Capítulo 28

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Dedicado a TzkCristate

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Dedicado a TzkCristate

***

Contuve la respiración durante el fugaz contacto. Luego me separé abruptamente. Mis ojos no podían estar más abiertos y mi pecho subía y bajaba con dificultad.

—¿Por qué diablos hiciste eso? —demandé, aterrado.

No respondió. Su rostro no mostraba diversión u orgullo por lo que había hecho, pero tampoco mostraba arrepentimiento. La cámara imprimió la última foto. La sacó y me la extendió. Estaba un poco borrosa, pero éramos claramente nosotros dos. Besándonos.

—Quería un recuerdo —se limitó a decir con voz baja y algo pesarosa—. Uno más. El último.

Me estremecí. Mi rostro comenzó a calentarse y formé puños con mis manos.

—No preguntaste si yo también lo quería —solté.

Estaba enojado. Con él, conmigo mismo, con la situación, con el maldito universo. Solo sentía ganas de gritar y de golpear latones de basura ajenos.

—Yo... lo siento —dijo, avergonzado, al ver mi reacción—. Tienes razón. No debí hacerlo.

—Pero siempre haces lo que te viene en gana, ¿no? ¡Te importa una mierda que alguien más salga lastimado!

—Lo siento —repitió—. Si... si quieres puedo romperla. Yo no—

—¡No quería que me besaras! —grité y di un paso al frente. Retrocedió—. Es más, ¿quién puede querer que lo beses? ¡Besas como el culo! No sé qué mierda vio mi hermana en ti.

Se sorprendió al escucharme. Al parecer, lo tomé desprevenido. Abrió la boca para decir algo, pero ni siquiera le permití hablar.

—¿Sabes qué? El chico que casi te golpea en el instituto tuvo suerte de no tener que pasar por la tortura de besarte. —Volví a avanzar, haciéndolo retroceder cada vez más—. ¡Porque es un jodido suplicio! ¡Lo peor que me ha pasado en toda mi maldita vida!

Di un último paso en su dirección. Su espalda chocó contra la pared. Estábamos solo a centímetros de distancia. Nos mantuvimos en silencio un momento.

—Eres un imbécil, Charlie —escupí. La amargura había reemplazado la ira de mi voz.

Su expresión mostraba que estaba tan afectado como yo. Sus ojos oscuros estaban clavados en los míos. Nuestras respiraciones se daban cruce.

—Te odio tanto —susurré. El dolor que me causaba tenerlo tan cerca era insoportable. Me asfixiaba—. Eres... eres tan...

No pude terminar. En lugar de eso, resoplé frustrado.

Y, sin pensarlo, sostuve su rostro con ambas manos y estampé mi boca contra la suya. Lo besé con una mezcla de ansias, ira, miedo. Como si fuera a desvanecerse en mis labios en cualquier momento. Algo tan intenso y repentino que le tomó un segundo reaccionar y corresponderme. Dejó caer la cámara y la foto, y me envolvió en sus brazos con fuerza.

Aunque tú nunca me elijas © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora