Capítulo 6

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Estaba empezando a anochecer. Susana todavía no había llegado. Desde que se había marchado, habían pasado cuatro horas. Se suponía que solo se tardaba un cuarto de hora en llegar al pueblo y otro cuarto de hora en llegar. Y conforme se había ido debería haber llegado hacía al menos tres horas, pues se había marchado pisando a fondo. 

-Iré a mirar a ver si veo algo.-dijo Samuel.

-Quédate aquí hermano-le dijo Adam.-Seguro que llegará pronto.

Mathew se había despertado y estaba algo mejor. Nathan le había hecho un corte donde la araña le había picado y le había extraído el veneno. El hielo en la frente le había ayudado a que le bajara la fiebre, por lo que habían comido todos un poco más tranquilos. Ahora estaban preocupados por Susana. Se suponía que llegaría pronto con ayuda, pero si no aparecía pronto uno de ellos se iría a buscarla. Pasaban los minutos y aun no había aparecido. 

-Voy a buscarla-dijo Brian.-Sí alguien va a ir, seré yo.

Se levantó y se dirigió al bosque. Mientras esperaban, revisaron otra vez la grabación por si había algo que no hubieran visto antes. Colocaron otra batería a la cámara y revisaron la grabación. Habían empezado a grabar en el campamento y se adentraron en el bosque sin perder la orilla del río de vista, así encontrarían el camino de vuelta al campamento antes. Estuvieron caminando durante unos quince minutos. De vez en cuando, se les oía comentar algo. Incluso se veían pájaros y ardillas en el video, pero lo extraño es que no se les oía cantar, ni siquiera ahora que se estaba haciendo de noche se escuchaba al búho o a otras aves nocturnas. Ni siquiera se escuchaban lobos, y eso que en ese bosque los ciudadanos de Lincoln Hill habían visto alguno de vez en cuando. La grabación transcurría sin percances hasta que Adam le preguntaba a Anne si había escuchado ese llanto. En la grabación no se escuchaba, pero Adam enfocó a Anne y ella estaba pálida. Decidieron dar la vuelta y giraron en dirección al campamento.

-¡Espera!-le dijo Nathan-retrocede por fotograma. 

Adam obedeció y fue dando atrás fotograma a fotograma.

-Ahí-le dijo Nathan.

Adam paró en esa imagen. Al otro lado del río, se veía una figura vestida de blanco. Al lado de esa figura, había un enorme perro negro que parecía un Doberman. Nathan ya había visto esa figura al girar al camino que daba al río. Y Mathew la había visto cuando estaban llegando a la zona donde estaban acampando. 

-Mathew y yo la hemos visto antes-les dijo Nathan.-Yo la he visto en el cruce y Mathew cuando estábamos llegando aquí.

Todos se fijaron en la mujer de la imagen. Parecía que estaba mirándolos a ellos cuando se habían ido. La imagen estaba un poco borrosa. Entonces ocurrió algo muy extraño. Parecía que la mujer de la imagen había movido la cabeza para mirarle a él directamente. Nadie más pareció darse cuenta de ello. Estaba como hipnotizado. No podía dejar de mirar a esa mujer, que parecía que estaba caminando hacia él. No, no se lo estaba imaginando. Estaba cruzando el río. El Doberman caminaba a su lado. Se fijó en sus compañeros. Parecía que estaban en otro mundo, muy lejos de allí. La mujer acabó de cruzar el río y giró en dirección al campamento. Desapareció de la visión de la cámara. Nathan se levantó. Sus amigos no se movieron nada. Se alejó de ellos y miró a su alrededor. Vio que había un pájaro en pleno vuelo, parado en mitad de un aleteo que parecía uno de los que estaban en los museos, disecados. Pensó que el tiempo parecía haberse detenido. No, estaba seguro de que se había detenido. Pero, ¿era solo en ese bosque?, o ¿estaba pasando en un sueño?. Pensó que lo más probable era que estaba soñando. Caminó por el campamento, mirando si todo estaba tal y como lo habían dejado. Entonces la vio: se acercaba por el mismo lugar por el que hacía apenas unas horas, Adam y Anne habían llegado al campamento de vuelta. El Doberman estaba caminando a su lado. Era una mujer joven, muy hermosa. Tenía una larga cabellera de color negro, un poco ondulada. Era alta, como de un metro setenta, más o menos. Según se acercaba a él, más rasgos le veía. No se había movido nada. Estaba sumido en una especie de trance. Vio que sus ojos eran de un color verde claro, como el color de las hojas en primavera. Estaba ya a menos de diez metros de él. El perro era muy grande. Era un Doberman adulto, eso estaba muy claro. Tenía las orejas hacia arriba y no enseñaba los dientes. Estaba muy tranquilo. Entonces ocurrió algo que lo dejó aterrado. La mujer empezó a arder. Sus gritos de dolor se le clavaban en los oídos. El Doberman ya no estaba junto a ella. Su cuerpo colgaba de un árbol, colgado de una cuerda que tenía atada al cuello. Se dio cuenta de que ya no estaba en el campamento. Estaba en una esplanada. Había una casa que estaba ardiendo y un granero, que también estaba ardiendo. había varios animales más; vacas, gallinas, incluso un par de cerdos. A todos los habían matado. Entonces se fijó en que estaba rodeado de mucha más gente. Había cientos de personas más en ese lugar. Llevaban ropa del siglo XVIII y estaban viendo como esa mujer ardía viva. Incluso había un par de niños y un cura, aunque le daba un poco de miedo ese cura. No sabía porque. Entonces el cura se giró hacia él y le habló.

-Bien hecho Joshua-le dijo el cura-. Has hecho muy bien en contarnos que era una bruja y que estaba a punto de empezar a llevarse a los niños.

Nathan estaba desconcertado. Ese hombre le acababa de llamar Joshua, pero él estaba seguro de que estaba en otra época, y en el cuerpo de otra persona. La mujer ya no se movía. Estaba ardiendo, pero ya no chillaba. Estaba con la cabeza encima de lo que antes era su pecho. Entonces ocurrió algo más. Ahora estaba en una iglesia junto al cura. Había mucha más gente con ellos, pero ninguno había estado en la atrocidad que había visto hacía unos segundos. No escuchaba lo que estaba diciendo el cura, ni siquiera escuchaba a algún animal, o al viento, que parecía que estaba soplando muy fuerte afuera por como veía que se movían las ramas por las ventanas. Entonces escuchó un grito que le puso la piel de gallina. Los presentes se levantaron y se dirigieron a la puerta. No se escuchaba lo que estaban diciendo, ni siquiera sus pasos. Entonces los bancos, el techo de la iglesia y la puerta empezaron a arder. Todo el mundo estaba gritando, pero no los escuchaba. Una de las vigas del techo se rompió y le golpeó la cabeza. Entonces todo se volvió negro.

La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora