Capítulo 32

5 0 0
                                    

En Lincoln Hill, eran las 12:43 de la mañana cuando todo empezó a temblar. Todo el mundo se lanzaba en todas direcciones, intentando huir de ese lugar. La torre del reloj del ayuntamiento fue lo primero en colapsar, cayendo en el interior del edificio y haciendo así que murieran varios concejales y trabajadores del ayuntamiento. El pueblo contaba con un sistema de metro con un solo tren que transportaba en ese momento a casi ciento cuarenta ciudadanos por los túneles. Descarriló en la estación de la calle principal, chocando contra un enorme depósito de propano que provocó la explosión del tren y la estación, matando a casi trescientas personas entre pasajeros, gente que estaba esperando al tren y gente que estaba en la calle huyendo del lugar, dado que la explosión provocó el colapso del techo de la estación. La iglesia, que en ese momento estaba oficiando una misa, se hundió en el suelo. Solo lograron salir siete personas de las casi ochenta que estaban dentro. El reverendo no logró salir con vida. 

Cuando era la 13:02, una gigantesca explosión destruyó la cabaña de los guardas forestales, aunque solo lo vieron un par de docenas de personas. El terremoto paró cuando ocurrió la explosión. Cuando los servicios de emergencia llegaron al lugar, de los treinta mil habitantes que tenía Lincoln Hill, había casi diez mil desaparecidos, al menos diez mil muertos, ocho mil heridos, de los cuales varios centenares estaban de gravedad y el resto estaban ilesos. También encontraron una caravana accidentada a la salida del bosque. Dentro había tres supervivientes y un muerto. Uno de los supervivientes estaba herido de gravedad, pero sobrevivió. Tras tres días, el recuento final era de 16354 muertos de los ciudadanos de Lincoln Hill, entre ellos la mayor parte del cuerpo de policía, dado que la comisaría se hundió siete metros en la tierra, como gran parte de la ciudad, sin darles casi tiempo a los policías a salir. Entre los fallecidos de los policías, estaban el sheriff y muchos de sus ayudantes, incluyendo a casi todos los operarios de radio.

El terremoto destruyó un área de treinta kilómetros a la redonda del pueblo, por lo que por el riesgo de hundimiento,  se evacuaron los pueblos que estaban en ese radio. Los fallecidos en los otros pueblos no llegaba al centenar, debido a que muchos de ellos no se encontraban en sus casas, sino en la calle. Tras varios días buscando supervivientes en la cabaña de los guardas, encontraron a doscientos diecisiete fallecidos y un superviviente, un joven que estaba en una sala que apenas había colapsado. Dado que estaba en coma, su identidad aun es desconocida.


Nathan intentó levantarse mientras el terremoto iba haciendo que los árboles en el exterior se cayeran uno tras otro. El techo de la cabaña parecía bastante resistente, dado que no había colapsado ninguna de las vigas por el momento. El joven guarda estaba en el suelo, inconsciente, por lo que no se tenían que preocupar por él. 

-Adam-le dijo Nathan-, coge a las chicas y llévalas a esa caravana. Si en cinco minutos no hemos vuelto, marchaos de aquí antes de que desaparezca la carretera o aparezcan mas guardas.

-Yo me quedo-dijo Catherine a Ryan-. Somos compañeros, y los compañeros no se quedan atrás.

-Llegaremos a tiempo-le dijo Ryan-. Aún tenemos que encontrar al otro chico. Nos vemos enseguida.

Ryan, Nathan y Mathew vieron como Adam se llevaba a Claire, Anne y a Catherine a una caravana que estaba aparcada en la zona del exterior de los hangares.

-Vamos-dijo Ryan-, porque el tiempo es oro y este temblor no acaba. 

Estaban a punto de entrar en una de las salas, cuando un grupo de miembros de la secta apareció disparando por la puerta de una sala que ponía "bomberos forestales". Se vieron obligados a retroceder hasta la sala donde estaba la entrada al búnker. Se cubrieron con las cajas de munición y los muebles y empezaron el combate.

Eran al menos un centenar de hombres y mujeres. Todos estaban sin el uniforme negro de los primeros que habían aparecido en el búnker, por lo que sus caras eran visibles por completo. Ryan seguro que conocía a muchas de esas personas, dado que vivía en el pueblo desde hacía al menos veinte años. De todos los que había, solo una docena más o menos eran guardas forestales. Mientras el fuego cruzado iba causando bajas en el equipo de la secta, escucharon el motor de la autocaravana arrancar. Los miembros de la secta lo escucharon también. Al menos una docena de miembros se separaron y fueron hacia la puerta, pero Nathan no les dio oportunidad de escapar. Cogió una de las granadas y la lanzó a la puerta, volando la salida en mil pedazos junto con los miembros de la secta que habían intentado salir detrás de los demás.

-¡Así se hace Nathan!-dijo Mathew en tono victorioso.

Los de la secta continuaron disparando, pues no les quedaba otra que continuar con la misión: matar a todos. Nathan, Mathew y Ryan continuaron disparando contra ellos, provocándoles muchas bajas. Los de la secta no tenían muchos sitios donde cubrirse, por lo que en apenas diez minutos tras el inicio del combate, quedaban menos de la mitad. Estaban a punto de lanzar un par de granadas más para acabar con ellos cuando uno de los de la secta lanzó una, justo a los pies de Ryan. A Ryan solo le dio tiempo a pensar una palabra: "Catherine". Un segundo después, la granada explotaba, dejando a Ryan convertido en un montón de pedazos de carne sanguinolenta. 

Nathan se había quedado paralizado. Ryan estaba a apenas cinco metros de él hacía apenas unos segundos y ahora sus restos estaban esparcidos por toda la habitación. Notó una sensación de rabia e impotencia por no haber podido hacer nada por Ryan, que no se dio cuenta de que algunas de las cosas de la habitación habían empezado a levitar, dejando a todos los miembros de la secta paralizados del miedo. Nathan se giró y miró directamente a los soldados. Levantó la mano derecha y apuntó hacia ellos. Todos los objetos que estaban levitando fueron directamente hacia ellos. Como entre los objetos había trozos muy afilados, muchos de los miembros de la secta fueron acribillados por esos pedazos. El resto de los miembros, fueron golpeados por cajas, sofás, plantas y muchos más muebles. Algunos murieron tras golpearlos los muebles grandes, pero los demás solo se cayeron. Entonces la caja con las granadas se abrió y al menos dos docenas de granadas cayeron sin la anilla junto a ellos. La explosión los mató a todos.

Nathan se cayó de rodillas. Era la primera vez que lo hacía a gran escala y lo había dejado agotado. Desde que era pequeño, sabía que podía levantar objetos simplemente levantando el brazo y abriendo la palma de la mano. Con los años, lo había aprendido a utilizar perfectamente. Desde que había llegado al instituto, no lo había utilizado nunca. Hasta ese día, no se había acordado de que tenía ese poder. Miró a Mathew. Este le estaba mirando con una cara que estaba entre lo asombrado y lo aterrado. Mathew se acercó a él.

-¿Qué coño ha sido eso?

Su cara decía que estaba intrigado, así que se lo contó todo, desde que lo había descubierto cuando era pequeño hasta que lo había dejado de usar en el instituto y se había olvidado de él. Mathew se sentó en el suelo. Todo seguía temblando a causa del terremoto. 

-¿De dónde crees que salió ese poder?-le preguntó Mathew.

Nathan se lo pensó por un buen rato. Nunca se lo había preguntado a sus padres y tampoco se lo había contado. Hasta ahora, nadie lo sabía, por lo que no tenía ni la más remota idea de donde le venía ese don. Pero desde que habían llegado a ese lugar, había experimentado sensaciones de que ya había estado allí, sobre todo en la cabaña de Amy. Estaba a punto de responderle a Mathew cuando vio a Brian aparecer por uno de los laterales del pasillo que llevaba a las escaleras del piso superior. Estaba cubierto de heridas y llevaba la misma ropa que llevaba cuando se largó en busca de Susana.

-¡Brian!-Mathew se levantó de golpe, aunque casi se caía porque no paraba de temblar todo. No sabían cuando acabarían.

-Chicos-dijo Brian-, tenemos que salir de aquí. Cuando me llevaron abajo, vi un túnel que llevaba al bosque. Lo ponía en una pancarta. Vámonos rápido de aquí.

Brian entró el primero por las escaleras hacia abajo. Mathew fue el siguiente y por último Nathan. Había algo que le hacía desconfiar de Brian, pero no sabía el qué. Tendría que confiar en su instinto. Si llegaban abajo y notaba algo más fuera de lo común en él, no dudaría en dispararle.



La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora