Capítulo 3

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Dedicado a IsamayDavidAitor

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Dedicado a IsamayDavidAitor

***

—Esto es una broma, ¿no? —pregunté con la esperanza de que Charlie comenzara a reír y me dijera: «Oh, sí, ¡caíste!».

Pero solo me miró con seriedad y negó con la cabeza.

—De acuerdo, dame un segundo para procesarlo —dije de forma dramática—. Acabo de terminar un semestre y pensé que en dos meses no tendría que tocar ni el periódico, ¡¿y ahora me has traído a una librería?!

—Por Dios —replicó y puso los ojos en blanco—, ¿nunca dejas de quejarte? Tienes una voz bastante molesta, por cierto.

Entró al local y no me quedó otro remedio que seguirlo.

—Gracias por el cumplido, Charlie. Bien, ¿ya me puedes explicar qué diablos hacemos aquí?

—¿Tú qué crees?

—¿Leer? ¿Es alguna especie de castigo por lo que hice?

—Trabajo aquí, listillo —dijo sin inmutarse.

—Oh... —respondí. Eso tenía más sentido.

Era un sitio pequeño y bastante antiguo. Olía a madera y a polvo, y los estantes y escasos muebles parecían salidos de un catálogo de artículos vintage.

—¡Charlie! —exclamó una chica rubia y delgadita que salió de la parte trasera de los estantes. Me pareció el estereotipo clásico del cerebrito que pasa los días tras las páginas de algún libro: anteojos grandes, el cabello recogido en una coleta y falda hasta las rodillas. No obstante, parecía buena gente... justo del tipo que siempre he amado molestar.

—Hola, Amanda, ¿qué tal el día? —dijo él y la abrazó ligeramente. Yo me limité a observar la escena desde atrás.

—De hecho, va bastante bien —respondió ella con entusiasmo y se acomodó los anteojos—. Hemos vendido muchos ejemplares de la semana pasada, y creo que con el nuevo envío nos irá incluso mejor.

Entonces, sus pequeños ojos claros se fijaron en mí.

—Ah... —dijo Charlie y me señaló—. Este es mi amigo... Rodolfo. Sí, se llama Rodolfo. Me ayudará a cargar todas las cajas esta tarde.

Hice una mueca de desagrado al escucharlo.

—Bienvenido, Rodolfo —dijo ella y me extendió una mano—. Yo soy Amanda.

—Mucho gusto —dije y le respondí el saludo.

—Bien, los dejo, chicos. Debo ir con los clientes.

Le regalé una sonrisa de boca cerrada a la chica y luego miré a Charlie con una ceja levantada.

—¿Rodolfo? —pregunté—. ¿En serio? ¿Ese es el nombre de tu tío el solterón del fetiche con las cabras? ¿No había otro más feo?

Aunque tú nunca me elijas © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora