Capítulo 31

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Curtis subía las escaleras lo más rápido que podía junto con el otro compañero que había sobrevivido a esa tremenda traición por parte de Shirley. No sabía que era lo que se le había pasado por la cabeza, pero estaba seguro de que en cuanto la volviera a ver, no dudaría en volarle los sesos a esa zorra pensaba él. Le dolía un montón el lado derecho. Se llevó la mano al lugar donde le dolía y notó algo húmedo. Estaba seguro de que era sangre. Miró su mano cubierta de sangre. Vio que tenía una herida bastante fea en el costado. "Esa perra me ha disparado" pensó. En cuanto llegaran arriba, le diría a Damian que le curara para poder vengarse de lo que le había hecho.

Se detuvo un momento a descansar. Su otro compañero superviviente era uno de los empleados de la carnicería en el supermercado del pueblo. Era un chico alto que no tenía más de veinticinco años. Era el hijo del encargado del supermercado y estaba cansado de trabajar todo el tiempo para su padre. Cuando le dijeron que si quería pertenecer a un grupo muy selecto en su "sociedad", él no lo dudó y aceptó.

Se detuvo junto a Curtis. Roger (que era como se llamaba el chico) tenía el casco con una rotura. Podía verle uno de sus ojos azules por ese agujero del casco. El  joven se lo quitó y lo puso a un lado.

-Apóyate en mi-le dijo Roger.-, así podrás caminar mejor.

Curtis no rechistó. La herida de bala que tenía era bastante grave y si quería sobrevivir a ella, necesitaría toda la ayuda posible. Continuaron con su ascenso. Cada vez le costaba más caminar. Cada vez que pensaba en la traición de Shirley, le hervía la sangre. Roger no parecía estar herido, había tenido mucha suerte. Estaban a tan solo un par de pisos de llegar a la superficie cuando se derrumbó en el suelo. No podía caminar más. Notaba como las fuerzas desaparecían de su cuerpo. Roger no parecía querer dejarlo ahí. Lo agarró de los brazos y cargó con él en el hombro como si de un saco se tratara. El chico tenía más fuerza de la que parecía.

-Déjame...-empezó a decir Curtis con las pocas fuerzas que le quedaban-aquí...por favor.

-No-fue lo único que dijo Roger.

Cuando llegaron a la superficie, Roger lo llevó hasta uno de los sofás del recibidor y se fue hacia el pasillo que daba a las salas donde guardaban el equipamiento pesado. Curtis supo que ese joven no iba a detenerse pasara lo que pasara. Estaba seguro de que, si no lograba sobrevivir él, ese chico continuaría con el legado. Él era el futuro de su "Hermandad de la Oscuridad". Tenía que sobrevivir al menos un rato más para poder decírselo. En ese momento, apareció Damian del pasillo contrario mientras Roger volvía al cuarto después de dejar material para montar una torreta. 

-Curtis, te veo algo pálido-le dijo Damian con una sonrisa en el rostro que antes era el de Brian.

-Damian-le dijo con las pocas que le quedaban.-, por favor... ayúdame.

-¿Ayudarte?-le dijo mientras soltaba una estridente carcajada que le heló la sangre.-¿Por qué debería ayudarte? Te dije que tuvieras cuidado ahí abajo y que acabaras con ellos. También te dije que Shirley no era de fiar cuando la trajiste, pero decidiste confiar en ella. Mírate ahora. Estás desangrándote y ahogándote en tu propia sangre. En cambio, míralo bien a él.-Desvió la mirada hacia Roger, que ni siquiera se había percatado de la presencia de Damian. Tampoco había mirado hacia el sofá donde lo había dejado a él.-Es todo un profesional, y como bien tu pensaste, será un gran líder en el futuro. Así que te lo volveré a preguntar: ¿Por qué debería hacerlo?

Curtis no fue capaz de articular una sola palabra. La sangre estaba empezando a ahogarlo. Debían de quedarle poco más de dos minutos de vida, y seguramente Roger lo sabía. Por eso no miraba hacia el sofá. Para no ver a su mentor muerto, ahogado en su propia sangre. Damian tenía razón. Era un fracasado que había dejado que su equipo muriera a manos de alguien en quien confiaba porque estaba enamorado de ella. Roger no había dudado en disparar contra ella. Él mismo había visto como los cubría a los dos para poder escapar con vida. Roger era el que debería continuar con vida, no él.

-Correcto Curtis-le dijo Damian. Después de eso, Damian se marchó por donde había venido.

Curtis, con lo poco que le quedaban de fuerzas, llamó a Roger en cuanto apareció por la esquina con una caja que contenía varias granadas de fragmentación. La dejó en el suelo y se acercó a él.

-No... dudes-le dijo con las pocas fuerzas que le quedaban-... en... matarla... No... cometas... mi error.-Esas fueron las últimas palabras que pronunció Curtis.

Roger se levantó del lado de Curtis y dijo solo una frase que helaría la sangre a cualquiera.

-Tranquilo, yo no soy tú. No dudaré en matarlos a todos.


Nathan estaba cogiendo munición de la que tenían los hombres con los que acaba de terminar Shirley. Ella les había contado el porqué había hecho todo eso. Se saltó la parte en la que ella golpeó a Brian y lo convertían en Damian. No quería que lo supieran todavía, porque de lo contrario, no confiarían en ella y no podría volver a ver a su madre. Nathan cogió varios cargadores de los M16 que habían traído esas personas y uno de los M16, junto con una Glock y dos cargadores para ella. También cogió un revolver pequeño que tenía una sola bala. No sabía de que le serviría, pero cualquier arma podría salvarles la vida.

-¿Estáis listos?-dijo Shirley. Parecía estar bastante emocionada por su cambio de bando. 

-Casi-dijo Ryan en tono seco. No se fiaba de las intenciones de ayudar de Shirley.

Cinco minutos más tarde, subían las escaleras hacia la superficie. Todos llevaban varias armas, entre ellas varios rifles de asalto, varias Glock y algún rifle de caza. Ryan era quien abría la marcha, mientras que Nathan cerraba el grupo. Shirley iba en el centro, por si intentaba hacer algo. Llevaban los rifles en alto por si aparecía alguno del grupo de la secta. Además, Nathan había encontrado otra cosa más en uno de los cadáveres, pero no se lo había dicho a nadie, ni siquiera a sus amigos. Uno de los miembros de la secta llevaba  varias granadas de mano. No sabía si las necesitarían, pero era mejor estar prevenidos.

Miró en que piso estaban cuando llegaron a uno de los "halls" del piso. Estaban a seis pisos de la superficie. De golpe la puerta se abrió y una ráfaga de balas acribilló a los otros tres prisioneros que habían liberado. Nathan no se lo pensó y disparó una ráfaga de su M16 hacia el interior de esa sala. Al acabarse el cargador, esperó para ver si recibía fuego en su contra. Al no recibir ningún disparo en contra, se asomó y vio a ocho miembros de la secta muertos en el suelo. Ninguno de ellos llevaba el traje de combate, por lo que reconoció entre ellos a uno de los empleados del motel en el que habían dormido al llegar al pueblo. A los otros no los conocía, pero entre ellos había un policía. Ryan se asomó y vio al tipo vestido de policía. Él si parecía conocerlo.

-Richard, maldito hijo de puta.

-¿Era compañero tuyo?-le preguntó Nathan.

-Si-le dijo Ryan-. Llevaba con nosotros seis meses. Resolvió un par de casos importantes hace poco. Ahora entiendo por qué los resolvió tan fácil. Se lo decían todo sus amiguitos de la secta.

Continuaron subiendo por las escaleras. Al llegar a la planta que era la superficie, todos se detuvieron. Estaban seguros e que les esperaba algo terrible al abrir la puerta. Lo más probable era que fuera alguna torreta automática activada por el movimiento. 

-¿Qué deberíamos hacer, Ryan?-le dijo Catherine.

-Entraremos.-Dijo Ryan- Es nuestra única salida de este lugar.

Ryan agarró el pomo de la puerta y comenzó a abrirla. En ese momento, se escuchó una terrorífica voz decir palabras incomprensibles para todos ellos. Shirley se quedó helada. Sabía lo que venía ahora, y no era nada bueno. Empujó a Ryan y abrió la puerta. Una ráfaga de disparos la destrozó y la mandó hacia atrás. Murió antes de tocar el suelo. Nathan cogió una de las granadas que llevaba, le quitó la anilla, esperó un par de segundos y la lanzó hacia donde estaba la torreta. La detonación pilló por sorpresa a Roger y lo lanzó contra una columna. Dejó de respirar antes de que entraran corriendo todos a esa sala.

-¿Tenías una granada y no dijiste nada?-le regañó Ryan a Nathan mientras lo agarraba por el cuello de la camisa. 

-Lo siento, pero no creí que las fuéramos a necesitar.

En ese momento, las palabras dejaron de resonar por todas partes. Vieron como en el pueblo, que se veía desde ese lugar, empezaban a colapsar edificios por todos lados. Los árboles también comenzaron a temblar en dirección a ese lugar. En cuanto llegó a ellos se dieron cuenta de lo que pasaba: era un terremoto, y parecía que era un 9,1 en la escala de Rickert.

La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora