Capítulo 8

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Brian caminaba por el camino del bosque. Llevaba caminando por ese camino al menos veinte minutos. Sabía que le había pasado algo a Susana. Nunca se habría perdido en el bosque, y menos por el camino que llevaba al campamento. Aun le quedaba un buen trecho hasta el cruce. Calculaba que tardaría al menos media hora en llegar, pues era un largo camino de vuelta al pueblo caminando. Había tres kilómetros llenos de baches y ramas, por no hablar de todos los insectos que había. También pensó que seguramente habría lobos, y que seguramente estarían cazando. 

Mientras caminaba tenía la sensación de que le estaban observando. No sabía porque, pero lo notaba. Siguió caminando por el camino. Estaba pensando en Susana. Quería encontrarla cuanto antes. El día que había planeado esa excursión, la había pensado solo para él y ella; no contaba con que invitara a los demás y a un equipo de investigación paranormal. No le caía nada bien Nathan, aunque lo disimulaba muy bien. Era el listillo de la facultad y, a pesar de ello, también era bastante popular, incluso le parecía que a veces era más popular que él. Y eso que él había llevado a la final a su equipo. No habían ganado, pero el segundo lugar era mejor que quedar descalificados en la primera ronda como les pasó el año pasado, mientras él estaba lesionado. 

Estaba pensando en sus cosas, cuando vio un perro cruzar por el camino y pararse a mirarlo. Era un Doberman enorme, de color negro. Llevaba una cuerda a modo de collar. Llevaba un atrapa sueños colgando de la cuerda. El perro se le quedó mirando durante un rato. Brian no se había dado cuenta, pero el también se había parado a mirar al perro. Se cansó de mirarle y el perro volvió a entrar en el bosque. Soltó un largo suspiro sin darse cuenta. Había estado conteniendo la respiración durante el tiempo que el perro le había estado mirando, que no habían sido más de veinte segundos. Siguió caminando por el bosque. 

Estaba un poco mareado, no sabía porque, pero desde que ese perro le había mirado de esa forma, no se encontraba bien. Se paró a apoyarse en un árbol. Sabía que si no hacía algo, se acabaría desmayando. Se pellizcó la oreja. Eso le hizo que se despejara un poco. Siguió por el camino. Llegó al cruce quince minutos más tarde. Miró hacia ambos lados, pues quizás se había confundido de camino por las prisas. Había un camino que no había visto cuando giraran a la izquierda de la que entraron al bosque. Había un camino justo en frente de él. Iba en diagonal hacia la izquierda, adentrándose en el bosque más hacia dentro. Decidió que iría por ese camino, pues igual había girado hacia ese camino. Caminó hacia ese camino que no había visto y empezó a caminar por él. Cuando estaba a unos cien metros, la entrada por la que había entrado a ese camino se cerró, pero él no se dio cuenta de ello, pues estaba bastante lejos como para verlo.



Susana se despertó. Le  dolía mucho la cabeza. No lograba recordar lo que había pasado. Miró hacia delante y vio un tronco. La T1 estaba hecha pedazos. Los cristales se habían roto y estaba muy abollada, por lo que podía ver desde el asiento. Se tocó la frente y vio que estaba llena de sangre. El volante también estaba cubierto de su sangre. Se miró en el retrovisor. Tenía una herida que le recorría toda la frente de lado a lado. Miró en el asiento de al lado, pero su acompañante no estaba en él. Pensó que quizás se habría largado, pero entonces vio su cadáver a unos diez metros de la T1, con el cuello roto y el cráneo con un enorme agujero que dejaba ver su cerebro. Susana vomitó. Estaba muy asustada. Se empezó a acordar de lo que había pasado. Había intentado esquivar a un perro que se había cruzado en el camino y había chocado contra el árbol. Iba muy rápido, pues Mathew dependía del antídoto. ¡EL ANTÍDOTO! Miró donde había estado la cajita metálica en la que iban las inyecciones. No estaban. Seguramente habrían salido por el cristal delantero en el choque. Se intentó soltar el cinturón. Estaba atascado. Intentó alcanzar la guantera, pues guardaba en ella una navaja multiusos. Abrió la guantera y sacó la navaja. 

Empezó a cortar el cinturón. Estaba empezando a oler mucho a gasolina. El motor estaba en la parte trasera del motor, así que no se preocupaba de que pudiera explotar, pues ni siquiera echaba humo. Soltó el cinturón y salió de la T1. Estaba totalmente abollada por la parte delantera. Tenía una de las ruedas pinchadas y las maletas que habían estado en la baca, ahora estaban esparcidas por todas partes. Se acercó al médico y le cubrió la cabeza con una chaqueta que sacó de una maleta. Buscó la cajita metálica. La vio a varios metros del cadáver del médico. La cogió y puso rumbo al campamento. Ya era de noche, así que sacó su móvil del bolsillo trasero. Tenía la pantalla rota, pero por suerte no había reventado. Le quedaba todavía más del setenta por ciento de la batería, así que encendió la linterna. Al mismo tiempo que encendía la linterna, una mujer la observaba desde el bosque, pero ella ni siquiera la vio. Caminó por el camino. Llegó al cruce. Al llegar, le había parecido que las ramas que había a su derecha se habían movido, como si  le estuvieran impidiendo el paso. Giró hacia el campamento.



Quince minutos más tarde, Nathan la vio llegar. Estaba cubierta de sangre y rasguños. Se levantó y fue corriendo a ayudarla. Los demás le siguieron. La ayudaron a sentarse y Anne le inyectó el antídoto a Mathew. 

-¿Que ha pasado?-le preguntó Samuel.

-He chocado contra un árbol-les dijo-Había un perro negro en medio del camino. Intenté esquivarlo y  choqué.

Le limpiaron la sangre de la cara y los brazos y piernas. Entre Anne y Claire, la ayudaron a cambiarse de ropa en una de las tiendas. Mientras, Adam y Samuel fueron a cambiar la rueda de la T1 para poder traerla y traer todas las maletas. 

-¿Qué os pasa?-le preguntó Susana a Anne y Claire.-Se os ve un poco raras.

-Dices que no te cruzaste a Brian en ningún momento, ¿verdad?-le preguntó Anne.

Desde que había vuelto, no había visto a Brian por ninguna parte. Le habían dicho que se había ido a buscarla, pero no lo había visto en ningún momento.

-Es cierto-les dijo-No me lo crucé en ningún momento.

Sabían que si no volvía para la mañana siguiente, tendrían que ir a buscarlo.

La Maldición de Lincoln ForestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora