Capítulo 9

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Adam y Samuel llegaron a la T1. Estaba estrellada contra un roble, pero por suerte aún arrancaba cuando giraron la llave. Pusieron las linternas alumbrando la rueda que estaba pinchada. Sacaron la de repuesto y el gato. Mientras Adam levantaba con el gato la T1, Samuel vigilaba que no se acercara ningún animal salvaje. Alumbraba hacia el bosque, pues tenía miedo de que volviera a pasar lo que había pasado en la grabación. No se había escuchado el grito que habían escuchado Anne y Adam. Estaba muy nervioso desde que había escuchado lo que le había pasado a Susana. Sabía que los Doberman peligrosos, pues había tenido uno hacía tres años y lo sacrificó después de que atacara a su madre y le arrancara un trozo de carne de la pierna y le tuvieran que poner varios puntos en el brazo, pues le había mordido en el brazo también. Su hermano acabó de quitar los tornillos de la rueda pinchada. 

-¿Como vas hermano?-le preguntó Adam a Samuel.

-Bien-le dijo algo distraído.

Estaba mirando hacia un lugar del bosque en concreto. Creía haber visto a alguien, pero no estaba seguro. Se acercó al camino para ver mejor el bosque. 

-Samuel, necesito luz-le dijo Adam.

Samuel volvió junto a su hermano. Estaba bastante nervioso. Ese lugar le estaba empezando a gustar muy poco. Adam cogió la rueda de repuesto y la colocó para empezar a atornillarla. Estaba muy nervioso. Entonces volvió a ver a alguien. Esta vez sí que estaba seguro de ello. Era un hombre vestido de cura, pero parecía que lo había sacado del siglo XVIII. Le estaba señalando a él. Samuel empezó a caminar hacia él. 



Adam acabó de apretar los tornillos y se levantó. Buscó con la mirada a Samuel, pero no lo veía. Su hermano era muy curioso, pero en ese momento no estaba seguro de dónde se había ido. No lo veía por ninguna parte. 

-¡SAMUEL!-le llamó-¡HERMANO!¡¿DÓNDE ESTÁS?!

No recibió ninguna respuesta. Se acordó de lo que había escuchado sobre ese bosque. Que mucha gente desaparecía y no se la volvía a ver. No quería creerlo, pero ahí, en ese lugar y en ese momento, su hermano se había esfumado. 

-¡SAMUEL!-lo volvió a llamar.

-¿Que quieres?-le dijo por detrás.

Estaba bien. Solo se había alejado un poco y no habría querido chillar para no asustarlo.

-¿A dónde has ido?-le dijo.

-Había visto a alguien-le dijo-, en esa parte de atrás. He encontrado algo extraño. Ven.

Adam lo siguió. Al principio no veía nada, pero al poco rato, el haz de luz de la linterna enfocó algo. Era un viejo Cadillac DeVille del 65, por lo que parecía. Estaba bastante oxidado. También había una vieja caravana que parecía haber sido una Airstream. El techo de la caravana se había colapsado. La matrícula estaba oxidada, pero aún eran visibles algunas letras. Era una matricula de California, de eso estaban seguros. Los números visibles eran 35-6. El número anterior al seis no se podía distinguir, pues estaba muy oxidado. Las letras eran EG--. Las dos últimas no se distinguían. Salieron del lugar y volvieron a la T1. La empujaron para sacarla de la zona donde había chocado. Cuando ya estaba en el camino, empezaron a recoger las maletas que había por el suelo. Las metieron en el interior, pues la baca estaba medio suelta. También encontraron un par de CD de Susana. Tenían la caja rota, pero los CD estaban bien. También recuperaron el busca del médico. Aunque estaba roto, podrían necesitarlo. En cuanto recogieron todo lo que se había salvado del accidente, entraron en la T1 y volvieron de vuelta al campamento conduciendo.



Brian estaba perdido. Estaba seguro de ello. Se había adentrado tanto en el bosque, que había decidido dar la vuelta. Estaba recorriendo el mismo camino que había seguido para llegar a hasta donde se suponía que había llegado. Pero cuando llevaba recorrido apenas cien metros, se encontró con que el camino ya no estaba. Había un bosque lleno de maleza y árboles. Decidió que debía seguir recto, pues sabía que si lo hacía llegaría hasta el camino que daba al campamento. Pero se dio cuenta de que se había equivocado al hacerlo cuando, después de que caminara durante unos quince minutos, se topara con un viejo camión maderero cubierto de maleza. Dentro había un esqueleto que debía de ser del hombre que lo conducía. Se acercó más al camión. Estaba estrellado contra un pino. Una de las ramas atravesaba la cabina y acababa en el interior del esternón del hombre. Al parecer, se había estrellado y había muerto cuando esa rama le atravesó el pecho. Lo que no entendía, era como había acabado ese camión ahí, en ese profundo bosque. Miró el suelo y vio las marcas de rodaduras del camión. Si había marcas de neumáticos, eso significaba que había habido un camino hace tiempo. Decidió que lo mejor era seguir ese camino.

-Brian-le llamó una voz detrás de él. 

Era una voz de mujer que daba bastante mal rollo, pero también era una voz muy sexi. Miró atrás y vio a una joven de unos veinte años. Era muy hermosa. Su larga cabellera roja le llegaba hasta un poco más arriba de los omoplatos. Era un poco más baja que él y sus ojos eran de un azul intenso. Estaba vestida con un vestido de color rojo. Parecía que había salido de una vieja revista en las que aparecían esas mujeres hippies. Llevaba un par de sandalias marrones. Lo estaba llamando. 

-No te vallas-le dijo-me siento tan sola aquí.

Brian se acercó a la muchacha. Era mucho más hermosa de cerca. Estaba como hipnotizado. No se daba cuenta, pero a pesar de que era noche cerrada y la única luz que había era la de su linterna, veía con total claridad a la joven muchacha.

-¿Necesitas ayuda-le dijo Brian a la joven.-Tenemos un campamento muy cerca de aquí, pero necesito encontrar el camino de vuelta.

-Yo te puedo ayudar a encontrar el camino-le dijo la misteriosa joven.-Sígueme.

La joven empezó a caminar en dirección contraria al camión y Brian la siguió. No sabía porque, pero una voz en su cabeza le decía que la siguiera, mientras que otra voz, que apenas escuchaba, le decía que era una mala idea, que eso no era normal, que las personas no se ven perfectamente en plena noche. Esa última voz era la voz de su miedo. No le hizo caso. Era de los chicos más fuertes del instituto y se suponía que no le tenía nada que temer. La siguió durante al menos quince minutos. Llegaron a un claro con una casa que estaba en ruinas. Solo quedaban los cimientos y la chimenea. Estaba cubierta de maleza. También había un pozo y un montículo que hacía mucho que había dejado de ser un establo o un granero. También había varios restos de animales. Había de vacas, porque algunos esqueletos tenían cuernos. También había el esqueleto de lo que había sido un perro grande, seguramente un Gran Danés o un Doberman. Entonces se fijó en una pila que había cerca de las ruinas del granero o establo. Lo veía todo como si hubiera amanecido. No, había amanecido. No sabía como, pero ya era de día. En esa pila, había algunos dientes. Brian echó la pota en un arbusto cercano.

-¿Dónde me has traído?-Le preguntó a la muchacha.

-Al lugar donde ella descansa-le dijo la muchacha con una voz que ya no parecía la de ella, ni siquiera parecía una voz de mujer.

Se volvió y la muchacha ya no estaba. En su lugar había un hombre de mediana edad con una sotana. Era muy alto, de al menos un metro noventa y tenía el cabello de color negro. Sus ojos eran de un marrón oscuro que era casi negro. El cielo se empezó a oscurecer. El hombre se empezó a acercar a él. Brian retrocedió y se tropezó con los restos  de la pila funeraria de esa persona. 

-¿Acaso tienes miedo de un cura?-le dijo ese hombre-Nosotros somos buenas personas.

Nosotros. Esa palabra le decía a Brian que no estaban solos en ese lugar. Asomó la cabeza y vio que del bosque estaban saliendo decenas; no, cientos de personas. Iban todos directos hacia las ruinas. Brian se decidió. Corrió en dirección al bosque.

La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora