llevaba una barba ni muy larga, ni muy corta, parecida a la que llevaba Matt Damon en la película de Guerra Mundial Z. Debía de medir cerca de un metro noventa y llevaba gafas de sol negras de estilo aviador. 

-Vais a ir donde nosotros os digamos y punto.-le dijo el hombre.

-Grosero-dijo Adam por lo bajo.

Mientras iban en dirección a la cabaña de guardabosques, Nathan vio por la ventana tintada un coche de la oficina del sheriff de Lincoln Hill estrellado. Estaba calcinado. Y a varios metros más adelante, había uno de los guardabosques también calcinado.

-¿Qué ha pasado aquí?-preguntó Nathan, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Pasaron de largo, sin ni siquiera mirar hacia atrás. Aún les quedaban un par de kilómetros hasta la cabaña de guardabosques.


Catherine se despertó con un terrible dolor de cabeza. Al intentar levantar la mano, vio que estaba encadenada. Miró a su alrededor y vio que estaba en una especie de celda enorme. Ella no era la única que estaba en ese lugar. Había al menos otras diez personas. Buscó con la mirada a Ryan, pero no estaba en esa celda. A su derecha, había un hombre que debía de estar cerca de los cincuenta años, con el cabello canoso largo cubriéndole los ojos. A su izquierda, había una chica muy joven. No debía de tener ni veinte años.

-¿Estás bien?-le dijo a la chica.

La joven levantó la mirada y la miró a la cara, al menos con el ojo que le quedaba. El ojo izquierdo estaba destrozado, como si le hubieran colocado un petardo en el ojo y lo hubieran explotado. Tenía muchas magulladuras en la cara y varios moretones en la cara. La tenía muy hinchada.

-No te dirá nada-dijo el hombre que estaba a su otro lado-Le cortaron la lengua.

Catherine no pudo aguantar las lágrimas de dolor por esa pobre chica.  Le vinieron a la mente los recuerdos de la academia. Los insultos, el intento de violación por parte de uno de sus compañeros, las palizas que le dieron durante su instrucción, y muchas otras cosas.

-¿Qué nos van a hacer?-preguntó Catherine al hombre.

-Van a matarnos-le dijo-, en cuanto tengan lo que necesiten de nosotros. 

Catherine temía por lo que podría pasarle a ella o a Ryan. Lo amaba con todo su alma y daría la vida por él si fuera necesario. Intentó recordar como habían llegado hasta allí. Recordaba haber llevado a Ryan sujetándole de un brazo para que no se cayera. Y recordaba también, que cuando habían llegado, le habían golpeado la cabeza. Después de eso, no recordaba nada más. Se volvió hacia el hombre y le hizo la pregunta que tanto temiera que le respondieran con un sí.

-¿Se llevaron a mi compañero ya?-le preguntó.

El hombre la miró directamente a la cara. 

-Si te refieres al otro policía-le dijo el hombre-, lo metieron en otra de las celdas. No se suelen llevar a los nuevos nada más llegar.

Catherine soltó un suspiro de alivio. Al saber que a los nuevos no los cogían hasta dentro de unos días, sabía que era probable que consiguiera escapar junto con Ryan. Pensó también en lo que pasaría cuando esos hombres encontraran a esos pobres chavales. Escuchó unos pasos acercándose hacia las celdas. Vió como la chica se ponía tensa. Estaba muy asustada. El hombre parecía que había aceptado el destino que le esperaba. La celda se abrió y para sorpresa de Catherine, en vez de coger a alguien, llevaban a un chico muy joven a rastras. Detrás de ese hombre, entró otro que arrastraba a una chica que se parecía mucho al chico. Debían de ser hermanos. Ambos estaban inconscientes.

Cogieron varias cadenas y los ataron. Delante de la puerta, pasaron varios hombres más con otros chicos. En cuanto vio que eran varios, supo que eran los chicos que habían estado buscando ella y su compañero. Los dos hombres se marcharon en cuanto encadenaron a los dos jóvenes. 

-Pobres chicos-dijo el hombre.-No creo que aguanten lo que les van a hacer.

Catherine miró al hombre estupefacta. Ese hombre parecía saber más de lo que decía. Se fijó en que apenas tenía magulladuras. Tenía un ojo morado y un par de cortes en el cuerpo. Se fijó en que llevaba al cuello una cadena. Había visto muchas de esas cadenas y sabía de que eran. Debajo de esa camisa, había un par de placas de identificación del ejército de EEUU. 

Aunque no se fiaba de él, tenía que idear un plan para escapar de ese lugar. Se fijó en si había alguna ventana por la que poder escapar, pero el único agujero que había en la pared, era un respiradero cerrado por una verja de acero forjado. Pensó en alguna forma de conseguir huir, pero no se le ocurría ninguna. Tarde o temprano, vendrían a por ella, y si no encontraba el modo de soltase, lo más seguro es que moriría. Le habían quitado las armas y no tenía la radio. No se le ocurría nada. Entonces se acordó de que llevaba en el pelo un par de horquillas. Si conseguía quitarse una, podría quitarse las esposas. Pero tendría que esperar a la noche. En cuanto su reloj diera las doce, empezaría el plan de huida, si es que lograba seguir con vida para entonces.

La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora